EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 77

Sin pérdida de tiempo, Joaquín continuó explorando el cuerpo de Cristal con sus manos, acariciando cada curva y haciendo que su piel se erizara de placer. Poco a poco, fue quitándole la ropa, deslizando sus manos por su piel desnuda y besándola con pasión.

Cristal se entregó por completo a Joaquín, dejando que él la llevara a un estado de éxtasis absoluto.

Cada caricia, cada beso, cada movimiento de su cuerpo la llevaba a un lugar más alto, donde solo existían ellos dos y el sublime placer que estaban experimentando.

La besó sin pronunciar palabra, la recorría como si estuviera grabando la silueta de su cuerpo en las palmas de sus manos y de cierta manera era así, porque como carecía de vista, quería conocerla a través del tacto, que siempre supiera reconocerla, en medio de su oscuridad.

Cristal correspondió deseosa a sus caricias, sintió su erección presionarle en su pelvis haciéndola gritar de placer.

Él la dejó de besar un momento, mientras se quitaba la ropa con ayuda de ella, al mismo tiempo que le pronunciaba palabras dulces que la hacían suspirar de amor, todo le parecía un hermoso sueño.

—Te amo tanto, te necesito más que el aire para respirar Cristal, durante el tiempo que te creí muerta, te metías en mis sueños y soñaba que estaba contigo, que nos amábamos. Desde la primera vez que estuvimos juntos te metiste en mi sistema, no puedo dejar de pensar en ti, me estás volviendo loco, eres como una droga de la que no puedo dejar de inhalar, eres mi adicción.

Enseguida como un hambriento, comenzó a tocar y a beber de sus sen0s, Cristal gemía enloquecida, y Joaquín estaba enfebrecido por el deseo, para él solo existía ella y todo lo que le estaba haciendo sentir.

Tímidamente, la chica comenzó a jugar con sus pezones, fue bajando y besando sus pectorales hasta llegar a su hombría, donde lo tomó suavemente con la boca y empezó a lamer, chupar, mientras hacía círculos a su alrededor.

Joaquín jadeaba sin poder contenerse, ella lo estaba llevando a uno niveles de disfrute que nunca había sentido, tenía la sensación de que si no la detenía terminaría vaciándose dentro de su boca.

La sujetó por el cabello y la levantó, la tomó por las nalgas y la pegó a él para que sintiera su potente erección, le regó de beso su rostro, su cuello, ambos jadeaban y decían palabras inentendibles.

Sus sentidos estaban nublados por sus emociones, ambos estaban por completo fuera de sí, ese encuentro era lo más espectacular que el hombre había sentido en su vida.

La primera vez que estuvieron juntos, cuando estaba drogado, llegó a pensar que quizás el efecto de la sustancia lo había hecho maximizar su tacto y lo que sentía, pero ahora estando allí, se daba cuenta de que lo que estaba viviendo era mucho más intenso que esa vez.

Joaquín se sintió al borde del precipicio a punto de caer, se aconsejó controlarse, pero no podía, se sentía a poco de explotar como un volcán a punto de erupción, ese ardor lo obnubilaba y lo aislaba del mundo exterior, solo existía ella, su Cristal, la mujer que sin darse cuenta le había robado el corazón.

Siguieron lamiéndose y saboreándose, sus sangres bullían como agua hirviendo, ninguno pensaba, solo sentían; ella ansiaba tenerlo dentro, que la llenara por completo y apagara ese voraz incendio que había provocado y amenazaba con devorarla por dentro.

Todos los sentidos de Joaquín estaban en alerta. Su corazón latía con fuerza, como si hubiera estado acelerado. La boca de Cristal estaba cerca de él, y el deseo que había entre los dos era palpitante y excitante.

Él la acarició con suavidad mientras ella emitía un suspiro tras otro, Joaquín sintió que su corazón se estremecía al sentir su boca contra la suya. Sus labios se fundieron en un beso profundo, apasionado, lleno de intimidad.

Joaquín continuó explorando el cuerpo de Cristal con sus manos, acariciando cada curva y haciendo que su piel se erizara de placer. Poco a poco, deslizó de nuevo sus manos por su piel desnuda, y volvió a besar cada centímetro de su humanidad.

Su amor estaba consumiéndolos, y la ardiente pasión que estaban sintiendo no era comparado con nada que hubieran experimentado antes.

Él besó la parte superior de sus hombros, le encantaba ese lugar de su cuerpo, para luego bajar a lo largo de su cuello, haciendo su camino hacia abajo. Sus labios encontraron con ese lugar íntimo de Cristal, lo saboreó con profunda devoción, como si fuera el manjar más exquisito que había probado, jugueteó con su clítoris mientras chorros de su esencia salía a borbotones y él lo bebía sediento deleitándose con ese sabor.

Su lengua la regocijaba y se friccionaba contra esa pequeña protuberancia que la estaba haciendo delirar, la dejó a su merced, entregada y jadeante. El placer era ya tan desbordante que Cristal no pudo más, se estremeció, sus músculos se tensaron y alcanzó la cúspide del éxtasis.

Las manos de Joaquín sabían exactamente dónde tocar, estimulando y aumentando a niveles impensables el placer de Cristal.

Joaquín sonrió al ver la reacción de Cristal a sus caricias. Sus manos exploraron suavemente los contornos de su cuerpo, mientras sus labios besaban y su lengua recorría cada milímetro de su piel. Ella se estremeció de placer mientras él se desplazaba lentamente hacia arriba, besando y lamiendo cada curva de su cuerpo.

Cristal se sintió totalmente entregada a su amante y cada sensación era más intensa, sus cuerpos se agitaban con el deseo y el amor que sentían el uno por el otro. Estaban unidos de manera indestructible, y la pasión que sentían no conocía límites.

—¡No me toques! —exclamó y él frunció el ceño sin entender.

—¿Por qué? ¿Qué hice? —inquirió mortificado.

—Espero que haya cumplido las expectativas de lo que buscabas… —enfatizó ella y la sintió levantarse de la cama, mientras él también recordaba lo ocurrido.

—No mi amor, por favor, espera… eso lo dije en un momento de rabia porque me habías drogado y no te conocía… Cristal no te dejes llevar por el orgullo, yo te amo. Quiero pasar el resto de mi vida contigo.

Él se levantó de la cama, apenas se puso el bóxer, tomó el bastón y comenzó a buscarla, pero ella ya se había vestido y había comenzado a caminar hacia la puerta para irse.

Joaquín, sin prestarle atención a nada, ni detenerse un solo segundo a pensar, corrió hacia ella, quien ya estaba saliendo, solo dejándose llevar por su instinto, logró atraparla en el pasillo, los dos cayeron al suelo.

—¡Escúchame mi amor! —exclamó.

Él la sostuvo entre sus brazos, cubriéndola con su cuerpo, pero justo en ese mismo momento se escuchó un estruendo como el impacto de una explosión, que hizo resonar todo el edificio, las puertas de las habitaciones y partículas de materiales, salieron volando por todas partes, mientras él solo pronunciaba su nombre.

—Cristal —susurró sintiendo como la oscuridad lo envolvía.

Ella se apartó y vio como la sangre salía a borbotones de su frente. Cayendo en su propio cuerpo.

Al verlo así un rugido de dolor brotó de su garganta, su fuerza interior comenzó a desbordarse, las lágrimas no dejaron de rodar por sus mejillas

—Joaquín…mi amor —exclamó, abrazándolo fuertemente, mientras él se mantenía inerte—. Vamos, te necesito, no me dejes… ¡No me dejes! —gritó angustiada, sintiendo que la voz ya no salía de su garganta, mientras escuchaba los ruidos de la sirena acercarse.

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