FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD romance Capítulo 5

Faith miraba por la ventana sentada en el reservado de aquel restaurante. Había pedido una copa de coñac, porque necesitaba algo fuerte si quería lidiar con la criatura repugnante que era el hermano de su cliente. Le agradecía a Greg haber intentado protegerla todo ese tiempo, porque las confrontaciones ya no eran lo suyo, pero desde que Charlie había vuelto, desde que había sentido de nuevo aquel abrazo, solo tenía una gama de malos sentimientos que necesitaba descargar y sabía que con él podía hacerlo.

Cuando la figura sombría y enojada se detuvo en la puerta, ella apenas lo dignificó con una mirada de reojo.

—Señora Black...

—Wallace...

El hombre debía tener unos treinta y cinco o treinta y seis años y por alguna estúpida razón creía que podía intimidarla.

—¿Me quiere explicar qué demonios está pasando aquí? —la increpó y Faith bebió en respuesta.

—Mi socio no aprobó el proyecto.

—¡No me venga con esa excusa barata! ¡Usted dijo que sería un hecho! —ladró Wallace.

—Entiendo, sin embargo la decisión no quedó en mis manos y no puedo hacer nada. Sé que esto puede ser incómodo para ustedes, pero debes saber que estoy dispuesta a pagar la penalización y ayudarlos a encontrar otra compañía. No tienes por qué preocuparte por el dinero.

El hombre golpeó la mesa con el puño y negó con vehemencia.

—¡No quiero otra compañía! ¡Quiero la suya, que es la mejor! ¡¿Me hice entender!?

—Sí, bueno... eso no se va a poder.

Pero antes de que lograra llevarse de nuevo la copa a los labios, Wallace la arrancó de su mano y la lanzó contra la pared, agarrando el cuello del vestido de Faith y haciendo que se levantara contra él.

—Me parece que no me está escuchando señora Black. Le dije que tiene que aprobar el maldito proyecto o las cosas se van a poner muy sucias por aquí...

Faith pestañeó despacio un par de veces y asintió.

—Tienes razón... no te estoy oyendo, déjame alcanzar mi aparato para el oído...

Dos segundos después se escuchaban gritos, maldiciones, y Charlie irrumpía por la puerta del restaurante con el corazón en la boca, listo para matar al hermano desconocido, justo antes de verlo gritar y retorcerse en el fondo de aquel reservado a los pies de Faith.

Sobre uno de sus costados, sin despegarse, estaba un pequeño bastón eléctrico que ya lo había hecho orinarse en los pantalones mientras ella lo miraba como si fuera una cucaracha que no se acababa de morir.

La vio llevarse otra copa a los labios e inclinarse sobre él.

—¿Sabes qué es lo único que me había detenido de firmar el contrato hasta ahora? Que tú eres un maldito chupasangre de mierd@ que estás tratando de robarle a tu hermano —gruñó—. ¡Eres una maldit@ sanguijuela y si tú no estuvieras la vida de Héctor sería un puto paraíso! ¡Al menos en el mundo hay gente que tiene el sentido común para largarse a tiempo!

Charlie encajó aquellas palabras, sin saber si iban dirigidas a él, pero al menos sabía que la Faith guerrera no había muerto del todo en ella.

—Yo... yo soy su... rep... represen... tante...

—¡Tú eres un vividor! —gruñó Faith dándole otra descarga—. Y te garantizo que no permitiré que tu hermano firme contrato ni con mi compañía ni con ninguna otra a menos que te alejes de él. ¿¡Me hice entender, sanguijuela!?

—¡Faith!

Solo en ese momento, cuando Charlie la llamó, ella se percató realmente de que él estaba allí. Se levantó y cruzó sobre el cuerpo tembloroso de Wallace, que se retorcía mientras las descargas eléctricas lo recorrían.

—¿Estás bien? —preguntó Charlie mirándola a los ojos y ella asintió.

—¿Esperabas otra cosa? Soy hija de mi padre, hace falta más que un idiota con complejo napoleónico para molestarme —gruñó ella.

Pero antes de que saliera él sujetó su brazo con un gesto suave, porque podía ver el cuello estrujado de su vestido y temblaba de pensar en lo violentas que habían tenido que ponerse las cosas para que ella llegara a cargarse al tipo a bastonazos.

—Faith... por favor... solo quiero saber si estás bien —murmuró levantando su barbilla y haciendo que lo mirara a los ojos, pero la respuesta le llegó en forma de aquella sonrisa vacía.

—Sobreviví a ti, Charlie, puedo sobrevivir a cualquier cosa —replicó apartando su mano y dirigiéndose a la puerta.

Él apretó los puños con impotencia y agradeció que ella tomara un taxi de regreso a la oficina porque no podía permitir que condujera.

Ya era de noche cuando llegó de nuevo al estacionamiento y la vio tomar el ascensor hasta el último piso.

—Buena decisión —contestó Faith.

—¿Quieres ser tú quien lo dirija?

—Me parece bien.

Charlie apretó los dientes intentando encontrar algo, una salida... lo que fuera, mientras ella lo veía a los ojos con expresión indescifrable.

—¿No vas a decirme nada? —murmuró él terminándose el trago y ella hizo una mueca mientras le servía más.

—¿Qué quieres que te diga?

—¿No vas a reclamarme? —la increpó Charlie y ella cerró los ojos intentando contener todo el inmenso dolor que aquella pregunta le provocaba.

Se había acostumbrado a llevarlo en silencio, pero aún así no pudo evitar que sus ojos estuvieran brillantes cuando volvió a abrirlos.

—¿Qué es lo que estás buscando, Charlie? —le preguntó despacio—. Entiendo que volviste a dirigir la empresa, pero ¿qué estás buscando? Le dijiste a tu padre que no trabajas con niñas malcriadas y bueno... ya no lo soy. No voy a hacerte un drama por lo que pasó hace cinco años. No te llamo, no te molesto, no me meto en tu camino…

—No, no es eso, es...

—¿Entonces qué es lo que quieres Charlie?

—Faith...

—¿¡Qué carajos quieres, Charlie!? —le gritó ella y él apretó los puños intentando encontrar las palabras justas.

—Has cambiado mucho y yo... no quiero pensar que fue por mí —murmuró y casi pudo notar la decepción en sus ojos mientras Faith agarraba su vaso y se acercaba a menos de diez centímetros de su rostro.

—No te des tanto crédito, imbécil. Despertarme sin ti no ha sido lo peor que me ha pasado en la vida.

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