Charlie estaba en shock.
No se movía. No hablaba. Ni siquiera sabía si estaba respirando. Sus pupilas estaban dilatadas al máximo y sentía como si estuviera en una montaña rusa, de esas que literalmente te suben el corazón a a garganta.
Había esperado cualquier cosa menos que Grace le gritara que Faith se había quedado embarazada de él hacía cinco años.
—No... no puede ser... —susurró desesperado mientras las lágrimas inundaban sus ojos—. Grace... no...
—Súbete a un avión hoy mismo y desaparécete, porque te garantizo que mañana a primera hora mi padre va a estar rastreándote con todos sus malditos escorpiones —escupió la muchacha antes de darse la vuelta y salir de allí.
—¡Grace! ¡Espera! ¡Grace! —Charlie corrió tras ella—. Espera, tienes que decirme... tengo que saber...
—¡Yo no tengo que decirte nada! ¡Tú te fuiste, nadie te debe ninguna explicación! —sentenció ella saliendo con un portazo y cuando Charlie se giró ya tenía a Michael a su lado intentando sostenerlo, porque era evidente que por sus propios pies no llegaría ni a la silla más cercana.
—¡No puede ser... Dios mío no puede ser!
Y ahora lo entendía. Aquel cambio tan feroz en Faith, su seriedad, su madurez... sí era su culpa, sí había provocado él todo aquello.
—Mitch... ella... —la voz le temblaba y de sus ojos no dejaban de caer las lágrimas porque no sabía ni qué pensar—. ¡Por dios!
—Lo lamento, Charlie —murmuró su primo porque sabía que nada de lo que dijera podía cambiar el hecho de cuánto había lastimado a la mujer que amaba. Y si de algo no le cabía ninguna duda era de que a su modo estúpido y torpe Charlie la amaba todavía.
—Tengo que hablar con ella... tengo que preguntarle... ¿Tú crees...?
Levantó la mirada, pero cuando sus ojos se tropezaron con los de Michael, solo vio una triste negativa.
—No, no lo creo, Charlie. Si Faith hubiera tenido al bebé ya toda la familia lo sabría, no creo que ella sea de las que esconden a un hijo por cinco años... Lamento.
Charlie se cubrió el rostro con las manos y sollozó con fuerza, sin saber cómo encajar un dolor como aquel, porque el suyo venía con una dosis de culpa que jamás se iría. El corazón se le estrujaba solo de imaginar a Faith sola, descubriendo que estaba embarazada, deprimida, sin saber a quién decírselo o quizás tomando sola la dura decisión de tenerlo o no tenerlo.
Ella tenía que odiarlo, era un verdadero milagro que su única respuesta después de todo eso hubiera sido solo un puñetazo. Faith tenía que odiarlo y despreciarlo y él se merecía todos esos malos sentimientos.
—Necesito hablar con ella... necesito hablarle... —susurró sacando su teléfono con manos temblorosas y marcando su número una y otra vez.
No sabía dónde vivía, no podía rastrearla y sentía que estaba enloqueciendo, así que aunque llamarla a las cinco de la madrugada no era lo ideal, Michael no se atrevió a decirle que no lo hiciera.
—No contesta... Mitch ¿por qué no contesta...?
No quería escuchar la respuesta a eso pero aun así no podía dejar de preguntar.
—¡Tengo que verla! —exclamó levantándose a tropezones y trastabillando hasta el baño—. Tengo que... tengo que ir a buscarla...
Michael suspiró mientras veía aquel estado de desacierto que tenía su primo. Era difícil que entrara en razón, pero sabía que lo peor estaba todavía por venir.
—Charlie, deberías pensar muy bien en lo que vas a hacer, en lo que vas a decirle. Y también deberías tener cuidado. El tío Kainn no sabe que fuiste tú el causante del embarazo de Faith, si ella no le ha dicho la verdad en todos estos a... ¡nadie! ¡Date cuenta, ni siquiera a su gemela se lo dijo!
—Lo sé, y lo entiendo, pero ¿qué esperas que haga? ¿Que me quede de brazos cruzados, que no pregunte...? No sé qué pasó con ese bebé —dijo, con la mirada perdida en el vacío frente a él—. Tengo que saber, Mitch, tengo que saber.
Michael asintió y salió de su camino mientras Charlie se metía al baño, a refrescarse el dolor con una ducha fría que no cambiaría nada, y en ese momento supo que el desastre se avecinaba. Entendió que su familia como la conocía estaba a punto de destruirse y que si él mismo no mantenía el control, sería un mazazo más para la estabilidad de sus padres y sus tíos.
Se mantuvo al margen tanto como pudo y se dijo que todo lo que podía hacer era intentar persuadir a Grace, así que cuando Charlie salió al amanecer, él también se arregló y se dirigió a la mansión Black. Su tío no estaba, pero su tía lo recibió con alegría y lo obligó a sentarse a desayunar con la familia, pero pronto descubrió que Grace no había vuelto allí.
Lo vio entrar tambaleándose, como un autómata, con los ojos enrojecidos y llenos de preguntas.
—Dime que es mentira... —murmuró Charlie viendo cómo los ojos de la mujer frente a él se cristalizaban—. No puede ser verdad, esto no...
—Si te hace sentir mejor te diré que fue mentira —respondió ella con tono vacío.
—¿Por qué...? —Charlie sintió que se ahogaba con aquella pregunta mientras se acercaba a ella, paso a paso, inexorablemente—. ¿Faith por qué no me dijiste...?
—¿Cuándo? O mejor dicho, ¿en cuál de las tantas veces que me respondiste? —murmuró ella con acento resignado—. Me cansé de llamarte, me cansé de escribirte... Me estaba muriendo por una explicación, por entender, por... ¡por algo que tuviera lógica!
Charlie se llevó las manos a la cabeza porque sabía la respuesta, él no había contestado ni una vez.
—Leíste cada uno de esos mensajes y no respondiste a ninguno, Charlie.
—¡Porque no sabía lo que pasaba! ¿Por qué no me lo escribiste con todas sus letras? "¡Estoy embarazada! ¡Estoy esperando un hijo tuyo!"...
—¡Porque no era tuyo! —le gritó Faith con rabia—. ¡Perdiste el derecho a llamarlo "tu hijo" en el mismo momento en que te subiste en ese avión y te largaste de aquí! ¡Perdiste ese derecho en el mismo momento en que me abandonaste!
La boca de Charlie se abrió pero la voz que se escuchó era muy diferente. Una voz ronca, incrédula y decepcionada que llegaba desde la puerta.
—¿Qué dijiste?
Y los dos se giraron sobresaltados, solo para ver en la puerta los rostros atónitos de sus padres.
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