EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 85

Los hombres a su alrededor asintieron, demostrando su lealtad a Costelli. Estaban dispuestos a llevar a cabo cualquier acción que él les ordenara, sin importar cuán malvadas o peligrosas fueran.

Costelli se paseó por la habitación, pensando en su plan para acabar con Conrado Abad. Sabía que no sería fácil, ya que el hombre había demostrado ser inteligente y astuto.

Pero estaba decidido a hacerle pagar por quitarle a Laura Valverde, el amor de su vida.

—Necesito que intensifiquen la vigilancia en la casa de Abad. Quiero que a más tardar una semana podamos traer a las niñas y a la mujer de Abad.

—Tengo entendido que una es de su esposa y otra de él —respondió uno de los hombres.

—La de él es la de cabello castaño, pero lo mejor es secuéstralas a las dos, porque la otra es la niña de Joaquín y, ya que aún sigue con vida, quizás la mejor venganza en su contra es acabar con la niña. Ese hombre se va a arrepentir de haber escogido a la Abad —dijo Maribel, aunque de pronto se quedó en silencio y levantó la mano emocionada por la idea que se le había ocurrido—, aunque pienso, que ustedes podrían ayudarme a traer al niño, es el hijo de esa mujer, quizás sea mejor llevárnoslo con nosotros, será un golpe duro para ellos y con eso matamos varios pájaros de un solo tiro.

—Ante las dudas, deben ser las dos niñas y el niño, los tres.

—No podemos permitir que escape de nuestras manos —ordenó Costelli, mirando fijamente a sus hombres.

—Lo haremos, jefe. No descansaremos hasta que lo tengamos bajo nuestro control —respondió uno de los hombres, con determinación.

El líder de la organización criminal sonrió satisfecho. Sabía que tenía hombres leales y dispuestos a cumplir cualquier orden que les diera.

Mientras tanto, al día siguiente, en otro lugar de la ciudad, Dino y Melquiades comenzaron a poner en marcha su plan de investigación. Se adentraron en el bajo mundo, Dino movió sus contactos tratando de encontrar toda la información sobre Sergio Costelli y su red de delincuencia.

Había muchos rumores y especulaciones sobre las actividades de Costelli, pero necesitaban pruebas concretas para poder derribar su imperio criminal. Se acercaron a sus contactos, pagaron alguna información y siguieron pistas que los llevaron a diferentes lugares.

Pronto llegó la noche y se convirtió en su mejor aliada, al mismo tiempo que se infiltraban en bares clandestinos y hablaban con personas que conocían bien el mundo criminal. Obtuvieron nombres, lugares y conexiones que los acercaban cada vez más a Costelli.

Después de varias horas de búsqueda, Dino y Melquiades, llamaron a Conrado, se reunieron con él en un bar apartado para compartir la información recopilada.

—Tenemos una lista de nombres de personas que podrían estar involucradas con Costelli. Algunos de ellos son traficantes de drogas, otros son lavadores de dinero. Parece que está conectado en todos los rincones oscuros de la ciudad —informó Dino, mostrando una carpeta llena de documentos.

—Además, encontré una pista interesante sobre un negocio ilegal que opera en el puerto del sur. Podría ser un punto clave en la red de Costelli —añadió Melquiades, mostrando en su teléfono algunas imágenes que había tomado.

Conrado examinó las imágenes y asintió.

—Tienen la posibilidad de decir si quieren o no infiltrarse en ese negocio, podríamos obtener información valiosa y descubrir más sobre las operaciones de Costelli.

Ambos hombres sabían que el riesgo era alto, pero estaban dispuestos a arriesgarlo todo para acabar con Costelli y su red criminal. Tenían el apoyo de Conrado y estaban decididos a proteger a su familia a toda costa.

—Mañana por la noche nos adentramos en el puerto. Debemos ser cuidadosos y evitar levantar sospechas, voy a hablar con mi contacto para que nos infiltre, y tendré que ofrecerle que quede mandando él luego de la caída de Costelli, aunque este también es un delincuente, por lo menos no negocia ni con niños, ni mujeres. Por eso, si logramos obtener pruebas concretas, podremos acabar con Costelli de una vez por todas —declaró Dino, con determinación en su voz.

Melquiades asintió, preparándose para la peligrosa misión que se avecinaba.

—Estoy listo. Juntos lograremos desmantelar su imperio criminal y llevarlo ante la justicia.

Los tres hombres se miraron con complicidad, sabiendo que estaban a punto de enfrentar una batalla difícil. Pero también sabían que tenían el coraje y la determinación necesarios para luchar hasta el final.

Mientras estaban, apareció repentinamente un hombre corriendo, vio a todos lados, luego fingió tropezarse con la mesa y le dejó una nota.

Conrado fue el primero que la agarró y la abrió, la leyó en voz baja.

“Deben estar atento, Costelli va a secuestrar a las dos niñas, al niño Abad y a la esposa de Conrado Abad”.

—Debemos duplicar la seguridad en mi casa y en la de mis padres —declaró Conrado.

—No te preocupes, ya me encargo de enviar a unos hombres, aunque pienso que lo mejor será de que nos llevemos a tu sobrino a la casa con las niñas, porque será más fácil controlar, podemos dejar a Lores, le tengo más confianza, no sabemos cuándo los otros puedan venderse, aunque parecen fieles nunca podemos estar seguro.

—Entonces hagamos como ustedes dicen, será lo mejor, confío en ustedes —señaló Conrado.

—Voy a llamar a mi contacto, quizás lo mejor sea que ingresemos hoy mismo en las filas de Costelli —indicó Dino.

Mientras tanto, Melquíades marcó a Lores y le dio la orden.

—Busca a los mejores hombres nuestros, no solo bien entrenados, sino de confianza para reforzar la seguridad en la casa del jefe y la de sus padres, lo mejor será que te quedes en el interior de la casa del señor día y noche. Hay un enemigo que quiere aprovechar la mínima oportunidad para hacer daño, no podemos permitirle que se salga con la suya —añadió Dino, poniéndose en acción.

La tensión en el ambiente era palpable, cada uno de los hombres sabía que el peligro estaba cerca y que debían actuar con rapidez y precisión si querían proteger a los inocentes.

Conrado regresó a su casa, sacó varias armas, y caminó hacia la habitación de Salomé, cuando ella lo vio con las armas, abrió los ojos de par en par.

—¿Qué significa eso? —preguntó preocupada.

—Amor, necesito que tengas un arma en todo momento, Costelli está amenazando con secuestrarte a ti y a las niñas, te voy a presentar a los hombres que reforzarán la seguridad, y donde estará ubicado cada uno, si se te aparece alguien distinto o uno de ellos sube a las habitaciones sin justificación, tú solo ¡Dispárale!

Salomé se sintió aterrorizada al escuchar las palabras de Conrado. Nunca había estado en una situación de peligro como esa, y el hecho de que su familia estuviera en peligro la hacía sentir vulnerable.

Sintió la boca seca, y su cuerpo empezó a temblar.

—Eso es preocupante ¿Qué vamos a hacer? —interrogó con preocupación.

—Mi amor, no quiero que te mortifiques por eso, todo va a salir bien, solo quiero que estés atenta, que en caso de que intenten hacerles daño y no esté cerca o alguno de nuestros hombres de confianza, tú puedas defenderte ¿Entiendes? —inquirió y ella asintió.

—¡Ya basta Graymond! —exclamó con firmeza—. Nadie está conspirando contra ti, ni ha cometido traición en tu contra… Kistong te es leal, tanto, que él si se atrevió a hacer lo que tú mismo no fuiste capaz de hacer.

—¿De qué estás hablando? —interrogó con soberbia.

—Primero guarda esa arma, porque no dejaré que me manches la alfombra —pronunció en tono de burla y Kistong abrió los ojos asustados, mientras Conrado solo sonreía—, luego revisa esto y allí sabrás la respuesta.

Graymond dudó por un par de segundos, viendo la mano de Conrado como si se tratara de una alimaña venenosa, pero luego terminó cumpliendo su petición, lo tomó, aunque no lo abrió.

—¿De qué se trata?

Conrado suspiró, sabiendo que los próximos minutos serían de impacto.

—¡Ábrelo! Y averigua por ti mismo.

Graymond giró el papel entre sus manos con miedo, porque tenía la sensación de que una vez que abriera esa hoja y leyera el contenido, su vida cambiaría para siempre y así fue.

Graymond extendió el papel. Sus ojos se movieron rápidamente sobre las palabras escritas, y a medida que avanzó en la lectura, su expresión pasó de la sorpresa a la incredulidad y luego a la tristeza

—¡Esto no puede ser verdad! —exclamó Graymond, apretando con fuerza el papel en un puño, con los ojos vidriosos a punto de llorar, se veía consternado.

Conrado observó la reacción de Graymond, sabiendo el impacto que tenía el contenido del papel sobre él.

Se acercó lentamente, manteniendo la calma mientras se preparaba para enfrentar las consecuencias de su revelación.

—Lo siento, Graymond, pero necesitabas saber la verdad —dijo Conrado en un tono sereno pero firme.

Graymond levantó la mirada, fijando sus ojos llenos de tristeza en Conrado, parecía como si le hubieran propinado una estocada mortal.

—¡Tengo una hija! ¡Es mi hija! ¡Salomé es mi hija! ¡Graciela estaba embarazada cuando la dejé! —pronunció sintiendo un nudo en la garganta, mientras se dejaba caer en el suelo.

Sintió como si todo el peso del mundo hubiera caído sobre sus hombros y los recuerdos del pasado lo inundaron como si se hubiera abierto un compartimiento que los habría tenido retenido.

En ese momento la puerta se volvió a abrir y esta vez apareció Salomé.

—Mi amor, escuché unos gritos, ¿Qué pasó? —la mujer miró a su alrededor y al ver a Kistong y a Graymond hizo una mueca—, lo siento, no quise interrumpir, mejor me voy.

Nadie dijo nada, ella se giró para irse, pero en ese momento una palabra de Graymond la detuvo.

—Salomé no te vayas… —pronunció en tono suplicante—. Los resultados de la prueba de ADN arrojaron que ¡Eres mi hija! —exclamó con voz quebrada mientras ella abría los ojos sorprendida al confirmarse esa verdad.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS