Un mes después…
—Imagino que estás muy feliz, ¿no es así? —Nat sonrió negando una vez que volvió a colocar las compresas frías en la pierna de Andrew, y luego quitó el gel que había utilizado unos minutos antes.
—Depende de qué punto lo veas… —ante la respuesta, Andrew negó con su sonrisa devastadora mientras colocó sus manos en la nuca recostando la cabeza y deteniéndose en mirarla solo a ella.
Nat terminó de envolver toda la pierna con las compresas e inspeccionó que su pierna estaba en perfectas condiciones para seguir con el protocolo de todos los días.
Compresas calientes y frías, corriente, caminatas… entre otras cosas de la rutina.
Ya no estaba usando el bastón, y aunque no caminaba de forma perfecta y rápida, este mes de terapias le había sentado tan bien que parecía que nunca se hubiese roto la pierna en pedazos.
Ella trató de limpiar las zonas que aún tenían gel con cuidado, esperando que Andrew dijera cualquier cosa que hiciera que su corazón volviera a estallar.
Porque en eso se había convertido este mes, en donde lo acompañó todos los días como un horario sagrado a sus terapias de recuperación.
Y lo de amigos, no había sido una broma. Después de que hablaron en ese restaurante, en el que nuevamente ella no pudo evitar demostrar sus lágrimas ante la conmoción al final, se despidieron con un abrazo que demoró más de lo indicado, y se fueron por su lado para darse un espacio ante la cruda realidad de la que sabían no podía escapar.
Y aunque Andrew aceptó su perdón, aquí estaba ella, siendo su amiga, y una compañera que de cierto modo estaba siendo parte de su proceso de curación física, y emocionalmente, sin duda alguna.
Natali también podía recordar sucesos como los de hace una semana, donde la había sorprendido cuando estaban caminando juntos por la baranda, y Andrew de forma inquieta para decirle:
“Perdóname por empujarte ese día… por decirte esas palabras que no sentía. Hablé desde mi ira, quería llevarte junto con mi dolor y mi impotencia… Perdóname Nat, nadie debe ponerte un dedo encima…”
Como ella se había convertido en una llorona desde hace algún tiempo, no pudo evitar las lágrimas, y después que ese dedo pulgar limpió su mejilla, ella se abalanzó dándole un abrazo que casi le costó que la echarán del salón de terapias.
“Esto es solo un abrazo de amigos” Nat le recordó a Andrew mientras ambos volvieron a reír como unos tontos para continuar con su rutina.
Pero ella podía jurar incluso que ahora su relación era mil veces mejor que antes, aunque no hubiera besos y abrazos, el tejido que estaban realizando en su confianza y en sus personas, era mucho mejor que cualquier cosa que Natali pudiera desear.
La sonrisa en el rostro de Andrew hacía que su corazón sintiera una especie de alivio, y que de cierta forma ella se conformara con su alegría.
—Hoy hablaré con mi padre en la tarde… —soltó Andrew de repente mientras ella abrió los ojos para quedarse estática escuchando—. Almorzaremos juntos…
—Creo que has postergado el asunto mucho tiempo. Él también merece ser escuchado…
—No voy a que me repita el suceso de nuevo, Nat… solo quiero hacer las paces con él sin explicaciones, no necesito más de ellas… ahora mismo lo que deseo es que ellos dejen de preocuparse por mí como si fuera un niño.
Nat asintió un poco nerviosa. Desde ese día en el restaurante no había tocado más el tema, y hablar de ese asunto la ponía realmente tensa.
—Es porque eres su favorito… —sonrió—. ¡Bien…! Debemos esperar una media hora con estas compresas, y luego —ella le asomó los cables—. Corriente y calor para los niños malos…
Andrew no sonrió, pero esa mirada brillosa, fue peor que el odio porque parecía que iba a lanzarle algo de lo que no estaba preparada, y al borde del desespero resopló:
—Suéltalo ya… estoy al borde del colapso… ¿Te irás del país? ¿Es eso lo que vas a decirme? —ella preguntó mientras sus labios temblaron un poco, pero lo hizo de forma graciosa para disimular su conmoción.
Y Andrew sonrió negando.
—No… estoy pensando que hoy terminan tus pasantías en el hospital… y que no vendrás hasta el nuevo año.
Nat asintió lento. Ahora mismo estaba reflexionando en lo del cambio del hospital, pero no se lo diría a él por el momento. Además, no es que él iba a hacer nada por eso, ¿o sí?
—Son las vacaciones más ansiadas de mi vida… creo que dormiré durante un mes entero —Respondió rápido.
«¿En qué cama?», se preguntó Andrew mientras su ante pierna se estremeció con fuerza.
El hecho es que cada día era una situación para soportar. Estar al lado de Nat era una agonía por no poder tocarla, ni besarla, ni decirle que ya no podía más sin estar con ella.
Las semanas que habían pasado tan juntos, quiso mandar todo a la mierda, pero no había soportado tanto por nada. Era necesario primero caminar antes de correr, y esta vez no dañaría todo lo que le había costado por estar aquí. Sin dolor, sin ansias, sin esa sensación que le amargaba el alma y empobrecía todo su alrededor.
No había otro punto sino ella. A pesar de lo que había hecho, de sus errores con excusa o no, Nat era la mujer que le había robado el corazón, y que, de hecho, lo había comprado. «¿No se daba cuenta aun?», pensó Andrew al ver su boca con intensidad, porque cada cosa que había hecho, cada paso que había dado, había sido solo para acercarse a ella.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El precio de tu Amor