El padre de mi amiga romance Capítulo 7

Narra  Abel.

La llevé  hasta  mi baño y luego giré la boquilla de la ducha. Había emoción mezclada con furia corriendo por mis venas, luego la empujé a mi ducha. ¿Cómo se atrevió a entrar en mi habitación privada y seducirme? Ella debería tenerme miedo y de las consecuencias de las acciones que había hecho hace un rato en mí oficina, acciones de las que amaba cada maldita parte. Ella ingresó al agua en el segundo en que abrió sus muslos, ofreciéndome su coño rosado e hinchado, espeté. Fui a ese lugar oscuro dentro de mi cabeza, un lugar al que solo iba cuando estaba en mí cub privado. Ella provocaba el sádico en mí. Me había enojado tanto por su descarado intento como por mi debilidad, que casi fui a  buscarla para castigarla. Ella pensaba que yo no era  malo, pero le  probaré que sus palabras no eran ciertas.

Sus labios todavía estaban hinchados, sus pezones estaban duros  bajo el agua.

—Vamos a aclarar algunas cosas— comencé hablando, luego  ingresé a la ducha, pude ver   nerviosismo mientras se mordía el labio inferior—.Yo hago las reglas. Yo tomo las decisiones. ¿Quieres ser mi niña traviesa? entonces escúchame y obedéceme—le dije dándole la vuelta  para azotarla en  su culo, frote   mi polla ya dura por su piel. La empuje contra la pared de la ducha y clave mis dedos en su coño, no dejaba de  fantasear con follar su culo. Podría apostar a que gritaría de placer si lo hiciera.

—¡Si!— gimió en el segundo en que mi palma abierta golpeó su trasero regordete de nuevo. Mi polla se sacudió y estaba tentado de empujarlo por su culo.

—Eres mi sucio secreto, lo que significa que te quedarás callada a menos que te diga que hables—le reproché— .¿Te gusta cuando  te follo así niña sucia?—le dije—. ¿Crees que te voy a dejar entrar a mi cama de nuevo?

—Sí, quiero eso— murmuró.

Joder, yo también quería eso. He tenido muchos juguetes en mi cama. Mujeres de todas las formas, tamaños y edades. Pero ella ... era como un regalo especial, una fruta prohibida y ahora iba  a arruinar cada parte de ella.

—Apuesto a que sí. Pero tienes que ganarte ese lugar —le dije. Ella abrió la boca para responder, pero  le volví a azotar por desobedecer—.Niña mala. Desafiarme es un no—dije, su coño estaba empapada. Quería follarla hasta el olvido, pero quería tomarme mi tiempo y disfrutar cada parte de ella primero—.Ponte de rodillas. Quiero verte chuparme mí polla—le ordené, luego sentí  su boca alrededor de mí polla. Ella era como un ángel llevándome hasta el fondo de su garganta. Luciana era  complaciente, me agarró como un felino hambriento, envolviendo sus labios alrededor de mi punta. No pude evitar  meterme en su boca más profundamente haciéndola sentir arcadas. Joder, ese sonido era música para mis oídos. Ella me chupó más profundo. Empujé con enojo en su boca, y ella se vio obligada a agarrarse de mis gruesos muslos para mantenerse erguida. Estaba a punto de soplar su pequeña garganta, pero no estaba listo para que esto terminará. Así que salí de ella, su  mirada estaba nublada por la lujuria, alimentando mi oscuridad—.Levántate—le pedí—ella lo hizo de inmediato, y le di  vuelta, la penetre de golpe, mi polla dentro de ella se sentía muy bien, la empujé más contra la pared—. ¿Es esto lo que quieres? —agregue, penetrándola con una fuerza brutal.

—¡Sí ! —gritó con fuerza.

—Estás tan apretada, niña traviesa—exclame—. Dime, ¿Tu amigo Edwin ha estado dentro de este estrecho coño? —interrogue, los celos instantáneos me hicieron empujar demasiado fuerte, haciéndola gimotear. Ella no respondió agarre su coño y pellizque con fuerza—.Respóndeme—le ordene.

—¡No, no lo ha hecho. Sólo tu!—contestó.

Esa era la respuesta que quería escuchar.

—Eres mi juguete Luciana ¿me escuchas?.

—Sí— respondió, sus gemidos eran como una droga.

—Soy un hombre egoísta, Luciana. Yo no comparto Eres mía o no eres de nadie—le exprese.

—Soy solo tuya Abel—contestó, el sonido de mi nombre en sus labios era fascinante. Le di una nalgada en el culo mientras la embestía, mis bolas se tensaron hasta un nivel de dolor.  Sus paredes se  contrajeron a mi alrededor mientras se desmoronaba. Un gruñido  feroz salió de mis pulmones. Entré en ella dos veces más, luego salí gruñendo.

—De rodillas—le ordené. Cuando lo hizo jale mi polla, mi propio orgasmo me atravesó y vi con completa satisfacción cómo mi semen pintaba su cara. 

Esto apenas comenzaba, ella no tenía idea de las cosas que le podía hacer.

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