Quería asfixiarlo salvajemente con sus propias manos. Ahogarlo lentamente, así... así...
—¡Rose! ¿Qué te hizo ese pobre ramo de flores?
—¡Jooooder qué susto! —se sobresaltó ella viendo entrar a su madre y tras ella un muy limpio y oloroso Karim que intentaba contener la risa por todos los medios.
—Ya pon las flores en agua antes de termines de matarlas, y ve a cambiarte que en un rato vamos a tener una clase privada de cocina italiana con Karim.
—No me jodas... —murmuró ella entre dientes mientras su madre dejaba el salón y solo entonces sintió el calor del árabe contra su espalda.
—Solo porque no me dejas...
—¡Muy graciosito, Karim!
—No, graciosa eres tú desquitándote con las pobres flores —sonrió él—. ¿Sabes? Yo nunca he sido masoquista pero si a ti te va la asfixia erótica, pues yo me apunto para la experimentación.
—¡Ooooo jo jo jo jo! ¡No te pases de la raya, bonito! Que el hecho de que no haya dado guerra hasta ahora no significa que no tenga la intención —gruñó ella—. ¿Crees que no sé lo que estás haciendo? ¡Mis padres no van a cederme como si fuera una yegua de cría solo les caigas bien!
—¿Y quién ha dicho que te quiero para cría? —rezongó Karim haciéndose el ofendido—. Definitivamente no creo que seas ese tipo de yegua, pero me conformaré con poder montarte tan seguido como pueda —sentenció dando tres pasos atrás para alejarse.
—¡Hijo de tu ma...!
—¿Todo bien por aquí? —escucharon la voz de Moe y Rose gruñó furiosa, apretando los puños para no decir la barbaridad que quería.
—Todo bien, papá, me voy a cambiar porque tengo entendido que hoy habrá Master Chef en esta casa así que hay que ponerse a tono. Permiso.
Salió del salón rezongando y Karim le hizo un gesto a Moe de que ni se preocupara por aquello.
Rose se metió a su cuarto dando un portazo y refunfuñó durante la siguiente media hora, en lo que su cerebro tardó en trazar un plan maquiavélico para molestar al árabe. ¡Pues si él había buscado la forma de quedarse, entonces ella encontraría la forma de irse!
Cuando bajó, una hora después, obviamente habían empezado sin ella, pero todos estaban muy felices alrededor de la cocina mientras Karim hablaba sobre pasta, salsas, y cada uno por su lado revolvía una cazuela. Él levantó los ojos una sola vez para encontrarse con ella mientras probaba la salsa y casi se le salieron los ojos intentando disimular el atragantamiento.
Rose llevaba un vestido de coctel, suficientemente largo como para que le llegara decentemente a las rodillas y lo suficientemente entallado como para que tuviera una procesión de babas detrás de ella toda la noche a donde sea que fuera.
—¡Uy, qué linda mi niña! ¿A dónde vas, mi cielo? —preguntó Mala y Rose dejó su cartera a un lado de la barra, alcanzando un delantal.
—Hay una gala de bienvenida en la universidad, mamá, y luego me voy de fiesta con algunos amigos —le dijo ella con descuido mientras se ponía a revolver también en una cazuela como si nada.
"¿Así?" gritaban los ojos de Karim mirándola de arriba abajo.
"¡Pues por esto no me caso!", le respondían los suyos a medida que intentaba ignorarlo monumentalmente.
Algo sí tenía que reconocerle Rose, cocinaba como dios el condenado. La pasta fue un éxito rotundo y sobre todo sus padres se sentían muy orgullosos porque ellos habían ayudado a hacerla. Sin embargo Rose sabía que Karim estaba ahogándose en su propia bilis porque tenía que aguantar que ella saliera y regresara de madrugada sin decir una palabra.
Después de la cena sacaron los postres, luego el vino de sobremesa y estuvieron conversando hasta que la muchacha se levantó y se despidió con la mayor cortesía anunciando que se iba. Esperó uno, dos, tres minutos mientras se pintaba los labios frente al espejo del comedor, y sonriendo porque no se escuchaba el escándalo, se dirigió hacia la puerta contoneándose.
—Será mejor que yo también me retire, señor Chris, no me siento muy bien...
—¡Rooooooseeee! —Aquellas palabras y la llamada de su padre la hicieron detenerse a diez centímetros de la puerta y girarse lentamente mientras su mirada colisionaba con la de Karim.
—¿Sí, papá?
—¿No deberías esperar a saber qué tiene nuestro invitado antes de irte? —le advirtió Moe y vio al árabe negar como restándole importancia.
—No se preocupe, no se preocupe señor Chris, seguro no es nada...
—No, no, ¡sí es! ¡Muchacho estás volado de la fiebre! —exclamó Mala tocándole la frente y como para acabar de completar ahí fue Karim a estornudar aparatosamente.
Moe se levantó con un suspiro de resignación y miró a su hija.
—Ya sabes cómo funcionan las cosas en esta cada, si lo rompes, lo arreglas —sentenció con severidad—. Ahora ve a cambiarte que tienes un enfermo que cuidar.
—¿Qué es esto, princesa? ¿Crees que se me ocurriría ponerte un dedo encima en la casa de tus padres?
—Karim, ya me pusiste todo encima a cielo abierto, créeme cuando te digo que no sé lo que te detiene —suspiró ella poniendo el termómetro digital contra su frente y esperando el "bip"—. ¡Diablos, te faltan dos líneas para treinta y nueve!... Vamos, acuéstate, ya te voy a buscar una pastilla, que eres más blandito de lo que quieres aparentar.
Karim se recortó un poco sobre las almohadas y se tomó sin rechistar cada pastilla que ella le trajo de regreso. Estaba a punto de preguntarle con puchero incluido si lo iba a dejar solito, cuando la escuchó decir que ya volvía.
Cinco minutos después ella entraba con un enorme tazón de palomitas y sonreía mientras alcanzaba un control remoto sobre la chimenea de la habitación.
—Mi parte favorita de cada cuarto —dijo ella accionándolo con la emoción de una niña y Karim vio cómo de debajo de la cama salía un mecanismo con un enorme televisor—. Oye, si me tengo que quedar a cuidarte, más vale que tenga con qué entretenerme...
Dijo subiendo a la cama y poniendo aquel tazón de palomitas entre los dos.
—¿Qué quieres ver? —preguntó él tomando posesión del control.
—Lo menos sexy que haya.
—Harry Potter será —decidió Karim y cuando Chris y Mala se asomaron a la puerta media hora después los encontraron gritándole no sabían qué cosa a no sabían qué Umbridge por insensible, maldit@, traidora y otros apelativos menos amables.
—Por lo menos están matando a un tercero —advirtió Mala en un susurro— eso ya es un gran avance.
Se fueron a dormir tranquilos, sin saber que en las siguientes dos horas aquella fiebre no bajaría y Rose pasaría de las pastillas al paño húmedo y luego a la desesperación. La fiebre no subía demasiado pero ella no lograba que le bajara de ninguna manera. Era evidente que Karim se sentía mal aunque tratara de esconderlo, y el sudor le perlaba la frente mientras ella solo se sentía culpable, hasta que por fin en la madrugada él se había quedado dormido abrazado a su cintura.
—¿De verdad no te vas a casar conmigo, princesa? ¿De verdad de verdad? —susurró entre el sopor de la fiebre y del sueño.
—Preferiría casarme con el diablo, Karim —se rio ella mientras él escondía la cara en su pecho y después de un tierno puchero le dedicaba una sonrisa malvada.
—No podrías, entre hermanos no está permitido el matrimonio, princesa.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD