—Tengo que reconocerlo, esto es nuevo —murmuró Michael con un suspiro—. Las guerras son para dividir a las familias, no para unirlas.
Él y Charlie estaban sentados en el balcón del hotel porque con tantas cosas en la cabeza ninguno había tenido tiempo de conseguir un departamento. Charlie se mantenía solo y no quería regresar a vivir a la casa familiar, al menos no con todo lo que estaba pasando, y Michael amaba su independencia más que al cabello que le escondía el tatuaje.
—Pues esto es lo que hay. Ya lo eché todo a perder, ya le fallé a Faith una vez y no voy a hacerlo de nuevo, así que tengo que encontrar la forma de nuestros padres no logren disolver la sociedad —dijo Michael.
—El tío Kainn ya te quiere matar, la única razón por la que no tienes la boca llena de bichos en uno de los terrarios de esa casa es porque eres hijo de tu padre, Charlie, pero ¿estás seguro de que quieres ir contra su decisión? —lo reconvino Michael.
—En este momento, no me importa nadie más que ella, Mitch... —murmuró Charlie mirando al vacío—. Si hubieras visto... ¡Dios, lo que le hice no tiene perdón! Tengo que compensárselo de alguna forma, aunque me lleve el resto de mi vida y un terrario.
Michael lo vio levantarse, caminar por la habitación como si estuviera desorientado y bajar un trago de cualquier licor al azar antes de dejar que se espalda resbalara por el borde del sofá y quedarse sentado sobre la alfombra, con la cabeza echada hacia atrás y gruesas lágrimas corriendo sobre sus sienes.
—Charlie... sé que nadie te ha preguntado esto a ti pero ¿tú estás bien?
Su primo negó en silencio por un largo instante mientras la barbilla le temblaba.
—Hay una estatua chiquitita en el cementerio... al lado de donde enterramos al abuelo Sao. Y ahí debajo está mi hijo, Mitch —sollozó—. Así que no, no voy a estar bien en mucho tiempo...
Michael puso una mano sobre su hombro, pero estaba bastante seguro de que en aquel momento no había forma humana o divina de consolar a su primo. Así que solo quedaba otra cosa que hacer: ocuparlo, darle un conflicto mayor en el que pensar y ese por desgracia ya existía.
—Ve a bañarte, dentro de todo lo que está pasando al menos deberías oler como un humano —le dijo con seriedad—. Déjame hablar con mi padre y veremos qué me dice, él tampoco va a estar feliz pero sabes que es el mejor para los consejos.
Charlie asintió, porque de verdad necesitaba darse un baño que le enfriara un poco la cabeza, así que se quedó un rato debajo de aquella ducha helada, intentando calmarse, pero era consciente de que aquel remordimiento era algo que jamás desaparecería.
Para cuando salió, la expresión de Michael era preocupada.
—Adivino, el tío Alan también me quiere matar —murmuró con cansancio.
—Está planeando ya tu vasectomía —confirmó Michael—. Pero me contó algunas cosas importantes sobre el funcionamiento de la sociedad familiar. Quizás hay algo que podamos hacer, pero tiene que conversarlo con Faith, porque si tomamos este camino vamos a estar todos en mira del tío Kainn... al menos hasta que logre perdonarte.
Durante la siguiente hora estuvieron debatiendo, buscando formas y estrategias y para la noche ya tenían una opción, aunque no fuera la mejor.
—¿Y si intentamos convencer a Grace? —preguntó Charlie—. Es evidente que a mí me odia, pero a ti...
—¿A mí qué?
—Bueno... que ustedes se llevan bien, Mitch, siempre se han entendido —lo increpó Charlie—. Tú eras el maduro y ella la tierna. El dragoncito y la muñequita... Sí tú se lo pides...
—¡No, no, no, no! ¡No, Charlie, esa carta sí que no! ¡Con todo lo que está pasando yo no me acerco ni a tres metros de Gracie si no está su padre presente, un guardaespaldas certificado o el Papa! —espetó Mitch—. Prefiero que mi tío me mire mal por ayudarte que por convencer a la muñequita. Déjala fuera de esto.
Charlie suspiró porque sabía que Michael tenía razón, las cosas estaban muy candentes en aquel momento como para intentar convencer a Gracie, así que se armó de valor antes de alcanzar el teléfono y llamar a Faith.
"¿Charlie? ¿Conseguiste algo?", le preguntó ella con preocupación y lo escuchó suspirar con cansancio.
—No lo que queremos, pero quizás algunas alternativas. No son tan buenas, pero a momentos desesperados...
"Entiendo", murmuró ella.
—¿Crees que podamos hablar? ¿Puedo ir a verte? —le preguntó.
"Sigo en la oficina. En una hora el edificio estará vacío, ven entonces", accedió Faith y Charlie se despidió.
Recogió cada hoja con garabatos donde él y Michael habían escrito alguna estrategia y se preparó para irse. Ya había anochecido hacía mucho y en el enorme edificio de oficinas solo se veía la luz de un pequeño departamento en el último piso. Charlie subió en silencio por el ascensor y atravesó la enorme planta oscura y silenciosa.
—Y ese es mi padre —confirmó ella—. Así que conseguimos cambiar el voto de alguien o en dos días ya no tendremos empresa ni familia.
Charlie vio el dolor en sus ojos y sintió aquel impulso por abrazarla, por besarla, por decirle que todo estaría bien de nuevo; pero sabía que no podía hacerlo.
—Todavía queda otra forma. Queda un voto más, el voto de "desempate" podríamos decirle.
—¿Uno más? Ya nadie más en la familia tiene participación en la empresa. El tío Alan no tiene —le recordó Faith—. Ni el tío Alan, ni Michael ni Jana...
—Ya sé, porque ellos tienen los hospitales en Estados Unidos, su negocio es completamente aparte... pero todavía hay un paquete de acciones que pueden tener voz: las del primer hospital que tu padre le compró al tío Alan.
—¿Las del San Christobal Memorial? —preguntó Faith sorprendida.
—Esas mismas. Son muy poquitas y nadie las ha tocado en años, pero si las movemos... —Él le hizo un gesto sugerente y ella pasó saliva porque era una jugada super arriesgada.
—¿Hacer una autocompra?
—Tu padre nos mataría...
—¡Pero puede hacerse! —sentenció Faith—. Puede hacerse y eso nos daría un voto extra ¿verdad? Déjame revisar a cuánto están cotizando...
Se levantó apurada para alcanzar la computadora de su escritorio, pero a medio camino se detuvo, como si estuviera pisando sobre arenas movedizas, antes de que la copa cayera de su mano.
—¿Faith...? —Charlie ni siquiera lo pensó antes de lanzarse hacia adelante y derrapar debajo de ella para que no se golpeara al caer—. ¡Faith! ¡Faith contéstame!
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