El precio de tu Amor romance Capítulo 49

Natali tomó la taza de café en sus manos, y luego sopló lentamente antes de llevarse un trago a la boca.

Hoy se sentía un poco más aliviada, eso porque desde que salió del restaurante de Shan ayer por la tarde, se fue directamente a la casa de Lana, y con todo y la ropa de calle se había tirado a la cama y se había despertado hasta la madrugada.

Lo había necesitado, y su cuerpo se lo agradeció en sobre manera.

Ahora mismo, estaba hambrienta, y aunque ya iba corriendo su turno a media mañana, estaba aprovechando el receso para comer algo mientras entraba de nuevo al turno con la doctora Tucker.

Soltó el aliento relajando sus hombros sabiendo que, aunque Andrew viniera todos los días, ya no iba a ser una tortura verlo porque estaría alejada de ese salón. Y a lo mejor también después de ayer, él decidiera que ella estuviera a metros de su distancia.

Dio unas mordidas al emparedado que compró en la cafetería y siguió tomando su café negro mientras deslizaba su dedo por el móvil al observar los apartamentos tipo estudio, que estuvo averiguando en este tiempo.

Ahora que no debía pagar la mensualidad de su universidad, podía pagar fácilmente uno de estos lugares.

—Hola… —la voz de la doctora Anggie llamó su atención y rápidamente alzó la cabeza para verla de pie delante de ella con las manos en los bolsillos.

—Doctora… ¿Necesita alguna cosa? —preguntó con interés intentando levantarse.

Ella negó rápidamente haciendo que se sentara de nuevo, y luego tomó una silla para acomodándose a su lado y dejando un poco impresionada a Natali.

De hecho, ayer mismo la había conmocionado. Pero de seguro que sintió lástima de ella cuando intervino.

Natali dejó su emparedado a la mitad y se sacudió las manos.

—Puedes continuar… no vengo a interrumpir tu comida, solo… vengo a darte una información —le indicó la doctora.

—Claro…

—Bien, Natali… Ammm, Peter que es tu compañero de guardias, seguirá conmigo el resto de la mañana, pero tú… quiero que me devuelvas el favor que te hice ayer…

Nat abrió los ojos.

—No entiendo, doctora…

—Lo entiendes… sabes por qué de cierta forma te saqué de ese lugar donde estabas en tu propio caos… Ambas sabemos aquí lo que ocurre…

Natali parpadeó varias veces y luego le quitó la mirada para ver sus propias manos.

—Y se lo agradezco. Realmente espero que este mes se termine pronto…

Hubo un silencio largo, y luego Anggie prosiguió.

—Hoy vas a terapias de nuevo con Julen… el terapista. El doctor Archer únicamente atenderá a Andrew desde su consultorio, así que serán ustedes tres en ese salón de ahora en adelante…

—Doctora… no…

De un momento a otro Anggie puso su mano encima de ella.

—Si después de este día, no quieres entrar más, no estarás obligada hacerlo y yo lo entenderé perfectamente.

Los labios de Nat temblaron un poco, pero lo que realmente estaba al límite era el latido de su corazón.

«¿Qué estaba pasando?, ¿Esto estaba siendo planificado por Andrew?, ¿Quería humillarla? ¿Desquitarse de su dolor?»

Era lo único evidente que podía pensar.

—Bien, Natali… ya me voy… por favor, no dudes en hablarme mañana si esto no resulta, ¿de acuerdo?

La mujer ni siquiera le dejó responder cuando ya se había ido.

«¿Resulta?, ¿Qué debía resultar? ¿Acaso se habían vuelto locos todos en el hospital?»

Ella metió su cabeza en las manos negando mientras intentaba controlar de nuevo su respiración.

¡Por supuesto que nada iba a resultar!

Observando su comida a mitad de camino, negó varias veces, había perdido el apetito, y lo único que le quedaba ahora, era ir al cuarto de cambio, lavarse y prepararse psicológicamente para la mitad de mañana que quedaba.

Sin embargo, se odió a sí misma, porque a pesar de la perturbación que tenía su cabeza, su cuerpo no hacía más que emocionarse por el hecho de volver a verlo de nuevo.

Después que secó sus manos y su boca recién lavada, se miró en el espejo y tomó el aire posible para salir rumbo a la sala de terapias.

En cuanto abrió la puerta, pudo divisar a Julen conectando algunas cosas, y a Andrew sentado, quien la observó nada más entrar.

Hoy se veía jodidamente hermoso.

Tenía una camiseta polo blanca y una pantaloneta corta color mostaza, debido, claro, a la condición de su pierna.

Ella apretó su mandíbula y sus pasos se hicieron más lentos cuando observó que, en realidad estaban solo ellos.

«¿Dónde estaba esa enfermera fastidiosa?»

Se acercó hasta una distancia prudente, y sin importarle un carajo, lo saludó.

—Buenos días, doctor…

Pudo divisar una especie de mediana sonrisa en su rostro, pero sacudió su cabeza y apretó sus ojos para quitar su alucinación.

—Buenos días… Natali.

Ella alzó el rostro conmocionado ante su mención. Su voz era tan gutural, tan espesa y sensual que se sintió envuelta en su magia de nuevo.

Ahora mismo estaba deseando que volviera a ser un engreído y que la mandara a la mierda, en vez de estar mirándola con esos ojos que le daban de cierta forma una esperanza.

Nat asintió y luego se giró hacia el terapista que permanecía en silencio.

—¿En qué puedo ayudar? —hizo la pregunta hacia el médico, pero quien respondió fue Andrew.

—A todo lo que yo necesite… durante la terapia… —y tomando el bastón con el que ayudaba a equilibrarse, Andrew se levantó haciendo que ella se sintiera demasiado pequeña en su frente.

—Hoy vamos a dar algunos pasos… —indicó Julen como si no escuchara nada de lo que estuviera pasando, y llegando hacia ellos, se agachó para frotar un gel en la pierna de Andrew de forma mecánica, para luego colocar unas botones en varias partes de su pierna, que estaban conectados por cables demasiado finos.

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