Ivonne miró su ropa antes de taparse con las sábanas y mirar a Jonathan con recelo. Después de todo, el hombre la había violado antes.
—Nunca esperé que fueras el tipo de persona que forzaría a una mujer. ¿No tienes vergüenza?
En verdad, Jonathan nunca había visto a una persona capaz de tergiversar la verdad como ella. Su rostro se ensombreció de forma espantosa, volviéndose negro como la noche.
«¡Uf! ¡De verdad no tenía nada mejor que hacer que meter las narices en sus asuntos!».
—¡Fuera de aquí!
Ya estaba lívido de entrada. Unido a la estimulación visual, estaba a punto de perder el control de su cuerpo. Lo único que quería era echarla a patadas y darse un baño frío. Ivonne echó un vistazo a su ropa mojada. Tomó rápido una toalla y se la envolvió, su expresión parecía decir que no se pelearía con él en ese momento, sino que ajustaría cuentas más tarde. Después abrió la puerta con cautela y asomó la cabeza. Por suerte, no había nadie en el pasillo.
«¡Vaya! Si alguien me viera salir de la habitación del director general, correrían rumores infames por toda la empresa».
Por desgracia, escuchó pasos justo después de haber avanzado un poco. La habitación exclusiva de Jonathan era la única que había, por lo que el hecho de que estuviera deambulando en bata no tenía explicación.
Sin más remedio, se regresó. Cuando empujó la puerta y entró en la habitación, se encontró con un hombre recién duchado, con la parte superior del cuerpo al descubierto y una toalla envolviéndole la parte inferior. Las gotas de agua salpicaban su cuerpo.
«Me fui hace un momento y ya se fue a masturbarse. ¿Es que no tiene vergüenza?».
Ivonne se dio la vuelta con rapidez.
—Me quedaré aquí un rato.
«¿Quedarse un rato?».
La mirada de Jonathan se ensombreció un poco.
—¡Fuera!
«Tuve que permanecer bajo el agua fría un buen rato antes de que se apagara el fuego que ella provocó antes. Si le permitía quedarse, podría hacer algo más para seducirme, ¡teniendo en cuenta sus intrigas!».
A decir verdad, Ivonne no quería que la vieran, porque había alguien fuera.
«Si me vieran, rumores inexplicables se extenderían como fuego y la condena bastaría para matarme. ¡Ya que estoy vestida así, la gente malinterpretaría con facilidad que vine a seducir a Jonathan!».
—¡Jonny!
—¿Qué haces? —Indignada, no supo qué hacer.
—¿Aún te atreves a afirmar que no tienes deseos hacía mí?
La voz grave de Jonathan estaba teñida de furia. Sus ojos de halcón se clavaron en ella y parecía como si quisiera despellejarla viva.
«¿Deseos hacia él?».
Ivonne estaba tan avergonzada mientras él miraba su ropa desarreglada y el rubor en su cuello blanco cremoso que se le escapaban las palabras.
—¿Qué? ¿Di justo en el clavo? —La voz de Jonathan irradiaba burla.
Levantando la cabeza, Ivonne vislumbró la frialdad y la burla en sus ojos.
—¿Cree que es usted muy ardiente, Señor Landeros? Nunca me interesaría por usted, aunque fuera el único hombre en la tierra.
Aquel comentario suyo hizo que Jonathan se pusiera colorado. En el siguiente latido, él capturó despiadadamente sus labios antes de que ella pudiera decir nada más. Sus movimientos estaban impregnados de ira y depredación, sin una pizca de ternura.
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