Narra Luciana.
No podía dormir, he estado acostada durante un par de horas. Mi mente seguía volviendo al señor Brown y lo que hicimos. Mierda, me sonroje bajo las sábanas recordando lo increíble que había sido. Nunca había estado con un hombre tan sexy. Pensé que cedería a la tentación fácilmente, pero cuando vi arrepentimiento en sus ojos tuve que irme de su oficina para que aclarará su mente. Su esposa debió ser la mujer más feliz del mundo cuando estaba viva teniendo a su lado un hombre tan sexual como lo era él. Estaba inquieta debajo de mi manta, estaba pensando en tenerlo una y otra vez y no había forma de que un hombre tan hambriento como él realmente quisiera deshacerse de mí.
— ¿Me rechazaría si fuera a buscarlo por más ? —me pregunté.
Había tomado el valor de ir a buscarlo a su oficina cuando se fue de la sala de estar durante la película. Siempre me han gustado los hombres mayores, los chicos de mí edad jamás me causaron tanta admiración y curiosidad como lo hacía el señor Brown, mí padre siempre me decía que yo era demasiado coqueta con los hombres, él nunca me quiso, crecí sin su afecto y sin una figura materna, mí hermano al contrario siempre fue su favorito, y aunque era mayor que yo nuestra relación no era muy buena. Así que nunca tuve realmente una figura paterna o una familia funcional quizás por eso buscaba afecto en hombres mayores.
Volteé ver a amiga, estaba profundamente dormida, en su mesa de noche había un frasco con algunas pastillas para dormir, en ocasiones le costaba conciliar el sueño. En ese momento me pregunte si había hecho lo correcto al buscar a su padre y provocarlo de esa manera, mí amistad con ella era también importante. Una punzada de culpa me invadió en ese momento.
Necesitaba un poco de agua, me puse de pie y salí de la habitación. Cuando caminé por el pasillo escuché una respiración ronca que venía de la habitación del señor Brown. No era ajena al sexo ni a los sonidos que hacían los hombres. Mí padre tampoco se molestó en ocultarme esa parte cuando llevaba mujeres a la casa, así que cuando abrí la puerta de su oficina, supe lo que iba a encontrar y tenía razón. Su polla estaba dura en su regazo, y se estaba masturbando, tenía la sensación de que yo tenía algo que ver con eso. En el segundo que puse mi plan en su lugar, fue como masilla en mis manos. Me devoró, y fue el paraíso absoluto. No había duda de que él sentía lo mismo que yo. Esto era más que lujuria, era hambre, determinación y pasión. Me anhelaba tanto como yo lo anhelaba a él. Decidí ingresar a su habitación, me acerqué y giré la perilla, al entrar sigilosamente, mis ojos se adaptaron a la oscuridad de su gran habitación. La tenue luz del baño iluminó el espacio y note la gigantesca ducha, era la primera vez que ingresaba a su cuarto. Solo me imaginaba en todas las cosas sucias que podríamos hacer en el, fantasías se arremolinaron en mi mente traviesa. Miré a la izquierda y encontré su cama en el centro de la habitación. Él estaba durmiendo, su pecho estaba desnudo, una sábana de seda estaba descansando justo encima de su ombligo, dándome una vista completa de la parte superior de su cuerpo. Incluso en la oscuridad, admire su ancho y exquisito pecho . Me quite la ropa se la tiré rápidamente al suelo, luego me acerqué y me subí a su lado. Él no se movió cuando levante la sábana y me alegre al ver que dormía desnudo. Me arrastre y me acomodé entre sus piernas. Había estado pensando en hacer esto desde que había salido de su oficina. Puse mis labios alrededor de la punta de su polla y lami su eje, me di cuenta de que estaba comenzando a moverse. Mi mano se envolvió alrededor de su circunferencia y lo jale lentamente hacia arriba y rodeando mi lengua sobre la cabeza.
—Mmmm —gimió dándome luz verde, succione más fuerte, metiendo su polla profundamente en mi garganta, repetí mis movimientos hasta que él se sacudió debajo de mí—.¡¿Qué carajo?!—exclamó.
—Sin embargo, tan bueno—le dije—.¿Por qué no me llevas a tu gigantesca ducha y me inclinas sobre ese elegante azulejo? Ericka está profundamente dormida—le comenté.
Sus ojos brillaron de ira, pero su polla se endureció, y eso lo delató. De repente agarró mi cadera y me azotó el culo.
— Regla número uno: nunca menciones a mi hija. Regla número dos: yo digo lo que pasara—agregó, azotándome de nuevo—. Ahora métete a la ducha. Necesito limpiarte —añadió con lujuria.
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