El Invitado de La Boda romance Capítulo 60

Estoy parado aquí frente a este altar ubicado dentro de una íntima capilla perfectamente decorada en la ciudad donde ella y yo nos dimos cuenta que estábamos enamorados y que todo eso que vivimos durante esos días era más que una simple aventura, y siento que el corazón se me va a salir del pecho. La idea de casarme siempre me había parecido algo muy alejado a mi realidad, yo era un hombre frio y distante con las mujeres, uno que no creía mucho en el amor, pero aquel día cuando la vi vestida de novia antes de su boda, me di cuenta que había caído rendido ante sus encantos. Descubrí que quería que fuera mi esposa, que por primera vez envidiaba demasiado la suerte de otra persona, y entre varias situaciones que tuvimos que afrontar, ahora soy yo quien la espera para casarse, pero yo no soy como él, mi amor por ella es real y pretendo pasar el resto de mi vida a su lado.

—ahí viene— murmura Samantha y sonrió triunfal al escuchar “love me tender” de Elvis Presley de fondo.

Entre sueños había imaginado este momento, pero la realidad supera toda mi imaginación, la vi vestida de novia una vez, pero al parecer eso no había sido nada a comparación de cómo luce esta noche. Un vestido en forma de corsé en la parte superior con un trabajo de pedrería y transparencias estratégicamente localizadas para robarme la razón, una falda amplia que sigue el trabajo de la parte superior y un velo que complementa a la perfección el alucinante vestido que trae puesto. Su cabello cae en ondas sutiles que se complementan con su maquillaje sutil que resalta sus ojos profundos, su piel caramelo, esos labios gruesos que me invitaron a besarla desde el primer instante que la vi y a eso le sumo que la encantadora sonrisa que adorna su rostro en estos momentos, es solo para mí.

La distancia entre los dos se acorta completamente y sin poder evitarlo mis ojos se llenan de lágrimas que solo buscan reflejar la emoción que siento —Martin, cuídamela mucho por favor, no me falles— me pide David cuando a pesar de lo inusual que es nuestra boda, él entrelaza la mano de Alai y la mía.

—La cuidare con mi vida— le digo y me sonríe mientras que tomó la mano de mi casi esposa y deposito un tierno beso en ella —mi amor— le digo mirándola a los ojos —te amo—

—Yo a ti— me dice en un susurro mientras nos paramos frente al juez de paz.

Él nos sonríe, nos mira y comienza a hablarnos acerca del amor, del matrimonio y de nuestras responsabilidades como esposos. Sus palabras nos hacen sonreír y es que tal vez es que ella y yo ya hemos pasado por tantas etapas de nuestra relación en este corto tiempo, que todo se nos hace familiar. Visto desde afuera, lo de nosotros dos no tiene pies ni cabeza, pero ¿Quién dijo que el amor es lógico? ¿acaso viene con un manual de instrucciones de quien y en qué momento enamorarte? Lo dudo… sería muy fácil y aburrido. La magia del amor es esa, hacer que algo que parezca imposible sea posible… aquel día la vi y pensé que había llegado tarde a su vida, pero no, me equivoque, llegue justo a tiempo para rescatarla de un hombre que no la amaba, y ella también llego a tiempo a mi vida… llego para enseñarme que dentro de mi había un hombre romántico, uno lleno de ganas de luchar por la mujer que amaba, y sobre todo, uno que entendió que no estaba completo sin ella. Alai es en mi como esa última pieza del rompecabezas que faltaba para dejar ver la imagen completa de mi persona, saca todo lo mejor de mí, y ahora saca ese instinto paternal que siempre tuve escondido y no quería admitir.

La pregunta más importante en estos momentos es hecha por el juez de paz y el primero en decir “acepto”, soy yo para obtener como recompensa la sonrisa más espectacular de todas. Ahora es ella quien responde con la misma palabra y morder mis labios me es inevitable… —por el poder que me confiere la ley del Estado de Nevada, los declaro marido y mujer— sentencia el juez —Martin, puedes besar a la novia— me dice mientras que mis ojos estan clavados en los de ella y sin dar tiempo a ninguna otra palabra, me acerco a los labios de quien ahora es mi esposa, para besarla como tanto me gusta hacerlo.

Sus labios y los míos se mueven lenta y de manera sincronizada mientras que los aplausos de nuestra familia retumban en esta intima capilla y una vez que nuestros labios consiguen separarse aun en contra de nuestra voluntad, yo no puedo evitar arrodillarme frente a ella y besar su vientre —los amo— le digo mirándola a los ojos y la reacción de nuestras familias no se hace esperar, pero antes de responder a cualquier pregunta, regreso a su boca para besarla una vez más disfrutando de esta increíble felicidad que nunca antes había sentido en mi vida.

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