Bruno podría estar sorprendido, pero no se le notaba en la cara. Los miró y preguntó:
-¿Quiénes son? -Roberto también lo miraba sin mover un músculo.
«¿Qué relación tiene este hombre con ella? Parece bastante agradable, pero los niños no se parecen a él».
Paulina al final recuperó la compostura y se adelantó para presentarlos.
—Bruno, son mis clientes. Vinieron a comprar flores. —Se volteó para mirar a Roberto agradecida-. Señor, gracias por lo de hoy. Más tarde entregaré sus flores en el hotel.
Roberto asintió.
—¡Gracias!
Con eso, se dio la vuelta para marcharse. Apenas había dado unos pasos cuando de repente se le ocurrió algo. Se dio la vuelta, metió la mano en el bolsillo y sacó algo.
Extendió la palma de la mano y reveló el anillo perdido de Paulina que yacía en su palma.
-Señorita Vidal, guarde bien su anillo. No lo vuelva a perder.
Paulina se quedó boquiabierta al ver su anillo en la mano de Roberto. Lo tomó y le agradeció de manera profusa.
-Gracias, Señor Licano. No sabía que me lo traería aquí. Se lo agradezco.
Sin embargo, Roberto permaneció inexpresivo mientras gruñía en respuesta antes de marcharse. Bruno había presenciado todo el intercambio. Cuando Roberto se fue, se acercó a Paulina y le preguntó:
-Paulina, ¿cuál es tu relación con ese hombre? ¿Por qué tenía tu anillo? —Era evidente que Bruno había entendido mal, así que Paulina le explicó al instante.
-Bruno, lo malentendiste todo. Anoche, dejé el anillo por accidente en su habitación cuando estaba entregando su pedido. No sé quién es. De hecho, ¡ni siquiera sé su nombre!
Bruno se sintió a simple vista aliviado al escuchar su respuesta.
—Bueno. Aléjate de ese hombre. No es una buena persona.
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