Para Mitch los segundos pasaban como si fueran años. Su cerebro estaba em botado y su corazón estaba lleno de dolor. Solo alcanzó a ver cómo el bombero se precipitaba bajo el Lamborghini y luego gritaba para avisar que ya la tenía.
Entre cuatro se apresuraron a tirar de él y un instante después lo sacaban por aquel agujero del parabrisas con Grace medio acostada sobre su cuerpo, inconsciente. Tan pronto como salieron del auto los paramédicos la levantaron para ponerla en una camilla y los bomberos se encargaron de que nadie se acercara a molestarlos para que pudiera ayudar a la muchacha sin interrupciones.
Pocos minutos después la subieron a una ambulancia y empezaron a conectarle una serie de monitores y equipos médicos. Mientras tanto, Mitch sentía que se asfixiaba.
—¿Algún familiar? —gritó uno de los paramédicos antes de cerrar la puerta y solo entonces Logan y el jefe de bomberos lo soltaron para que pudiera irse con ella.
Subió a un costado de la camilla y alcanzó una mano de Grace apretándola mientras la ambulancia salía disparada y los paramédicos seguían trabajando sobre ella con diligencia. El camino al hospital se convirtió en el infierno en la tierra, especialmente porque los paramédicos no podían evitar hablar frente a él.
—Está perdiendo sangre muy rápido. Esto no me gusta... la herida en la pierna es demasiado profunda.
—¡Robert! ¡Avisa que necesitamos quirófano al llegar! —le gritó el otro al chofer que de inmediato se puso a hablar por la radio con el hospital.
—¿Sabe qué tipo de sangre tiene? —le preguntó uno de ellos y Mitch cerró los ojos. Su padre era el médico de cabecera de toda la familia y los expedientes de todos habían pasado por sus manos más de una vez, incluyendo el de las gemelas.
"Ayúdame, dios mío, ayúdame...", rezó para acordarse hasta que aquella imagen llegó a su memoria.
—¡A positivo, es A positivo! —exclamó con total seguridad y de inmediato uno de los paramédicos dio la orden.
—¡Prepara la transfusión!
La sangre comenzó a entrar a su cuerpo en cuestión de segundos pero ni aun así sus signos vitales se estabilizaban. Muy pronto las órdenes se convirtieron en gritos y cuando llegaron al hospital, los médicos y los paramédicos se apresuraron a llevar a Grace a la sala de emergencias.
Alguien le puso una tablilla en las manos y lo empujó en la misma dirección hasta que hubo una puerta por la que ya no lo dejaron pasar, porque lo que seguía era el quirófano.
Mitch se quedó allí, tembloroso, con las lágrimas corriendo por sus mejillas hasta que una doctora mayor salió a hablarle.
—¿Familiar de Grace Black? —le preguntó y él asintió sin poder hablar—. Los cirujanos ya la valoraron, van a operar inmediatamente. La herida en su pierna es... delicada. Lo bueno es que no estuvo atrapada demasiado tiempo, así que esperamos poder salvarla... ¿Usted puede autorizar en caso de emergencia?
Mitch miró la tablilla de datos médicos que tenía en las manos y asintió.
—Voy a llamar a sus padres, pero mientras tanto, yo soy la única familia que tiene presente. Autorizaré lo que haga falta —aseguró.
—Está bien. Por favor, rellena sus datos para el internamiento y también los tuyos, vendré por ellos en un momento —le dijo antes de desaparecer.
Mitch se sentó en una de las sillas de la sala de espera del hospital, con la cabeza en las manos y el corazón hecho pedazos. Las lágrimas no cesaban de caer por sus mejillas y le costaba respirar. No podía creer que todo hubiera sucedido tan rápido y que Grace estuviera en peligro de muerte.
Apenas podía escribir los datos en la tablilla temblando tanto como lo hacía. Cuando la doctora se acercó para recoger la tablilla, no se sorprendió por la caligrafía de Mitch, que estaba desordenada y chapucera.
—Dios va a poner su mano —le dijo palmeando su hombro con un gesto de consuelo—. Siempre lo hace.
Pero Mitch no estaba tan seguro. ¿Dónde carajo había estado dios mientras un camión embestía a Grace?
Cuando la doctora se fue, sacó su teléfono e hizo la llamada más difícil de su vida, y esa fue decirle a su tío Kainn que Grace estaba en el hospital. A los pocos segundos de haber dado la dirección del hospital en el que estaban, la llamada terminó, y Mitch se puso de pie y comenzó a caminar de un lado a otro de la sala de espera, tratando de no derrumbarse totalmente.
Los minutos se hacían eternos y las horas parecían no avanzar. Mitch se sentía impotente y con el corazón destrozado. No podía dejar de pensar en que ella estaba en aquella situación por su causa, porque no la había protegido bien, porque había gente mala en el mundo y él estaba destinado estar entre ellos.
Finalmente, después de horas que parecieron días, la misma doctora que antes había hablado con Mitch salió de la sala de operaciones.
—¿Cómo está Grace? —preguntó Kainn de inmediato, levantándose mientras toda su familia la seguía.
—Está estable. Los cirujanos hicieron su mejor trabajo, pero hay que esperar a que despierte. Tiene varias fracturas en todo el cuerpo, por suerte ninguna interesó un órgano vital, así que por esa parte estamos tranquilos —les explicó la mujer—. Ahora mismo la situación más delicada es con su pierna. En el mejor de los casos estará al menos cuatro meses sin poder caminar y dedicada a la fisioterapia.
Mitch tragó en seco mientras el resto de la familia se abrazaba porque para ellos era una gran victoria, pero él no dejaba de observar cada detalle en la expresión de la doctora.
—¿Qué es lo que está pasando? Hay más ¿verdad?
La mujer suspiró y asintió con tristeza.
—Los accidentes automovilísticos provocan las heridas más sucias. Si les soy sincera, estoy muy preocupada por una infección. Lamentablemente, no podemos descartar que alguna bacteria haya llegado a su sangre todavía... Va a estar en la Unidad de Cuidados intensivos hasta que estemos seguros.
Y Mitch entendió el mensaje velado en los ojos de la doctora:
"Prepárense, será una larga noche"
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