El Hijo Del Millonario © romance Capítulo 10

Capítulo nueve

Pov Irina

Con que el jefe de mi papá y, por ende, ahora es de quien viene el dinero para sostenerme y claro sin recordarme que, ÉL FUE QUIEN BAJO DE PUESTO A MI PADRE.

Como lo odio.

Quiebro mi cuarto lápiz y rechino mis dientes —Señorita Warren —el profesor de matemáticas, Jonás, capta toda mi atención —¿le ocurre algo? Desea hacer la última práctica en el tablero —extiende el piloto.

Mierda.

Me levanto y trago grueso, camino lentamente hacia él y el timbre suena por todo el lugar, doy mi mejor sonrisa y corro a recoger mis cosas, salgo del salón disparada hacia el laboratorio de química.

No me quiero topar con él y su arrogante cara.

Omar hoy no se ha asomado por el instituto y no lo culpo, con semejante golpiza de él.

Odio a Amir Dhall.

Aprieto mis manos y golpeo la puerta del aula de química fuertemente haciendo que todos los que estén dentro de esta me observen de arriba a abajo. Ojos azules me mira y vuelve su vista al profesor, paso por su lado y hago chocar mi bolsa con él.

Me dirijo a mi respectiva mesa y saco mis cosas—Señorita Warren —alzo mi vista al profesor —puede acompañar al señor Dhall a un respectivo curso en el que usted debe inscribirse, de lo contrario reprobara la materia.

—Profesor, específicamente debe ser él quien me tenga que llevar, ¿no puede ser otro —da una fuerte palmada al escritorio y me observa frío.

—He dicho que reprobará la materia si no va con él, ¿usted no entiende?

Ruedo mis ojos y guardo mis cosas otra vez —viejo pendejo este, me viene a gritar —susurro para mí.

—Muévase.

—Ya oí, no me tiene que decir las cosas tres veces —me enfrento con él. Se levanta de su silla y abre la boca para reclamar, pero pie grande interviene.

—Profesor, con todo respeto, la señorita tiene razón, es fastidioso tener que escuchar las cosas una y otra vez —hasta que al fin dice algo agradable.

Alzo mi bolsa y la coloco en mi hombro, paso por su lado y camino directo a la salida, su olor pega en mi nariz lo que significa que está justo a mi lado —Vamos a ver a tu queridísimo Omar —paro de golpe y junto mis cejas.

¿Escuché lo que creo que escuché?

Sigo sus pasos —¿De verdad? —asiente.

—Espera aquí —me frena con su mano y toma mi mochila.

—Yo puedo cargarla —grito y su cuerpo desaparece de mi campo de visión hacia los estacionamientos traseros de la escuela.

Observo los pasillos parcialmente vacíos y la bulla de los salones hacer eco por todo el lugar, después de todo ¿por qué sigo haciéndole caso a ojos azules?

Su auto aparece al frente de mí, baja la ventana y mis ojos conectan con los suyos —Entra—abre la puerta desde dentro.

Por qué no me sorprende que sea el dueño del auto.

Suspiro resignada y subo, cierro la puerta y me coloco el cinturón, mi cuerpo se espeluca cuando siente el sonido del motor y el auto se aleja del instituto a toda marcha.

No puedo creer que este en un carro con el jefe de mi padre, dueño del instituto y sexy niño millonario de un empresario millonario.

Son muchas cosas... De dinero.

Giro mi cabeza hacia él —¿Por qué haces esto? —pregunto —¿No se supone que Omar te cae mal y yo también? ¿no era que ni siquiera podría hablarte en el instituto?

Suspira —Solo quería disculparme por todo lo que te hice ayer, no debió pasar nada y estoy arrepentido.

Ah claro, él es el típico lo hago y luego me arrepiento.

Aprieto mi mandíbula —Si solo querías pedirme disculpas por besarme y comprarme algo de comer, pues no gracias, no te las acepto porque eso significaría que te estimo y lo que siento por ti ahora es odio, odio del puro —ruedo mis ojos y fijo mi vista fuera de la ventana del auto.

—¿Por qué me odias? ¿Acaso es malo pedir disculpas?

—Déjame decirte que aparte de eso, tú bajaste de puesto administrativo a mi padre por un berrinche, y para mí, mi familia lo es todo.

—Yo no lo baje, él mismo lo hizo, en el contrato que firmó en su antiguo trabajo decía que debía bajar, porque necesitaba conocer y manejar bien una empresa tan grande —muerdo mi labio y decido voltear a verlo.

—Entonces si es verdad —asiente —¿tú eres el nuevo jefe de él? —vuelve a asentir —¿Puedes traer ese contrato? lo quiero leer —gira hacia una especie de estacionamiento público y detiene el carro detrás de un gigantesco edificio.

—Si es lo que quieres, lo haré —apaga el motor y desabrocha su cinturón, sale y cierra, copio sus movimientos y él abre mi puerta, me tiende la mano para ayudarme a salir y cierra detrás de mí, coloca el seguro del auto. Gira a mi lado —Dame tu mano —junto mis cejas y antes de preguntar que para que la quiere él contesta mi pregunta —este lugar esta lleno de tipos como el que te topaste ayer —asiento y entrelazo mis dedos con los suyos.

En la acera las personas circulan rápidamente de un lado a otro sin tomarle importancia a su al rededor, a un costado de nuestra vista puedo observar el letrero en grande de a donde nos dirigimos: Hospital San Fernando.

¿Tan fuerte fue la paliza que debe quedarse aquí?

Aprieto mis manos y entramos al lugar, las pocas caras que hay huelen el aire y me observan con cara de pocos amigos, para ser sincera nada de amigos. Pasamos de largo por los pasillos hasta llegar al fondo donde se encuentran las habitaciones privadas, Amir toma el pomo del número quince revelando a un Omar con muchos cables por todos lados y respirando por un tubo.

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