—¿No te satisfice la última vez? Jamás habría pensado que una chica que parecía inocente como tú sería tan insaciable; de verdad te subestimé, Andrea.
Parecía que Miguel nunca pensé dejarme ir. Sus palabras me enfurecían, estaba insultándome. Aunque solo vine un motivo oculto, me considero una mujer conservadora por naturaleza, que un hombre llamara insaciable me dejaba un mal sabor de boca. Mi sonrisa se desvaneció y miré a Miguel con frialdad.
—Lo siento, vine con la persona equivocada.
Con eso, me volteé para irme, pero me tomó de la muñeca, dándome un tirón de vuelta contra su pecho. Abrazándome con fuerza, acercó su cara a la mía con una sonrisa perversa.
—Como te ves ansiosa por revolcarte en las sábanas conmigo, supongo que no tengo opción que darte lo que tanto quieres.
Aunque esto significaba que accedió a tener sexo conmigo, cada palabra que decía era un golpe a mi orgullo, sobre todo porque tengo mucho de este, así que, de inmediato, lo aparté. Sí, estaba corta de dinero, pero eso no significaba que dejaría que un hombre me insultara así; venir a ver a Miguel fue un error.
—Solo finjamos que nunca vine a verte hoy. De ahora en adelante, ¡no nos volvamos a ver jamás! —dije con frialdad.
Al haber dicho esto, me di la vuelta y me preparé para irme caminando, pero Miguel era más rápido; vino corriendo y me bloqueó el paso.
—¿No crees que es un poco tarde para irte caminando ahora? Tú fuiste quien me sedujo primero, Andrea.
Antes de poder reaccionar, el hombre abrió la puerta de su coche y me metió a él. Quería resistirme, pero al pensar en mi papá, aguanté la humillación que sentía y me quedé sentada en su coche, el cual aceleró en el camino a una velocidad increíble. Por fortuna, Miguel era un buen conductor.
—¿A dónde vamos? —le pregunté con suavidad, mirando el perfil del hombre.
—Pues a un lugar cómodo para hacerlo. No me digas que quieres hacerlo en el coche de nuevo en medio del día.
Miguel ni siquiera volteó a verme cuando respondió mi pregunta, pero lo que dijo me sonrojó porque mi mente en automático me regresó a la escena salvaje en el coche. Me había acostado justo aquí con él, en el mismo coche, en el mismo asiento. Volteé a ver por la ventana y permanecí callada todo el camino. Puso el coche en marcha y pronto llegamos a un hotel de cadena; después de bajarme del coche, alcé la mirada y vi que era un hotel cinco estrellas. No pude evitar quejarme en mi interior.
«Este sujeto debe ser muy adinerado. Solo vamos a tener sexo, ¿era necesario venir a un hotel cinco estrellas? Es probable que una noche aquí cueste la mitad de mi salario mensual. Las vidas de las personas ricas en verdad son diferentes de las de los ordinarios».
—Miguel, no es necesario venir a un hotel cinco estrellas, ¿o sí? Solo piénsalo: estaremos aquí nomás por un rato. No creo que sea la mejor opción económica… —dije con un tono prudente mientras volteaba a verlo.
Mi propósito era acostarme con Miguel, no en un hotel cinco estrellas. Una sesión de sexo no tomaría tanto tiempo, así que venir a un hotel como este era exagerado. Miguel me miró por poco tiempo y me dijo:
Alcé las cejas, pero, antes de que pudiera responder, me tomó de la mano y llevó hacia adentro. En cuanto llegamos a la recepción, el gerente se nos acercó para servirnos, pero, al ver que se trataba de Miguel, se sorprendió.
—Señor Sosa, ¿qué lo trae por aquí? ¿Hay algo con lo que no esté satisfecho con nuestro servicio?
El gerente se puso delante de Miguel y lo saludó con una reverencia ligera; debido a su mirada preocupada, podía ver que estaba muy nervioso. Estaba a punto de reírme ante esta escena; me preguntaba qué tan estricto era Miguel como para que el gerente de su propio hotel se aterrorizara cuando lo viera. Miguel no respondió la pregunta del gerente; más bien, le dio una mirada superficial y le ordenó:
—Consígueme una habitación. Descansaré aquí.
—¿Qué? —Sorprendido, el gerente abrió más los ojos, pero al notar la expresión hostil de Miguel, de inmediato accedió—: Sí, señor Sosa, sígame por favor.
El gerente nos dirigió a una suite presidencial en el décimo octavo piso. No podía negar que las personas ricas sabían cómo disfrutar sus vidas. Esta suite equivalía a un departamento de tres habitaciones y tenía todo tipo de electrodomésticos.
Esta era mi primera vez en una suite como esta. Mientras miraba alrededor con una mirada de asombro en la cara, Miguel me empujó de forma brusca contra la puerta junto a la ventana. Antes de poderme dar cuenta de lo que ocurría, puso sus labios contra los míos.
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