FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD romance Capítulo 11

Wayland tenía el ceño fruncido y estaba entre incrédulo y pensativo. ¿En qué momento y quién había despedido a su asistente? No sabía, pero lo cierto era que Alan Parker sonaba determinado.

—¿Estás bromeando? —gruñó Harris—. ¿Quieres que pierda tiempo haciéndote el maldito examen...?

—Tú estás muy seguro de ir y abrirle la cabeza a esa niña, ¿no? ¿No eres capaz de esperarte una hora más para asegurarte de no matarla? ¿O es tu ego el que no te lo permite? —replicó Alan.

El jefe de Pediatría avanzó hacia él con rabia pero Wayland alargó su brazo entre los dos para detenerlo.

—Estos conflictos no son buenos para el hospital, Alan, tú mejor que nadie deberías saberlo...

—Estoy seguro de que son mejores que una demanda millonaria por negligencia médica, sobre todo cuando se está advirtiendo —sentenció Alan—. Usted mejor que nadie debería saberlo, director Wayland. ¿No es así?

El director tomó una larga inspiración, no tenía una forma limpia de resolver aquello sin ofender a uno de los dos, pero Alan no estaba muy alejado de la realidad, si terminaba su cargo con una demanda millonaria en puerta, la Junta directiva se encargaría de diezmar inequívocamente su salario de retiro.

—¿Qué propones exactamente? —le preguntó a Alan.

—Deme dos horas. En el expediente con que apliqué para el puesto de director hace una semana tuve que adjuntar esos análisis, me los hice en un laboratorio externo así que vamos a poder comparar —le explicó Alan—. Déjeme hacerme los análisis, y así nos aseguramos de qué es lo que está pasando.

Wayland lo pensó por un momento y luego asintió. Había algunos conflictos de intereses cuando se trataba del laboratorio del hospital y prefería solucionar aquello antes de que trascendiera.

—Bien. Permitiré que te hagas los exámenes. Si acaso una de las máquinas está fallando prefiero saberlo —sentenció, pero Harris no parecía muy conforme con aquella decisión.

—¿Vas a permitir que me humillen de esta forma? —acusó a Wayland.

—Tú también deberías querer saber si la máquina tiene problemas —le espetó Alan con molestia.

—Pues si no lo tiene, al menos ten tú la decencia de renunciar —escupió Harris con tono desafiante.

—¿Disculpa?

—¡Lo que estás haciendo no se le hace a un colega! ¡Así no deberías ser director ni de un solo consultorio, no hablemos ya de hospital como este! —lo retó—. Si resulta que no tienes razón, haz el favor de olvidarte de ser el Director de este hospital y lárgate de una vez.

Alan miró a Mar por un segundo, pero ella ni siquiera vacilaba. No había ni un solo gramo de duda en sus ojos.

—Bien —respondió—. Si estamos equivocados voy a retirarme como aspirante al cargo. Pero si no, quiero tu renuncia como Jefe de Pediatría sobre mi mesa antes de que termine el día.

Harris apretó los dientes en un gruñido molesto.

—Tú no puedes hacer eso...

—¿Cuánto quieres apostar? —siseó Alan, pero la mano suave de Mar sobre su brazo lo detuvo.

A ella no le interesaba aquella medición de verg@s mentales, a ella solo le importaba la niña.

—Alan, por favor, vamos por los análisis, vamos.

Él miró al director Wayland, que le hizo un gesto de asentimiento, así que salió seguido de la muchacha hacia el laboratorio, sin embargo antes de llegar la detuvo.

—Mar, me dijiste que gritas más fuerte de lo que parece. ¿Verdad? Bueno te quedas aquí y no le pierdas la vista a esa niña. Si tratan de llevarla al quirófano quiero que hagas un escándalo digno de Hollywood ¿entendido?

—Alto y claro, doc... Alan.

Respondió ella y lo escuchó gruñir por lo bajo como un animal listo para atacar, y por primera vez en meses aquella manifestación del instinto depredador no le provocó miedo.

Se quedó parada y de brazos cruzados frente a la habitación de la niña, porque de verdad no iba a permitir que le hicieran nada sin autorización, y a la distancia vio a Wayland y Harris discutir.

Alan, por su parte, fue a sentarse en una silla de los laboratorios, a que le hicieran los análisis.

Su corazón latía con fuerza mientras esperaba los resultados, con una mezcla de nervios, ansiedad y arrepentimiento. Y aunque algo le decía que estaba tomando la decisión correcta, no podía dejar de molestarse por su impulsividad.

—¡No lo hiciste por ella, Alan, lo hiciste por la niña...! ¡Solo por la niña!

Pero la verdad era que había saltado a ciegas detrás de Mar porque él sí que no tenía ni puñetera idea de cómo funcionaban las máquinas esas.

Los minutos pasaban lentos y desesperantes hasta convertirse en horas, hasta que lo que más había temido Alan en ese momento sucedió. Una enfermera entró corriendo y le sonrió como si hubiera ganado un premio.

—¡Doctor Parker! ¡Será mejor que venga porque su novia está gritando! Bueno más bien está amenazando al doctor Harris con una bacinica portátil...

—¡La madre que la parió! ¿¡Por qué todo con ella tiene que ser tan escatológico!? —siseó saliendo de inmediato del laboratorio y corriendo hacia el cuarto de la niña.

Harris había mandado a preparar el quirófano por su propia autoridad y Mar lo estaba amenazando sin pelos en la lengua.

—No tienes ni que pedirlo —aseguró—. Especialmente porque voy a encargarte que hagas la cita con una buena empresa de ingeniería biomédica para que vengan a revisar todas las máquinas del laboratorio. Esto me dejó una espinita que no voy a sacarme hasta que tenga un informe completo. ¿Me puedes ayudar?

Mar asintió, dispuesta a ayudar en lo que pudiera, y Alan la acompañó de vuelta a su escritorio, y sobre todo de paso por la oficina de Preston, donde se encargó de hacer trocitos la carta de despido frente a la mirada furiosa del subdirector.

En el mismo momento en que Mar se sentó detrás de su escritorio, el intercomunicador sonó y el director le pidió que hiciera entrar al doctor Parker por un momento, así que él no se hizo esperar.

—¿Me llamó, señor?

El director asintió con mirada más relajada que antes. Habían esquivado aquella bala de milagro.

—Sí, Alan. Tengo que felicitarte por lo que acabas de hacer hoy —señaló—. Realmente hiciste un gran trabajo.

—Usted sabe que no fui yo —respondió Alan—. Si no fuera por Mar esa niña estaría muerta.

Wayland asintió mientras se sentaba.

—Así es, la señora Guerrero está llena de sorpresas y supongo que es bueno que tengas una mano derecha en la que confiar —murmuró—. Así que he estado pensando que quizás sea hora de llevar tu postulación al cargo a un nivel más personal, conocer al resto de los jefes de servicios. ¿Una cena en tu casa, quizás?

Alan asintió con una sonrisa medio sincera.

—Por supuesto, estábamos pensando en organizar algo para el fin de semana en casa así que, sí, les haré llegar fecha y hora para la cena en un par de días.

—Me parece perfecto.

Pocos minutos y media conversación banal después, Alan salía para contarle a Mar que debían organizar una cena para los jefes de servicios del hospital.

—Eso es bueno, ¿no? —sonrió ella—. ¡Significa que Wayland ya va a empezar a presentarte como el próximo director!

—Sí, y también significa que se van a meter en mi casa así que...

—¿Qué?

—Que tendrás que mudarte conmigo. Michael y tú. Los dos tienen que mudarse conmigo.

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