Grace no le contestó esa noche y sobra decir que Mitch no se atrevió ni a pegar los ojos mirando la pantalla de su teléfono. Entendía que estaba dolida, pero los problemas entre Faith y Charlie eran entre ellos y nadie podía meterse.
Apenas amaneció se aseguró de ir a ala mansión Black a buscarla, y el colmo de su desesperación fue no encontrarla allí tampoco.
La casa de Faith, la oficina, realmente no había más lugares en los que buscar, hasta que recordó que había un lugar en el que quizás pudiera estar sin que la molestaran. Estacionó en el campus y corrió hacia aquel pequeño bar solo para encontrarla en una de las mesas apartadas frente a una jarra de cerveza helada.
—¿Pasando la resaca? —preguntó él sentándose frente a ella y Grace ni siquiera subió los ojos para mirarlo—. Muñequita...
—¿Tú lo sabías? —fue lo único que preguntó y él negó con sinceridad.
—Te juro que no.
—Pero estás de su parte.
—Estoy de parte de los dos, Gracie. Los dos salieron lastimados...
—Entonces no tenemos nada de qué hablar. Es evidente que no estamos en la misma página...
Grace puso un billete bajo la jarra y se levantó para marcharse, pero Mitch sostuvo su brazo, deteniéndola.
—Las cosas se hablan, muñequita. Ya no eres una niña, tú y yo tenemos que entendernos en esto...
—¡Te dije que no quiero hablar!
—¡Pues fíjate que estamos en una crisis familiar! ¡Cuando esto se sepa, y créeme que se va a saber en algún momento, va a ser un puto desastre! ¡Así que al menos tú yo vamos a hablar de esto!
—¡Mitch!
—¡En un lugar privado, aquí o en la conchinchina, tú elijes! ¡Pero me vas a escuchar aunque te tenga que llevar por las malas! ¿Me entendiste? —le advirtió.
Grace sintió que la sangre le hervía.
—¡Conmigo no uses ese maldit0 tono, Michael, que yo no te tengo miedo! —le espetó y solo lo vio reír.
—¡Pues por las malas será! —sentenció y Grace ahogó un grito cuando Mitch se la echó al hombro como si fuera una pluma y salió andando con ella sin que nadie se atreviera a ponérsele enfrente para impedirlo.
—¡Bájame Mitch!
Pero él ni se dio por enterado. No era que tener su trasero a la altura de la cara no fuera una terrible distracción, pero si tenía que llevársela así entonces eso haría. Amarrarla con uno de los cinturones de seguridad de la camioneta no fue demasiado difícil, lo difícil fue mantener su entrepierna controlada, porque por alguna extraña razón, oírla maldecir era algo que lo ponía con la calentura a tope.
Llevarla en volandas por el hotel tampoco le molestó, era como si su cuerpo solo se sintiera bien cuando la estaba tocando por algún lado, pero en cuando la puso en el suelo de su habitación y levantó un dedo acusador frente a su cara para regañarla, se encontró con sus ojos llorosos y un temperamento peor que el de su padre.
—¡Faith perdió al bebé! —le gritó a Mitch dejándolo mudo—. ¡Y no fue la única que lo perdió, todos en casa lo perdimos con ella y casi la perdemos a ella porque se puso muy mal! ¡Imagínate perder a Jana! ¡Imagínate ver cómo no es capaz de levantarse o comer sola, tener miedo todos los días que haga una estupidez...! —las lágrimas rodaron por sus mejillas y Mitch tiró de ella para abrazarla, aunque lo único que recibió fue su rechazo hasta que por fin dejó de resistirse y le devolvió el abrazo.
—Muñequita, lo siento... Lo siento mucho, no tenía ni idea —susurró en su oído mientras la estrechaba—. Lo lamento
—Yo también —murmuró Grace alejándose de él—. Así que no esperes que cambie lo que siento porque eso es un poco difícil ahora mismo.
La familia estaba herida y fragmentada, pero solo podían hacer hasta lo imposible porque sanara. Y en medio de todo eso, mientras sus tíos se retiraban, Mitch no tuvo otra opción que arrastrar a Grace fuera de la sala de juntas porque ella parecía lista para explotar de un momento a otro.
—Muñequita no hagas esto. Ellos están tratando de resolverlo lo mejor que pueden —la increpó acariciando su mejilla para que se calmara.
—¡Pero no es justo! ¡Charlie está ahí tan tranquilo después de lo que le hizo...! —se justificó ella.
—¿De verdad crees que está tranquilo? ¡Charlie está destrozado, Grace! —espetó Michael con frustración—. ¡Acaba de enterarse de que su hijo está enterrado en Highgate, no importa lo idiota que sea, ahora mismo se está muriendo de dolor!
—¡Pues que no se hubiera ido! ¡Y tú no tenías que ayudarlo! —refunfuñó Grace.
—¿Sabes qué? La que no está siendo justa eres tú. ¿Quién te crees para juzgar el dolor ajeno? —se enojó él, avanzando dos pasos que hicieron retroceder a la muchacha—. ¡Los ayudo porque ellos me lo pidieron! ¡Porque prefiero que superen esto a seguirlos castigando por todo lo que les pasó, que es exactamente lo que estás haciendo tú! Faith ha madurado mucho en estos años, pero parece que la que sigue siendo una chiquilla malcriada eres tú, Grace. ¡Te juro que me decepcionas completamente!
Michael le dio la espalda y salió de allí como un tornado mientras gruesas lágrimas se formaban en los ojos de la chica. Alcanzó la escalera y se detuvo, cerrando los ojos con fuerza y dándose la vuelta porque no quería dejar las cosas así. Ella también era parte de los que estaban lastimados, él se habría vuelto loco si algo como eso le hubiera pasado a su hermana, así que volvió sobre sus pasos y corrió hacia el ascensor antes de que se cerrara con ella dentro.
—Muñequita... muñequita lo siento... no quise decirte eso... Gracie —intentó llamar su atención pero ella solo miraba al vacío mientras el ascensor bajaba a toda velocidad—. Mírame Grace...
Tomó su cara entre las manos y la acercó a él con un gesto instintivo, uno del que ella se alejó un segundo después.
—No te preocupes, Mitch —murmuró con voz ahogada—. Ya somos dos en el escaño de la decepción.
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