FAMILIA DE MENTIRA, AMOR DE VERDAD romance Capítulo 6

Tenía que mirar hacia otro lado. De verdad se suponía que tenía que atender a la boda o algo así, simplemente Hasan no era capaz de concentrarse. Sus ojos seguían volviendo una y otra vez hacia Giulia Rossi, como si hubiera algo en ella que lo llamara.

La muchacha tenía una belleza excepcional que no había sido capaz de apreciar jamás en una fotografía, y en las pocas ocasiones en que sus miradas se habían cruzado, Hasan literalmente había sentido que dejaba de respirar.

La ceremonia de boda entre su hermano Karim y su novia Rose había sido preciosa, y luego se había extendido la fiesta al más puro estilo árabe, perdiéndose en la noche hasta bien avanzada la madrugada.

En la mesa familiar Amira por primera vez parecía cómoda y feliz, como si Arabia ya no le doliera, y Giulia procuraba disfrutar mientras escapaba de los ojos insistentes del príncipe heredero.

Lo que nadie entendía hasta aquel momento era que una boda real como aquella, además de la alegría de sus súbditos, también iba a desatar una ola de demandas de parte de los miembros del Parlamento, porque después de un año de reinado, el rey todavía no se había decidido por un matrimonio ni le había dado a Arabia un heredero.

—¡Su Majestad debería seguir el ejemplo del príncipe Karim y celebrar una boda aún más grande que esta! —exclamó uno de los visires y todos aplaudieron.

—¡Exacto! ¡Ya se le adelantaron, Su Majestad! —rio otro—. ¡El palacio real está ansioso por escuchar de nuevo el llanto de un bebé!

Hasan se giró hacia aquellos hombres y forzó una sonrisa sarcástica.

—Si me dicen ustedes qué parte exactamente de mi palacio está ansiosa me ocuparé de consolarlo. ¿Las columnas? ¿Las terrazas? ¿Los cuadros están ansiosos? —replicó y los miembros del parlamento carraspearon y tosieron nerviosos.

—Disculpe, Su Majestad… solo decíamos que… bueno, que todos esperamos que también encuentre el amor y podamos celebrarlo muy pronto.

—Sí, me imagino que amor es justo lo que usted está esperando que yo encuentre. ¿No es cierto señor Musalem? —replicó Hasan.

—Bueno… Su Majestad, nosotros solo estamos interesados en el bienestar de nuestro paí…

—¡Pues qué bueno que lo dice, señor Musalem! —se alzó una voz que los dejó fríos a todos—. ¡Eso mismo quería oír porque me dijeron que usted es el que autoriza los fondos para hacer pozos de agua para las tribus más alejadas! ¡Así que con usted mismo quiero hablar ahora!

Y enseguida se escucharon un montón de disculpas y aquellos hombres se retiraron antes de que la conversación con Giulia Rossi se volviera en su contra.

—¿Por qué corren? —masculló ella cruzándose de brazos—. Cobardes.

Hasan rio por lo bajo, pero lo cierto era que desde que había tomado el poder, había hecho lo posible por llevar a Arabia a una nueva era de justicia, y por desgracia eso hacía que su relación con el Parlamento fuera, por decirlo de buen modo, tensa.

—Buena salvada —le dijo a Giulia y la muchacha le regaló una sonrisa luminosa.

—Malika y yo sabemos cómo espantar hombres —le aseguró con un guiño que hizo que a Hasan se le secaran hasta los pensamientos, pero estos fueron inmediatamente interrumpidos por Amira.

—¿Estás bien, muchacho? ¿Te está dando problemas el Parlamento? —le preguntó y quizás era la única persona que no lo trataba con todo el protocolo, pero Hasan respetaba a la madre de Karim como si fuera la suya propia así que le habló con sinceridad.

Ibrahim, el antiguo jefe de las Doce tribus, había sido el padre de Amira, decapitado por orden del antiguo rey por traición.

—No lo sientas, cada uno cosecha lo que siembra, Ibrahim siempre sembró la traición y la codicia. Así que no me sorprende que finalmente haya recibido su castigo —sentenció Amira—. Pero eso quiere decir que las Doce Tribus debes estar más resentidas que nunca con la corona.

Hasan asintió con expresión de impotencia pero enseguida negó y cambió de tema.

—Bueno, vamos a olvidar los deberes reales por esta noche. ¿Qué les parece si solo disfrutamos de la fiesta? —Se levantó y con un gesto lleno de galantería se acercó a Giulia, expendiéndole su mano.

—Señorita Rossi, ¿me concedería el próximo baile, a ver si me libra de la siguiente ola de acosadoras? —le preguntó y Giulia apretó los labios aguantando la risa, porque sabía que se refería a las hijas de altos dignatarios que lo habían estado invitando a bailar toda la noche.

—Por supuesto, Su majestad —accedió con la advertencia de que no era demasiado buena en las danzas árabes, pero eso a Hasan no parecía molestarle.

Se la llevó a un rincón de los jardines para que nadie los molestara mientras bailaban, y simplemente se dejaron llevar por la música mientras los dos reían… o al menos lo hicieron hasta que la muchacha levantó la mano para juntarla con la suya y Hasan se quedó mudo mirando aquella cicatriz.

—¡¿Quién eres?! —gruñó tirando de su mano y acariciando bruscamente la cicatriz en su palma—. ¡¿Fuiste tú?! ¡Dime ¿Fuiste tú?!

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