EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 88

Sergio se apartó de ella y comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación, tratando de procesar lo que acababa de descubrir.

Comenzó a hiperventilar, mientras miles de preguntas surgía en su interior ¿Cómo podía ser que la mujer que había secuestrado para vengarse de Conrado fuera la copia fiel y exacta de ella ¿Cómo había ocurrido eso?

Salomé, por su parte, permanecía aturdida por la inyección que le habían dado y no podía entender lo que estaba sucediendo. Solo sabía que estaba en una habitación amordazada y atada, intentó moverse, pero sus brazos y piernas estaban sujetos con fuerza.

Sergio finalmente se detuvo frente a ella y la miró fijamente, ella lo miró con pánico en los ojos.

Estaba asustada, no entendía lo que estaba pasando, pero sabía que estaba en peligro.

Sergio, por otro lado, no podía creer lo que veía frente a él. El parecido entre esta joven y Graciela era asombroso. Era como si hubiera resucitado de entre los muertos.

—¿Quién eres? —preguntó Sergio con una mezcla de emoción y miedo.

Salomé trató de hablar, pero la mordaza se lo impedía. Sergio se acercó y le quitó la mordaza, pero mantuvo las manos atadas a la espalda.

—¿Quién eres? —repitió.

—Soy Salomé Abad —respondió ella con voz temblorosa.

—¿De dónde eres? ¿Quiénes son tus padres? —preguntó con una voz suave que contrastaba con su expresión.

—Yo… fui abandonada hace veinticuatro años en un orfanato… —por un momento pensó decir que su madre era Graciela Vidal y su padre Graymond Ballmer, pero prefirió callar esa información.

Sergio se quedó viéndola con tristeza, acarició con suavidad su rostro, incluso con cariño, ella lo vio bien y se dio cuenta de su pelo rojizo como el suyo, pero sus ojos eran marrones.

—¿Quién eres tú? —preguntó asustada, ella cuando una leve sospecha se abrió paso en su mente.

—Si sabes que Graciela Vidal es tu madre, ¿Verdad? —fue la respuesta.

Ella quiso mantener su mentira, pero a pesar de la situación en que estaba, de sus tatuajes y expresión fiera en el rostro, sintió confianza en él.

—Hoy me acabo de enterar de que era mi madre… y que Graymond Ballmer es mi padre —dijo sin dejar de observarlo, el hombre apretó los dientes con rabia.

—Ese hombre ¡Es un maldit0! La abandonó cuando más lo necesitaba, y por eso tiene una deuda pendiente conmigo —él la observó y la vio atada—, déjame y te quito eso.

Enseguida comenzó a desatarla, lo hizo con mucho cuidado, para no causarle daño.

—¿Y tu venganza con Conrado? ¿Me vas a dejar ir? —preguntó con cautela.

—Ese es otro, que tendré que acabarlo personalmente por lo que le hizo a Laura —respondió con amargura.

—Él no le hizo nada a Laura, él la amaba, de hecho no descansó hasta meter en la cárcel a la responsable de ese hecho —comenzó a explicar Salomé.

—¡¿A quién?! —preguntó con sorpresa y una mezcla de curiosidad.

—A Imelda, ella fue quien envenenó a Laura lentamente, con arsénico, eso fue lo que le produjo el cáncer, también intentó hacerlo conmigo, pero no pudo, aunque después me drogó y por su culpa perdí a mi hijo.

—Eso no es verdad, Imelda era su madre ¿Por qué haría algo así? Ella me aseguró que todo era obra de Abad —debatió Sergio.

—No, ¡Te mintió! Ella la adoptó de dos años cuando el padre de Laura se casó con ella, y la envenenó para quedarse con su herencia, por eso intercambió a las niñas —explicó y enseguida le contó con detalles lo ocurrido.

Con cada explicación de Salomé, el hombre se quedaba sorprendido.

Sergio estaba atónito por todo lo que acababa de escuchar. La verdad era tan impactante que apenas podía procesarla. Se dio cuenta de que había sido engañado y utilizado todo este tiempo por Imelda, se sintió como un idiota por confiar en ella, a pesar de sentir cierto recelo hacia ella.

La verdad comenzó a desenmarañarse ante los ojos de Sergio. Las piezas del rompecabezas se juntaron y revelaron una realidad completamente diferente a la que él había creído durante tanto tiempo.

Apenas Graymond lo vio salir, sin darle ninguna ojeada, disparó y Sergio cayó al suelo herido, pero antes de que pudiera accionar una vez más el arma, vieron la puerta abrirse, y salir Salomé corriendo hacia el hombre que yacía en el suelo.

—¡Detente! ¡No disparen! —exclamó Salomé.

Conrado y Graymond se acercaron lentamente y con cautela, aunque sin bajar sus armas. Salomé se arrodilló junto a Sergio, quien estaba herido.

—Por favor, ¡Llamen a una ambulancia! —dijo Salomé, mirando a Conrado.

—¿Por qué debería hacerlo? Merece morir por todo lo que ha hecho y sobre todo por haberte intentado hacer daño —señaló Conrado con firmeza.

Graymond se acercó y cuando vio el rostro del hombre, retrocedió, aunque la última vez que lo había visto tenía once años, el rostro era inconfundible, el mismo de Graciela y Salomé.

—Llama a la ambulancia, él es Sergio Vidal, uno de los hermanos de Graciela —pronunció con voz temblorosa, mientras Sergio lo miraba con rabia.

—Más te vale que me dejes morir… porque lo más que he querido en la vida… es acabar contigo… por eso me convertí en esto, porque tenía que vengarme de ti y de tu familia… ellos le dijeron que si te dejaba… dejarían viva a su hija y ella… —pero antes de que pudiera terminar sus palabras perdió el conocimiento.

Fue allí cuando Conrado sacó su teléfono y llamó a una ambulancia.

Graymond se acercó a Sergio, vio que estaba inconsciente, pero aún respiraba. Revisó su pulso y confirmó que estaba vivo.

—Está vivo, pero necesitamos llevarlo al hospital de inmediato —dijo Graymond.

Conrado terminó de llamar a la ambulancia y se acercó a Salomé.

—¿Estás bien? —preguntó, pero ella no le respondió y terminó desmayándose.

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