Un hombre apareció entre las flores, todo su ser emanaba una vibración fría. Su presencia era tan fuerte que podría ser alguien tan influyente y digno como el Presidente.
Al instante, los ojos de Ulises se entrecerraron con incredulidad. Se adelantó y saludó con respeto al hombre.
-Señor Licano, no esperaba encontrarlo aquí.
En respuesta, Roberto le lanzó una mirada gélida.
-Señor Orneles, ¿quién se cree usted que es?
En el momento en que Ulises escuchó lo que dijo Roberto, el corazón casi se le salió del pecho.
Estaba frente al Director General de Grupo Licano, el hombre que podía determinar la economía de toda la nación.
«¿Y por qué está aquí? ¡Ah! Si lo hubiera visto hace un momento... ¡No habría actuado con tanta arrogancia!».
Al darse cuenta de que pronto estaría en un gran problema, se apresuró a poner una sonrisa de disculpa.
-No, por supuesto. ¿Por qué iba a molestarlo de repente? De haber sabido que estaba aquí, ni siquiera hubiera venido. Todo esto es un malentendido.
-Un malentendido, ¿eh? ¿Entonces porque escuche otra cosa? Creo que escuché algo cómo... ¿que te negabas a pagar?
Ulises asintió de manera profusa.
—Sí, sí. Todo es un malentendido. Justo ahora estaba a punto de pagar la cantidad restante. —A continuación, se llevó la mano al bolsillo y sacó la cartera.
Ante el asombro de todos, Roberto añadió de repente:
-Ah, otra cosa: tienes que indemnizarla por las molestias que le acabas de causar.
En ese momento, Ulises no se atrevió a decir nada más. Por lo tanto, aceptó de manera instantánea.
-Sí, por supuesto.
Sacó un montón de billetes de su cartera y se los entregó a Paulina.
-Aquí tienes diez mil en efectivo. Además del pago pendiente, el resto es para cubrir la molestia que te causé.
Sorprendida y sin saber qué decir, Paulina tomó el dinero antes de mirar a Roberto con curiosidad.
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