Felicidad efímera romance Capítulo 1

—Mmm… hueles increíble.

Un ventilador eléctrico viejo giraba por encima de su cabeza en una habitación de no más de cuarenta metros cuadrados. Era la única fuente de ventilación contra el aire cargado y húmedo del verano.

Un hombre y una mujer estaban recostados en una cama destendida en el centro de la habitación. La mujer, Ivonne Garduño, nunca imaginó que el desconocido al que había traído de forma amable a casa, desde un bar la noche anterior, se acostaría con ella en contra de su voluntad. Cuando lo escuchó murmurar sobre lo increíble que olía, Ivonne suplicó:

—No… Por favor, no.

—Me haré responsable de ti.

El dolor extremo la hizo doblar los dedos de los pies. El hombre utilizó la fuerza bruta para salirse con la suya. Sintió como si le quemara la piel cuando entró en contacto con su pecho desnudo. Parecía que le estaba quitando toda la energía del cuerpo y poco a poco se iba perdiendo ante lo inevitable.

En algún momento, Ivonne se desmayó, agotada por el esfuerzo físico. Cuando despertó, el cielo empezaba a clarear. Ivonne se incorporó de forma rápida y de inmediato vio al hombre desnudo que yacía a su lado. Su mirada recorrió sus rasgos definidos, sus cejas oscuras y sus ojos cerrados con fuerza. Su rostro era perfecto desde todos los ángulos, tan perfecto que era imposible olvidarlo.

De repente, Ivonne miró su propio cuerpo. Los chupetones cubrían su piel, y cada vez que hacía un leve movimiento se estremecía de dolor. La vergonzosa escena de la noche anterior inundó de forma instantánea su mente. Murmuró:

—¡Bestia!

Justo entonces, su móvil comenzó a sonar. Era una llamada del ama de llaves de la Familia Landeros, María López. Cuando la línea se conectó, María preguntó:

—¿Dónde está, Señora Landeros? Le enviaré un chófer. El Señor Landeros está por llegar.

—¡N… no hace falta, Señora López! Tomaré un taxi —espetó Ivonne, interrumpiendo las palabras de María.

Ella terminó la llamada sin darle a la ama de llaves la oportunidad de responder, quizá por culpa. Luego, lanzó una mirada asesina al extraño que estaba en la cama. «¡Jamás lo hubiera traído a casa si no hubiera visto a varias personas deseosas de robarle mientras estaba briago! Y si no lo hubiera traído a casa, ¡esto tampoco me habría pasado a mí!».

Sin ningún lugar donde descargar su frustración, Ivonne hundió los dientes en el brazo del hombre. Por desgracia, seguía muy dormido, seguro agotado por las actividades de la noche anterior. Aun así, Ivonne no se atrevió a perder más tiempo intentando sacarle una respuesta. «Me ocuparé de él más tarde». Se vistió a toda prisa y tomó un taxi hasta la Residencia Landeros.

—Ximena Garduño…

José sacudió la cabeza y admiró la buena fortuna de la mujer. En la Residencia Landeros, Ivonne se duchó a toda prisa y se cambió. Apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento cuando le anunciaron que Jonathan había llegado. Ivonne salió corriendo a recibirlo. Antes de que pudiera esbozar una sonrisa, alguien le entregó un documento.

—Señora Landeros, esto es un acuerdo de divorcio. Su matrimonio con el Señor Landeros fue de conveniencia. Los dos han vivido separados durante tres años. Aunque decida llevar esto a los tribunales, el juez aprobará el divorcio. Por supuesto, el Señor Landeros no la dejará desamparada. Le dará la pensión alimenticia que merece.

Ivonne hizo una pausa, con la sonrisa congelada en el rostro. «¿Divorcio? ¿Regresó para divorciarse de mí?» Sin embargo, al recordar cómo lo había «engañado» la noche anterior, Ivonne decidió no aferrarse a su matrimonio de conveniencia.

—Siéntase libre de hablar si no está conforme con la pensión alimenticia establecida.

Un hombre muy elegante salió por detrás del hombre que le entregó el documento a Ivonne. La mirada fría del primero pasó por delante de Ivonne, y solo la vio por un instante antes de desviar su mirada. Estaba claro que ella no le interesaba.

Sin embargo, Ivonne se quedó mirando aquel rostro cincelado durante varios segundos, anonadada hasta la médula. Aquel hombre era igual al desconocido con el que se había acostado la noche anterior.

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