De desayunar en la cama, pasamos a acostarnos juntos en el sofá y enviciarnos con una serie de televisión y en medio de nuestra maratón, almorzamos unos exquisitos tacos que ordenamos a uno de los restaurantes que hay cerca, la serie continuo, pero nosotros nos distrajimos en una sesión de besos y caricias que hicieron que nuestra ropa volara por el aire y termináramos amándonos intensamente en el sofá. Con ella es imposible estar en calma, me seduce incluso cuando no quiere hacerlo, o quizás estoy tan enamorado, que no puedo resistirme a tenerla cerca y no tocarla. Sea como sea, el atardecer ya está cayendo y la vista que nos ofrece los enormes cristales es única.
—Párate allí. — le pido y me mira extrañada.
—¿Qué? — pregunta sin entender.
—Frente al ventanal… es que quiero tomarte una foto. — explico y por alguna razón ríe.
—¿Así? — cuestiona señalando la camiseta mía que trae puesta y asiento.
—Así… es para mí. — aclaro haciéndola reír.
—¿Para qué quieres una foto mía si me tienes aquí? — cuestiona y juega levantándose la camiseta.
Rio ante su maléfico juego —no es para lo que tú crees…— intento explicar entre risas.
—¿Y para qué es entonces? — me pregunta traviesa.
Sin que ella se lo espere, le tomo una foto —para ver tu cara cuando te pida que tengamos un hijo. — le digo y de inmediato tomo otra foto, pero esta vez con su reacción.
—¡¿Qué? — exclama dejando que mi camiseta caiga libremente por su cuerpo y sonrió.
—Lo que escuchas…— explico y su mirada sigue siendo de sorpresa.
—Ayer creía que lo decías por la situación, por no hacer que pareciera un problema… pero no porque quisieras que sucediera. — dice nerviosa y no puedo más que dejar mi celular a un lado y acercarme a ella.
—Claro que quiero. — dice firme y vuelve a besarme con más fuerza —Te amo. —
—Yo a ti… pero ven… aún quedan muchas horas de este día y tengo algunas ideas contigo. — digo divertido y de a poco la voy arrastrando conmigo por el departamento.
—¿Más ideas? — pregunta entre risas.
—Oh… si… muchísimas. — le aseguro y de a poco voy haciendo que nos olvidemos de que hay un mundo afuera de aquí.
Quizás no era su sueño ni el mío vivir un amor así tan “desordenado” por llamarlo de algún modo, pero las mejores cosas de la vida no siempre llegan en el mejor momento y el amor no siempre viene en el “paquete” más conveniente. Hay instantes donde debemos aceptar las cosas tal y como son y vivirlas como soñamos vivirlas para disfrutar y ser felices, y es exactamente eso lo que soy a su lado, feliz y contra ello no hay opinión que importe…
A veces nos complicamos demasiado buscando una felicidad que sea “perfecta”, pero la realidad es que la felicidad es como es y solo queda aceptarla y vivirla al máximo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Invitado de La Boda