—¡Ahh!
Con la cara enrojecida, Ivonne soltó un grito desgarrador. Nunca esperó que el hombre que tenía delante le arrancara el top de repente. Además, estaban en su despacho. Incluso la puerta estaba abierta. Cubriéndose el pecho con los brazos, volteó para mirar a la puerta.
Como era de esperar, vio a José y a otros hombres que no conocía de pie ante la puerta con expresión atónita. Al instante, su cara se puso más roja.
—¡Fuera!
La voz de Jonatán retumbó en la habitación mientras gritaba. José y los demás se asustaron y salieron corriendo. La puerta del despacho se cerró con un golpe seco. La habitación estaba tan silenciosa que se hubiera podido escuchar un alfiler cayendo.
Jonathan miró con atención a Ivonne mientras se esforzaba por recordar a la mujer con la que se había acostado la otra noche. Aquella noche estaba aturdido, además, estaba oscuro. Por más que lo intentaba, no podía recordar el aspecto de la mujer. Frotándose las sienes, trató de controlarse y preguntó:
—¿Dónde vives…?
—¡No es asunto tuyo! —gritó Ivonne antes de que Jonathan pudiera terminar la frase.
Con los ojos enrojecidos, se marchó dando un portazo. «¡Maldito bast*rdo! Nunca había pasado tanta vergüenza en toda mi vida». Comenzó a regañar y maldecir a Jonathan en su corazón sin parar. Sin embargo, todavía no era suficiente para deshacerse de su odio hacia él.
Mientras tanto, Ximena estaba en el departamento de traducción. Cuando se enteró de que Federico había contratado a Ivonne, su mente se sumió en el caos. Desde que eran jóvenes, Ivonne siempre la había opacado. Teniendo en cuenta que Ivonne siempre había sido guapa, por lo regular tenía una buena relación con la gente de su entorno.
Si sus colegas de la empresa anterior no hubieran creído en los rumores que Ximena difundió en secreto sobre Ivonne, ésta nunca se habría visto aislada. Sin embargo, Ximena estaba ahora en el territorio de Jonathan. Si hacía algo demasiado atroz, Jonathan se daría cuenta enseguida.
Ximena fue al departamento de recursos humanos. Después de preguntar a varias personas se enteró de que Ivonne había ido al despacho de Jonathan. También se enteró de las habladurías sobre lo sucedido.
—La nueva asistente sedujo al Señor Landeros. El Señor Landeros estaba mojado por todas partes. Un par de supervisores lo vieron con sus propios ojos.
—Sí. Escuché que cuando llegaron a la oficina, la mujer y el Señor Landeros estaban… Uh… Ya sabes…
¡Plaf! El crujiente sonido de una bofetada resonó en el pasillo. Ximena se quedó con la boca abierta. No esperó que Ivonne la golpeara.
—¿Cómo te atreves a pegarme? Ivonne, no vengas a suplicarme en el futuro.
—¿Crees que me importas, Garduño? ¡No voy a volver, aunque me lo supliques! —Ivonne replicó.
Ivonne pensó que debió haber cortado lazos con ellos hace mucho tiempo. Su relación con esos supuestos familiares era peor que la de ella con extraños. Dicho eso, Ivonne no hizo más caso y se dio la vuelta para marcharse. Para su sorpresa, se topó con Jonathan. Ivonne se sorprendió. «¿Me siguió?».
—Jonny, me pegó.
Agarrándose la mejilla con la mano, Ximena corrió hacia Jonathan con la esperanza de que le diera una lección a Ivonne.
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