FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD romance Capítulo 14

Mar tenía que reírse, no podía hacer otra cosa.

El doctor Parker, que con tanta seriedad la había al conocerla, él que era tan severo y tan distinguido... ahora no quería dormir.

—¡Oye, tú eres el adulto, pon el ejemplo! —exclamó Mar, pero solo obtuvo dos cabezas que se levantaron en su dirección y un par de pucheros casi idénticos.

—¡Pero no quiero dormir...! —protestó Alan.

—¡Pero ya son las diez!

Alan casi rezongó como si tuviera la misma edad de Michael. Mientras ella organizaba la compra, él había despejado una habitación completa para armar las vías de tren, y estaban construyendo los pueblitos y las granjas. Tenían cientos de miniaturas y Alan iba armando las casitas mientras Michael colocaba los animales.

—¿Puedes ir por el nebulizador, porfa? —le preguntó en voz baja y ella subió por el aparato y la medicina.

—Oye campeón. Antes de seguir con los trenes, hay que conseguir un GI Joe que defienda el territorio, ¿de acuerdo?, pero yo ya soy muy grande así que te toca a ti —le dijo Alan poniéndole una capita que había comprado. Ni sabía de qué superhéroe era pero sabía que al niño le encantaría—. Muy bien, ahora que ya tienes la capa, vamos por la máscara ¿sí?

Michael se sentó frente a él con las piernas cruzadas y cuando Alan terminó de preparar el nebulizador, le colocó la mascarita.

—Eso es. ¡Excelente! Tienes que usarla un ratito para que te dé energías y mañana podamos jugar más ¿OK? —le sonrió y Michael miró su aparatito con curiosidad mientras recibía tranquilamente su aerosol.

Mar se quedó impresionada al verlo hacer tu tratamiento como todo un hombrecito. Sin embargo poco después comenzó a cabecear y antes de que ella viniera a levantarlo, fue Alan el que le quitó la máscara y lo levantó en brazos.

—¡Ahora sí, a dormir! —le sonrió a Mar y ella subió tras él, ayudándolo a acomodar a Michael en la cama—. Vas a ver qué bien descansa esta noche.

Mar lo siguió hasta la puerta, donde se apoyó en el marco cruzada de brazos.

—¿Qué? —preguntó él mirándola a los ojos.

—Su habitación está hacia allá, doctor Parker.

—Pero yo iba...

—¿A terminar de armar los trenecitos?

—Bueno... ¿no? —preguntó él aguantándose la risa.

—No, claro que no, porque usted tiene que levantarse descansado mañana. Así que a dormir, vaya —respondió Mar y Alan suspiró.

—¡OK, pero mañana vamos a jugar más tiempo!... Hasta mañana, Mar.

—Hasta mañana, Alan —contestó con suavidad mientras lo veía perderse en la oscuridad de su habitación.

Tenía razón, él era un médico y necesitaba descansar. Sin embargo la única que realmente no descansó esa noche fue ella. Se despertó numerosas veces y para cuando se levantó en la mañana la cabeza le dolía horriblemente, sin embargo no tenía otra opción que seguir adelante, como siempre.

—...ar ...ar... ¡Mar! —la voz de Alan la hizo encogerse sobre sí misma.

Tenía delante el plato del desayuno pero no se había llevado nada a los labios.

—¿Estás bien?

Mar suspiró y forzó una sonrisa.

—Sí, solo... me duele mucho la cabeza. ¿Tienes algún calmante aquí? Paracetamol, ibuprofeno... cualquier cosa servirá.

—Claro, ya te busco uno —respondió él levantándose, pero cuando regresó la caja de Paracetamol no era lo único que traía en las manos.

—¡Yo quiero! —exclamó Michael alargando las manitas en su dirección—. ¡Yo quiero la cosa de doctor!

—OK, entonces tú vienes conmigo a revisar a tu mamá.

Le hizo un gesto a Mar para que se parara y ni siquiera la dejó protestar. Por algunos minutos dejó que Michael jugara con el estetoscopio, luego lo mandó por su mochila de la guardería y aprovechó ese tiempo para revisar a Mar.

—Estoy bien, solo es un dolor de cabeza, nada más.

—Tus orejas están rojas —replicó Alan perfilando una de ellas con los dedos, con un gesto que la hizo estremecerse—. Dame un segundo para tomarte la presión y luego protestas.

Un minuto después Alan intentaba disimular su cara de preocupación. Tenía la tensión un poco alta pero ¿qué le iba a decir? "¿Tienes que descansar más?" "¿Intenta no estresarte?"

Le dio un calmante y un par de pastillas más y durante toda la mañana fue a verla cada hora para asegurarse de que la tensión no le seguía subiendo.

Ella, por su parte, apenas llegó al trabajo se puso a hacer la lista de los invitados para la cena del día siguiente. Llevó personalmente las invitaciones a los jefes de servicio y confirmó los que irían con sus parejas, dieciocho personas en total estarían con ellos en la cena, la élite del hospital, así que era mucho trabajo por hacer.

Alan venía a hacer una de sus rondas para darse paz mental cuando la vio llegar en aquel estado. Estaba a punto de preguntarle lo que había pasado cuando ya Preston venía por el otro corredor, gritándole incluso antes de verla.

—¿¡Por qué te demoraste tanto!? ¿Te quedaste a tomar el té con los del almacén? ¿Dónde demonios están mis papeles?

Mar alargó la mano para entregarle la carpeta pero él la rechazó.

—¿Y eso qué diablos es? ¿Para qué quiero yo papeles mojados?

—¡Le dije que estaba lloviendo! ¿¡Cómo pensó que iban a llegar!? —se defendió ella sin poder ocultar su frustración.

—¡Pues así no sirven! —escupió él con molestia—. ¡Vete a buscarlos de nuevo!

Mar lo miró con una mezcla de sorpresa y repugnancia, pero antes de que pudiera contestarle Alan llegó junto a ellos.

—¿Fuiste debajo de toda esa lluvia a buscar esto? —preguntó con voz extrañamente serena.

—Sí, el señor Preston necesitaba los impresos con demasiada urgencia.

—Ah, pero estos están mojados, Mar, así no le van a servir. ¿Cómo puedes ser tan descuidada? —la increpó Alan y ella sintió que su corazón se detenía mientras se giraba a mirarlo—. ¡Así no se hacen las cosas, Mar! Dame acá, te enseño. —Alan le quitó los documentos de las manos y los miró un minuto—. No, mojados no puedes entregarlos, así se hace, mira. —Ante las narices del subdirector exprimió los papeles, echando el agua sobre sus zapatos y convirtiendo el archivo en un amasijo que luego lanzó contra su frente—. La próxima vez ve a buscar tus porquerías tú mismo.

Agarró la mano de Mar y tiró de ella, que lo siguió trastabillando y con los ojos muy abiertos. A Alan solo le había faltado escupirlo, como en las viejas películas, pero ella se sentía tan cansada que ni siquiera tenía ánimos para reírse.

Alan la llevó a uno de los vestuarios de enfermería y respiró profundo cuando la vio temblar, aterida.

—Quítate la ropa mojada, ya te traigo un uniforme seco del piso —le dijo cerrando la puerta tras él.

Dos minutos después metía solo la mano con un juego de ropa seca y Mar se vistió de inmediato, sin embargo en el mismo momento en que terminó de ponerse la camisa, el raspón sobre su costado ardió hasta el infinito.

—¡Dios! —gimió y solo escuchó la puerta abrirse.

—¿Estás bie...? —Los ojos de Alan fueron directamente a aquella herida—. Mar ¿qué pasó...?

Pero en el mismo momento en que intentó ayudarla, en el mismo instante en que Mar sintió sus dedos sobre aquella cicatriz fue como si su cerebro hiciera un cortocircuito y solo retrocedió hasta golpearse la espalda con la pared.

—¡No espera...! No me... no te toques... por favor... no... no me toques...

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