El padre de mi amiga romance Capítulo 4

Narra Abel.

No podía estar más tiempo a solas con Luciana. Me despedí de ella y me dirigí hacía mi oficina, cuando llegué cerré la puerta, luego me senté en mi silla, sobre el escritorio tenía una botella de whisky, me serví un trago y luego tomé un gran sorbo, luego tomé más y más necesitando el efecto de la bebida para despertarme. Me froté la cara con las palmas sudorosas, tratando de borrar las imágenes de la pequeña amiga de mi hija, masturbándose pronunciando mí nombre

—Mierda. ¿Qué demonios es lo que me pasa?—exclame, no estaba en mi sano juicio. El estrés del trabajo y el exceso de alcohol estaban provocando esta respuesta inapropiada y empañando mi maldito sentido común. Sabía que mostrarme su selfie desnuda no había sido un error, claramente me estaba coqueteando. Al parecer no le importaba que yo fuera mucho mayor que ella. Mi polla estaba dura como una roca amenazando con romperme el pantalón. Maldecí en voz baja, enojado conmigo mismo por actuar tan descuidadamente. No debería haberla dejado tan cerca. Era el adulto, por el amor de Dios. Dejé que ella tocará mí polla mientras me limpiaba el pantalón. Debería haberme dado cuenta de lo que estaba haciendo y detenerla; pero vi el brillo perverso en sus ojos. Ella era demasiado joven. No debería ofrecer avances tan seductores a alguien de mi edad. Pero esos labios, sus muslos desnudos eran tentadores. Un hombre más fuerte habría negado los pases inapropiados o los habría cerrado en el instante en que comenzaron. La forma en que apoyó esas perfectas tetas pequeñas sobre la mesa… Dios, no quería nada más que meter mi polla entre ellas. Mi mano ha estado alrededor de mi pene demasiadas veces para contar fantaseando con eso. Pasé mi mano sobre mi erección, tal vez si me acariciaba un par de veces, liberaría algo de presión. Metí mí mano en mi pantalón, gemí al primer tirón deslicé hacia arriba y hacia abajo. En lugar de buscar una liberación sin sentido, mi mente volvió a ella mirándome, lamiendo su labio inferior con la lengua. Joder ...me acaricié más fuerte. Me iría al infierno si seguía pensando en la amiga de mi hija, el hecho de que tuviera dieciocho años debería ser una gran razón para dejar de masturbarme. El problema era que mi mente no dejaba de reproducir la forma en que su mano se introdujo en su coño cuando se masturbó. Mis párpados se volvieron pesados, los cerré por completo, seguí trabajando mí polla con mi mano, tratando de luchar contra las imágenes de sus pezones rosados, apostaría a que su coño era igual de rosa—. Joder— me queje, trabajando más rápido. Esa niña traviesa se estaba burlando de mí. Queriendo que…

Un golpe en la puerta de mi oficina hizo que mi cabeza se levantará y mis ojos se abrieran de golpe. Mierda. Liberé mi polla de mi mano, negando con la cabeza. ¿Qué diablos estaba haciendo?

—¿Señor Brown?—escuche la voz de Luciana mientras asomaba la cabeza—. ¿Qué está haciendo?—preguntó mientras entraba a mí oficina sin darle yo permiso. Mí pantalón estaba desabrochado y mi polla todavía estaba dura en mi regazo—. Tal vez pueda ayudarle con su trabajo—añadió en un tono lujurioso.

—Luciana creo que deberías irte a la cama—le dije, mi voz no sonó convincente y mi polla palpitaba con cada paso que ella daba—.Lo digo en serio. No es una buena idea—añadí.

Ella no escuchó. Esta niña mala no escuchaba.

—Señor Brown ¿o puedo llamarlo Abel?—preguntó con mucha confianza. Joder, la forma en que mi nombre salió de su lengua a través de sus labios rojos, fue excitante, no dejaba de pensar qué hermosa se vería mi polla metida en su garganta. Era imposible apartar mis ojos de los de ella mientras rodeaba mi escritorio. No podía negar que me había atrapado—.Oh, señor Brown qué ha estado haciendo?—mencionó. En Sus labios se formó una sonrisa traviesa, su lengua sobresalió para lamer su labio inferior.

—Esto no es lo que parece. No es lo que tú ...

—Creo que es exactamente lo que parece—dijo inclinándose hacia adelante, subiéndose la falda de algodón que tenía puesto de la tarde para arrastrarse lentamente hasta mi escritorio. Sus nalgas se asomaron por detrás, mi mano dolía por azotar su pequeño culo travieso y desnudo. Luego se arrastró hasta el centro de mi escritorio, después maniobró para quedar frente a mí. Sus piernas estaban bien abiertas, no tenía bragas, ella estaba desnuda, tenía una vista privilegiada de su coño—.Como dije, tal vez pueda ayudarlo—mencionó, ella se acercó y mis manos se levantaron para envolver sus muslos desnudos para detenerla.

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