EL ERROR QUE CAMBIÓ NUESTRAS VIDAS romance Capítulo 89

Conrado la sostuvo en brazos, preocupado por su estado. La adrenalina de la situación había pasado y ahora su cuerpo ya no soportaba la tensión emocional.

Graymond se acercó preocupado, comprobó que se encontraba inconsciente, intentó quitársela de los brazos a Conrado, pero este no dejó.

—A mi esposa la llevo yo. Seguro su desmayo es producto del estrés, la tensión y el miedo. No te preocupes, la llevaré a la ambulancia —aseguró.

En ese momento llegó un par de ambulancia, y Conrado caminó con ella hacia una, mientras los paramédicos de la otra, salían para atender a Sergio y trasladarlo al hospital. Loras se quedó atrás para asegurarse de que todo estaba bajo control y que no había más peligro.

Después de unas horas, Salomé despertó en una habitación del hospital, con Conrado a su lado.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Conrado, preocupado.

—Cansada, adolorida —respondió Salomé, tocándose el vientre, respiró aliviada cuando sintió su abultamiento.

—Nuestro pequeño está bien agarrado de su madre —pronunció con una sonrisa.

—¿Y mi tío? —interrogó con preocupación.

—Están operándolo, todo va a salir bien… Dino y Melquiades desarticularon esa célula, pero se dieron cuenta de que tu tío no es el jefe, hay varios mandos por encima de él. Tu padre se siente culpable por lo que vivió, y habló con las autoridades, pidiendo beneficios, así que ahora, si Sergio acepta colaborar con la justicia para atrapar a los cabecillas, pueden incluirlo en el sistema de protección a testigos y cambiar su identidad, en ese caso no podrá volver a estar ciudad.

—¿No lo veré más? —preguntó con preocupación y él negó.

—Debemos esperar que él despierte, si acepta el trato en esos términos, nunca más lo vas a ver, la otra alternativa es apoyar a las autoridades a atrapar a los cabecillas, quedarse aquí y pagar una pena luego de una reducción por colaboración.

Ella lo miró con tristeza, y se quedó pensativa, Conrado le acarició con suavidad la mano.

—De niña siempre quise conocer a mi familia, y ahora que puedo tenerla, no es posible que pueda estar con ellos —expresó con pesar.

—Pero ahora sabes que tu madre si te amó, que no regresó no porque te hubiese olvidado, sino porque no pudo hacerlo, y que prefirió entregarte para salvar tu vida, que condenarte a muerte.

—Sí, ahora lo sé, me habría gustado conocerla, ver sus ojos, hablarle, decirle que me hizo mucha falta y que siempre la esperé.

—Quizás Sergio tenga fotografías de ella y cuando se mejore y antes de irse te pueda contar historias relacionadas con ella. —respondió Conrado con ternura., besando con suavidad su frente.

Ella asintió, suspiró con pesar, sin poder evitar ese intenso deseo de verla, a pesar de saber que ya estaba muerta.

Los días fueron pasando, a Salomé la dieron de alta, le mandaron reposo, y a que evitara todo lo posible el estrés, Sergio lo habían operado y estaba fuera de peligro, apenas despertó, pidió ver a Salomé.

—Yo quiero ver a mi sobrina, será posible que venga —preguntó a Graymond que se había mantenido a su lado durante todos esos días.

—Debe estar por llegar, ella viene diariamente a verte —respondió el hombre.

—¿Y por qué me estás cuidando? ¿Acaso no sabes que puedo ser peligroso para ti? Me veo tentado a meterte una bala en tu frente… por traicionero.

—Salomé no te lo perdonaría, porque aunque esté un poco molesta, me quiere, soy su papá ¡Yo no traicioné a Graciela! ¡Yo la amaba!

—Vaya forma de amar —comenzó a decir burlesco— ¡La abandonaste! No echaste ni una mirada hacia atrás… ¿Crees que de la manera en que te amaba ella hubiese podido serte infiel? Pareces idiota, porque solo así se explicaría tu manera de actuar —expresó molesto.

Graymond suspiró, sintiendo la rabia de Sergio, pero intentando mantener la calma.

—Sergio, entiendo que estás enojado, pero tienes que entender que yo hice lo que hubiese hecho cualquiera en mi lugar… ella fue convincente, nunca hizo ninguna señal.

—¿Y cómo lo iba a hacer? ¡¡Si tu maldit4 familia la tenía amenazada!! Ellos le dieron su palabra de que la dejarían en paz y no lo hicieron… ella hizo todo por amor a Salomé.

—No tenía nada que hacer, en algo tenía que pasar el tiempo.

—Cambiabas de mujer como cambiar de calzoncillo.

—Porque me sentía vacío, ninguna me llenó de haberlo hecho, me habría casado con una de ellas —se defendió.

—Usas puras excusas, creyendo que eso te va a salvar de mí cuando decida cobrarte con intereses todo lo que hiciste —pronunció con rabia.

Graymond suspiró profundamente, sintiendo remordimiento por no haber actuado de manera correcta, lamentaba tanto el dolor que había sufrido Graciela y su familia. Y también anhelaba la posibilidad de redimirse y encontrar algún tipo de paz, poder aplacar esa angustia que se agitaba furiosamente en su interior y penetraba hasta lo más profundo de su alma.

—Sergio, entiendo tu enojo y tus ganas de cobrarte todo, pero si piensas que acabando con las personas es la manera y, como quieres acabar conmigo —hizo una pausa, sacó la pistola y se la extendió—, aquí tienes dispara y acaba con esto de una vez —expresó sin el leve temblor en su voz.

—¡¡¡¿Qué?!!! ¡Estás loco! Ni se te ocurra tocarle un pelo a mi papá —pronunció Salomé con firmeza.

Se levantó de un lado de Sergio y se paró entre él y Graymond, mientras sentía su corazón galopar con fuerza en su pecho.

—Para dispararle a él, primero me debes disparar a mí —declaró sin un ápice de titubeo Salomé.

—Y si llegas a tocar a mi esposa, te envío al infierno —articuló Conrado sin dejar de verlo.

—¿El infierno Conrado? Yo ya he estado en el infierno, más tiempo de lo que te puedas imaginar —respondió Sergio con una expresión de tristeza en su rostro.

Tomó el arma, levantó la mano y apuntó hacia Graymond.

—¡Apártate! Salomé —exclamó.

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