Hemos caminado por Times Square un rato bastante largo entrando a los diversos negocios y comprando alguna que otra cosa y ahora, estamos subiendo al Empire State para ver la increíble vista del atardecer Neoyorquino desde lo más alto del edificio. Apenas las puertas del ascensor se abren, ella y yo vamos rápidamente por donde las flechas indican y detrás de nosotros Sam y Julián hacen lo mismo.
No hace falta más que salir a la terraza del edificio para sentir el fuerte frio que hace aquí arriba. La veo temblar como una hoja y de inmediato me quito mi abrigo para dárselo —ten preciosa. — le digo colocándolo sobre sus hombros y me sonríe.
—Gracias. — me dice y seguimos caminando —ven, por aquí. — propone y me toma de la mano para hacer que nos paremos frente a la reja.
Nunca me cansare de la vista de esta ciudad desde las alturas, es hermosa, llena de luces, autos y rascacielos tan altos que te hacen sentir miniatura —¿nos tomamos una foto? — le pregunto y de inmediato asiente.
Saco mi celular del bolsillo del pantalón y rápidamente nos acomodamos para tomarnos la foto —otra. — me pide y vuelvo a acomodar la cámara frontal del celular y justo cuando me dispongo a tomar la foto, ella me toma de la cara para girarme y darme un beso que me hace sonreír.
—Mejor así. — comenta divertida y al ver la foto en la pantalla del celular, me quedo sonriendo como un idiota.
—Nos vemos muy bien juntos. — digo divertido.
—Demasiado bien… somos perfectos el uno para el otro. — indica sin apartar su mirada verde que debería ser ilegal de la mía…
—Lo somos. — afirmo y la vuelvo a besar, pero esta vez un poco más. —nos merecemos esta felicidad, sobretodo tú. — le digo muerto de amor por ella y se sonríe.
—Lo se… y ¿sabes lo que nos merecemos también? — me pregunto y niego como un idiota sin dejar de mirarla.
—Regresar a McFadden…— sugiere haciéndome reír.
—¿Al bar donde nos conocimos el verano pasado? — pregunto sin poder creerme su propuesta y sonríe.
—Si, al bar donde nos besamos casi toda la noche…—
Al terminar de ducharme, salgo a la habitación para cambiarme y me la encuentro a ella con un vestido corto color negro con su espalda completamente abierta y unos tacones haciendo juego. —wow…— digo —ya entiendo porque quisiste ducharte primero. — continuo y rio nervioso —te ves… uffff. — consigo decir y ella como si nada, sigue maquillándose frente al espejo que hay colgado en la pared.
—No quería que me dijeras que tardo siglos en arreglarme. — dice como si nada.
—Aha…— digo mientras me quito la toalla y me comienzo a colocar el bóxer —oye, ¿tú no tendrás frio con ese vestido? — pregunto sin poder quitar mis ojos de ella.
—Llevare un abrigo…— responde con un tono de picardía haciéndome reír.
—De acuerdo… me asegurare de llevar otro por si acaso. — bromeo y continúo vistiéndome.
—Gracias amor. — dice con un tono divertido y entiendo que con ella mi vida jamás será aburrida y mucho menos monótona, ella hace que todo tenga un sentido diferente y único que no se si esperaba que alguien le diera a mi vida y es exactamente eso lo que me hace sentir tan especial junto a ella.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Invitado de La Boda