El pecho de Rose subía y bajaba contra el suyo, al compás de una respiración pesada y llena de deseo. Las chispas ya estaban allí, ardiendo tanto como se podía mientras Karim intentaba pensar antes de hacer una estupidez, pero vamos... pensar no era lo de ellos cuando estaban juntos.
—¿Hay alguien más aquí? —preguntó Karim y Rose guardó silencio por un minuto.
Los dos sabían que estaba pensando en qué contestarle y de esa respuesta dependería todo. Podía decirle que había empleados cuidando los establos de noche y él le habría creído porque finalmente aquella no era su casa. O podía decirle la verdad sabiendo lo que pasaría después.
Y de Rose Moe se podía decir cualquier cosa ¡menos que era una mentirosa!
—No hay nadie —susurró—. Nadie se queda aquí de noch...
Ni siquiera pudo terminar la oración porque la boca de Karim se estrelló contra la suya en un beso tórrido y desesperado. Era imposible disimular el deseo que sentía por ella, la necesidad de abrazarla, de besarla, de sentir el calor de su piel contra la suya y escuchar cada sonido que lograba arrancar de su boca.
Y de pronto todo lo que había entre ellos se volvió un mar de emociones rebeldes. Karim la besaba apasionadamente y Rose devolvía cada beso como si como si el tiempo no existiera. Sabía que cada momento entre los dos era algo especial, algo único e irrepetible. Su lengua era dulce, traviesa y demandante y cuando el aire faltó él mordió sus labios con un gruñido desesperado.
—Dime que tú también quieres esto —ordenó... o pidió, ya ni sabía.
La risa suave de la muchacha se elevó en medio del silencio de la noche mientras cruzaba los brazos detrás de su nuca.
—Tú tienes un fetiche con los lugares abiertos, ¿verdad? —lo provocó.
—Yo tengo un fetiche contigo, condenada, uno que no se me pasa. ¿No lo entiendes?
Rose volvió a reír y Karim no sabía cómo podía gustarle tanto que ella riera aunque fuera a costa suya.
—Pues en tu defensa creo que soy un excelente fetiche —murmuró ella colgándose de las solapas de su camisa para atraerlo.
¿A quién quería engañar? Ella también se estaba muriendo por estar con él. Lo escuchó jadear de gusto cuando sus bocas volvieron a unirse, sintiendo el momento exacto en que aquella necesidad se desataba por completo y pasaban al forcejeo desesperado contra la ropa.
Las manos de Karim exploraban cada parte de Rose mientras una sensación de calidez abrazadora recorría su cuerpo. Su lengua bailaba sobre su piel mientras ella intentaba contener la respiración para no gritar. Era un concierto ahogado de gemidos, gruñidos y jadeos a medida que la boca del árabe se desprendía de sus labios y bajaba por su garganta hasta la curva suave de sus pechos y terminaba de bajar aquel vestido para liberarlos.
Mordió allí, mientras los dedos de Rose se cerraban sobre su cabello y gemí desesperada. Karim podía sentir el momento exacto en el que las pequeñas areolas se endurecían contra su lengua, el momento exacto en que su cuerpo vibraba y pedía más... y en ese momento exacto dejó de ser dueño de sí mismo para ser suyo.
Apenas sintió la pared detrás de su espalda mientras Rose abría su camisa completamente, peleándose con los botones para dejar paso a esa boca y esos dientes coquetos. Cerró los ojos y apoyó la cabeza en los ladrillos cuando la sintió tirar de su cinturón hasta sacarlo y se cubrió la cara con las dos manos cuando las de aquella chiquilla desvergonzada se metieron bajo su boxer.
—¡Ya mejor mátame de una ve...! ¡Aaaaahhhh! — Karim tenía su pasaje de ida directo al infierno del corazón y lo estaba usando bien.
Ella ya lo estaba matando. Lo supo en el instante en que su miembro se perdió en aquella boca y sintió las pequeñas uñas clavarse en la piel de sus muslos mientras él se perdía en el fondo de su garganta.
Soltó el aire ahogado mientras aquella boca rodeaba la base de su miembro, devorándolo completamente, y Karim supo que el punto de no retorno llegaba en el mismo momento en que veía aquellas lagrimitas en el borde de sus ojos.
No podía resistir más, sus caderas se movían solas siguiendo el ritmo que ella marcaba y los pocos minutos le parecieron eternos. La sensación de estar tan profundamente dentro de su boca era increíblemente maravillosa y la larga tortura que recorría su columna vertebral lo hizo temblar hasta que ya no fue capaz de soportarlo.
Y en ese instante, Karim perdió el control de una vez por todas. La subió contra su pecho de un tirón y al instante siguiente la mejilla de rose se encontraba con la calidez de la pared de ladrillo mientras sentía el fuego del cuerpo de Karim a su espalda. Sonrió inconscientemente cuando la nariz del árabe rozó su oreja, justo antes de morderle el lóbulo y romperle las bragas.
Sus puños se cerraron contra la pared al sentir aquellos dedos explorando, midiendo, entrando y saliendo más húmedos que el condenado Amazonas. Cerró los ojos y esperó, solo un instante en que el paquete se rompía y él seguía besándola hasta que sintió aquella erección presionando ferozmente contra su entrada.
Los dos rieron bajito y luego Karim se apartó de ella con suavidad, procurando hacer desaparecer cualquier evidencia de lo que habían hecho allí, incluyendo el condón, su empaque y las bragas de Rose que tardaron al menos dos minutos en aparecer entre el heno del suelo.
Se acomodaron la ropa mirándose de reojo y luego regresaron a casa, ella caminando despacio y él con las manos metidas en los bolsillos para controlar la tentación de abrazarla.
—Me gustas —le dijo Karim cuando llegaron a la puerta de su habitación y ella se detuvo en el umbral, mirándola con curiosidad—. De verdad me gustas. No lo estoy diciendo por obligación —le aseguró y la vio esbozar una pequeña sonrisa.
—Tú también me gustas, pero no alcanza para una relación, lo sabes.
—Bueno... pero ya no es cosa de una sola noche —advirtió Karim.
—¡Oh no! ¡Sabes contar! ¡Ahora es cosa de dos! —replicó ella antes de sacarle la lengua y meterse a su habitación.
Karim puso los ojos en blanco, pero esos tres metros hasta la puerta de su propia habitación los cruzó con una sonrisa. Un baño caliente y cinco minutos después estaba completamente rendido, y habría tenido la mejor noche de sueño de su vida si una hora después el solo toque de la mano de Rose sobre su brazo no lo hubiera despertado.
—¿Rose?... ¿Qué pasa? ¿Estás bien?
Estaba frente a él un poco temblorosa y muy pálida.
—Creo... creo que tengo que ir al hospital —susurró ella y Karim sintió que todo el valor que había acumulado en su vida lo perdía en ese momento.
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