Al día siguiente, un costoso Maybach se detuvo frente a la florería.
La puerta trasera se abrió y aparecieron un par de largas piernas...
El hombre iba vestido con un traje negro hecho a medida, con la camisa abotonada hasta arriba de manera meticulosa. Sus hombros anchos y su buena complexión se mostraban a la perfección mientras emanaba una presencia dominante.
Roberto miró la pequeña florería antes de entrar en ella. Dio la casualidad de que Daniel y Raquel bajaban las escaleras de manera juguetona.
Raquel vio de inmediato a Roberto y exclamó encantada:
—¡Eh, es ese señor guapo! —Roberto se detuvo en seco y se volteó en su dirección.
Lo siguiente que supo fue que Raquel se dirigía hacia él antes de rodear sus largas piernas con sus brazos.
Roberto la agarró por reflejo del brazo.
—Ten cuidado.
En ese momento, Raquel lo miró y le preguntó con toda ternura:
—Señor guapo, ¿qué hace aquí?
Mirando sus irresistibles mejillas regordetes, no pudo evitar pellizcarlas un poco.
—Vine para comprar flores.
Al mismo tiempo, Paulina acababa de salir de detrás de su tienda cuando vio a Raquel aferrada a la pierna de Roberto.
En ese mismo momento comenzó a regañarla:
-Daniel, Raquel, vayan a jugar arriba. Intenten no molestar a los clientes, ¿de acuerdo?
Los dos niños se decepcionaron al oír su orden, pero la escucharon con obediencia. Poco después, Raquel soltó a Roberto y dijo:
-Tenemos que subir ya. Adiós, señor guapo.
—Está bien, nos vemos. —Roberto asintió y les hizo un gesto con la mano. Al verlos partir, Roberto sintió de pronto una profunda sensación de pérdida en el fondo.
«¿Por qué siento esto por los niños?». Estaba confundido.
Se quedó por completo desconcertado cuando sonó la voz de disculpa de Paulina:
-Señor, usted ya sabe cómo son los niños de juguetones, así que, por favor, no se lo tome a pecho.
-No te preocupes, no lo haré, -respondió Roberto.
Mirándolo, Paulina preguntó con cautela:
—¿Se le ofrece algo?
Gabriel respondió en su nombre.
En ese momento, Montero parecía un poco incómodo ante su pregunta.
-Tengo las manos atadas. El equipo de utilería no tenía suficientes fondos, así que sólo pudimos conseguir la mitad del importe.
Paulina se enfureció con su respuesta.
—Son un equipo de producción enorme. ¿No me diga que no pueden pagarme? ¿Se lo impidió Adriana González?
Mientras tanto, Roberto no pudo evitar fruncir las cejas al escuchar el nombre de Adriana. Se acercó y preguntó:
-¿Qué pasó?
Montero se volteó y sus ojos se entrecerraron de sorpresa al ver al hombre.
«¡Es Roberto Licano! ¿Qué hace aquí?».
Sin dudarlo, respondió de inmediato:
-Anoche, la Señorita González pidió rosas para rodar una escena de baño. Por lo tanto, encargué unas rosas en esta florería. Pero al final, le dio una gran rabieta y se negó a rodar la escena, así que todas las rosas se desperdiciaron. Esta mañana, fui con el equipo de utilería, pero se negaron a pagar el total. Así que no es que no quiera; no puedo hacer nada al respecto.
La mirada de Roberto se oscureció mientras el disgusto se reflejaba en su mirada.
«Vaya, vaya. Adriana González, pretendiste ser tan recatada ante mí, ¡pero resulta que eres una persona asquerosa y cruel!».
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