Felicidad efímera romance Capítulo 74

Ivonne llevaba tirantes, pero ya se le cayeron de los hombros. Desde donde estaba Jonathan, podía ver la piel blanca y cremosa que había debajo. De hecho, la prenda no sería capaz de ocultar su cuerpo si se movía un centímetro más. Enseguida apartó la mirada y su respiración se aceleró de forma brusca.

«¡Qué desvergonzada! ¿Actúa igual delante de todos los hombres?».

—¡Ivonne Garduño! —Una rabia ardiente lo recorrió.

Sintiendo que su cuerpo ardía, Ivonne alargó la mano para servirse un trago y aliviar su malestar. Por desgracia, su mano resbaló y se derramó en el agua. En consecuencia, una tenue capa de color rosa manchó las aguas termales y un fragante aroma flotaba en el aire. Entonces, quiso levantarse por instinto. La mirada de Jonathan se ensombreció. Sujetó la bata con rapidez, la envolvió en ella y abrazó su esbelto cuerpo.

No le molestaba el hecho de estar en las aguas termales con ella. Cuando el agua salpicó por todas partes, se empapó. Pegada a un cuerpo frío, Ivonne se sintió como si fuera un enorme bloque de hielo. Se apretó contra él con fuerza.

—Eres tan genial, Susana. Déjame abrazarte un rato.

Jonathan se puso rígido como una tabla. Mientras su suave cuerpo se pegaba al suyo, un aroma fragante llegó a sus fosas nasales. Como un pulpo, Ivonne se le echó encima. En un instante, la bata que la cubría se aflojó. Al instante siguiente, Jonathan disfrutó de un espectáculo tentador. Se le fruncieron las cejas y se le hizo un nudo en la garganta.

—¡Ivonne!

Su voz ronca llegó al oído de Ivonne, profunda y grave.

—¿Por qué tienes la voz tan áspera, Susana? ¿Te enfermaste?

Jonathan frunció el ceño.

«¿Enfermarme? A este paso, pronto tendré fiebre».

Ivonne se lamió los labios, con el cabello mojado esparcido por el pecho.

Justo cuando estaba a punto de marcharse, la vio tirándose de la ropa sobre la cama, dejando al descubierto un tramo de su hombro.

«Si alguien más la viera tumbada en mi cama en esas condiciones, el escándalo sería inevitable».

De ahí que cambiara de idea sobre marcharse. Si no fuera porque ella dormitaba de forma profunda, sin duda sospecharía que lo estaba seduciendo de manera deliberada. Era medianoche, así que había un silencio inquietante en el complejo. Como quería salvaguardar su intimidad y detestaba que otros entraran en su habitación, no pudo encontrar entonces a ningún miembro del personal.

Apenas alargó la mano para desvestirla, la mujer de la cama abrió los ojos con brusquedad. El cerebro de Ivonne solo sufrió un cortocircuito porque sufría de falta de oxígeno y de anemia, pero se recuperó tras descansar un rato.

—¿Qué haces?

El desconcierto de sus ojos había desaparecido. Su mirada se volvió clara y penetrante. Era como si él le hubiera hecho algo aborrecible.

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