¿Miedo? No, esa no era la palabra correcta.
Mitch estaba furioso porque de alguna forma el pasado estaba volviendo a él, y no estaba dispuesto a permitir eso. Lo había pensado cien veces antes de decidir hacer aquel postgrado en Inglaterra precisamente por eso, porque sabía que Europa era el campo de juego de la familia biológica que le quedaba por parte de su padre, pero esconderse al otro lado del mundo no era precisamente una opción para él.
—Pues si tiene que llegar el momento, mejor que sea este —gruñó con molestia.
Guardó la tarjeta en el bolsillo y salió del estacionamiento. La hora indicada era poco después de que anocheciera y el lugar una dirección no demasiado lejos del campus de la universidad.
"Así que están más cerca de lo que pensé".
Quizás por ellos era que no había perdido aquella maldit@ sensación de que lo estaban siguiendo.
Pensó detenidamente si debía informar de aquello a su padre o a su tío Kainn, pero determinó que era preferible evaluar por sí mismo el grado de amenaza antes de preocupar a todos. Así que ni siquiera le dijo a Charlie a dónde iba esa noche.
Estacionó cerca del local y no se asombró de que fuera un club para adultos. Luces brillantes, mujeres bailando y barra libre de tragos baratos. El aire olía rancio y definitivamente no era un sitio en el que le agradara pasar el rato. Por suerte, no había estado allí ni dos minutos cuando una chica con muy poca ropa se acercó a él.
—Hola guapo. ¿Estás buscando algo especial? —preguntó con un acento raro, extranjero.
—Lo siento, pero esta noche no estoy interesado, estoy aquí para una reunión. —Mitch miró a su alrededor para ver si había alguien más hasta que sintió la mano en su brazo.
—Lo sé, me mandaron para guiarte —afirmó ella y Mitch le hizo un gesto de asentimiento, siguiéndola por un largo pasillo de luces negras—. Espera aquí —dijo la mujer tocando a la puerta, que se abrió segundos después.
Mitch entró con expresión prevenida y miró alrededor con cuidado. Era un pequeño salón con una mesa y algunas sillas, probablemente destinado a juegos de cartas clandestinos. Al fondo y detrás de una barra muy bien equipada, estaba un hombre de unos cincuenta años que le dirigió una mirada fría.
—Así que has venido —dijo el hombre.
Mitch lo miró atentamente.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó sin rodeos.
—Solo hablar. Después de todo creo que eres una figura importante —murmuró el hombre.
—Pues mis papás me enseñaron bien a no hablar con extraños, así que a menos que empieces por decirme tu nombre, no me interesa continuar esta conversación —le advirtió acercándose a la barra—. Cantinero, la mejor copa de la casa, por favor —dijo en un tono que indicaba claramente que no lo veía como a un igual.
El hombre hizo un momentáneo gesto de impotencia y luego alargó la mano sobre la barra.
—Soy Gerson Cassidy, alguien que puede facilitarte mucho las cosas por aquí.
Mitch arrugó el ceño pero estrechó aquella mano mientras su cerebro trabajaba a toda velocidad. ¿Cassidy? Creía recordar ese nombre de algún lado. ¿No era ese el apellido del patán de la muñequita?
Las únicas palabras que le llegaron a la mente fue aquel estúpido intento de amenaza de parte del mocoso: "Mi padre es el jefe de la policía del campus".
Mitch se sentó en una banqueta y lo miró con curiosidad.
—Ilumíname. ¿Cómo un jefe de policía de un campus universitario puede facilitar mi vida?
El jefe Cassidy le sirvió un trago junto con una sonrisa displicente.
—Sé mucho sobre tu organización, después de todo soy policía y estuve un tiempo un Crimen Organizado —se pavoneó como si eso fuera algo importante.
—¿Mi organización? —preguntó Mitch con una sonrisa forzada—. No tengo idea de a qué te refieres.
Mitch salió de aquel local incómodo, aliviado pero tocando una y otra vez aquel tatuaje que le había provocado pesadillas más de una vez. A veces cuando cerraba los ojos era como si volviera a estar sedado, sintiendo el dolor punzante de las agujas pero sin poder despertar, sin poder reaccionar, sin poder defenderse.
Y si de esas pesadillas despertaba desesperado, no tenía ni idea de que había pesadillas peores, como por ejemplo, ver al día siguiente a Shawn acercarse a Grace justo después de salir de una de sus clases. Ahora sabía que el padre del tipo era un corrupto, y obvio que, como no lo había visto nunca en persona, el único que podía haberle ido con el cuento era su hijo.
Durante un segundo extraño sus miradas se cruzaron y Mitch pudo ver el reconocimiento en ellos, como si ahora le quedara claro quién era mientras intentaba conquistar a Grace. ¡Y eso definitivamente era más de lo que podía soportar!
Cerró de un tiró la puerta de su camioneta y corrió hacia ellos, haciendo que Grace ahogara un grito cuando la puso detrás de su cuerpo.
—¡Nunca más en tu puñetera vida te quiero cerca de ella! ¡La próxima vez te voy a romper las maldit@s piernas! ¿Me oyes? —espetó apuntando hacia él un índice amenazante.
—¡Mitch! ¿¡Te volviste loco!? ¿¡Qué haces!? —le reclamó Grace confundida y molesta.
—¿No es obvio? ¡Está haciendo una escenita de celos! —le respondió Shawn abriendo los brazos con un gesto desafiante—. ¿Por qué no dejas de meterte entre nosotros? ¡Nos estamos llevando bien!
—¡Tú lo último que quieres es “llevarte bien” con ella! ¡No te hagas el idiota!
—¡Y tú no quieres que se lleve bien con nadie! ¿¡Por qué no dejas el ataque de celos!? ¡Si ella quiere estar conmigo entonces tiene derecho a tomar sus decisiones por sí misma! ¿No es así, Gracie? —le preguntó Shawn y Mitch se volvió hacia ella con una mirada suplicante.
—Muñequita esto no tiene nada que ver con los celos, te juro que te estoy protegiendo. Te lo juro, tienes que creerme.
Ella lo miró a los ojos por un largo segundo y luego pasó a su lado para ir con Shawn, que sonreía satisfecho hasta que la muchacha se detuvo frente a él y le habló con tono impenetrable.
—Soy Grace para ti, y si él dice que te vayas, entonces te vas.
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