Haciéndolo mío romance Capítulo 46

—Claro, continúe, por favor. 

Aunque mi instinto me decía que nada bueno resultaría de esto, mantuvo mi tono tan amable como pude. Nunca me imaginé que perdería el control y enfurecería al siguiente momento. 

—Andrea, si puedes considerar y aceptar la propuesta que te hice antes, te dejaré tener tantas ausencias como quieras. Incluso si no puedes venir a la oficina en un mes, haría que el departamento de contabilidad te pagara tu salario mensual. ¿Qué te parece? ¿Estás dispuesta a considerarlo? 

Mi expresión cambió cuando escuché sus palabras asquerosas. Estaba al límite de mi furia y sin siquiera pensarlo, lo rechacé al instante y le grité: 

—¡Nunca voy a aceptar eso! 

«¡Qué hombre tan asqueroso! ¿Cómo se atreve a decirme eso? ¿Acaso está quiere que lo maldiga?» 

—Estoy haciendo una excepción para darte una oportunidad, Andrea. No me hagas enojar. ¿Acaso no has pensado en las consecuencias antes de volver a rechazarme? Para mí es muy fácil echar a cualquiera. ¿Aún quieres seguir trabajando en la empresa?  

Al escuchar su amenaza, no pude seguir reprimiendo mi ira. 

—No he hecho nada malo. ¿Qué derecho tiene de despedirme? ¿Lo está haciendo solo porque no quiero pasar una noche con usted? Es una pena que Dicha Dichosa tenga un empleado tan descarado como tú, ¡manchando la reputación de la empresa! —le grité. 

Yo era una mujer terca y nunca podía aceptar las amenazas de otros. Luego de que César lo hiciera tantas veces, por fin había llegado a mi límite. Aunque su amenaza de despedirme me intimidaba, yo estaba decidida a arremeter contra él. 

Al parecer, César se quedó pasmado en el otro lado de la línea. Nunca se esperó que yo tuviera la audacia de gritarle. Luego de volver a sus sentidos, gritó: 

—¡¿Cómo te atreves a gritarme, Andrea García?! ¡¿No crees que puedo despedirte en este momento?! 

Volteé mis ojos y me burlé: 

—Ah, ¿sí? ¡De verdad es una gran desgracia para mi tener un supervisor tan repugnante como tú! Además de ser viejo y feo, ¡eres un pervertido que le gusta acosar a mujeres jóvenes! ¿Acaso no tienes consciencia o vergüenza? ¿En qué universo una mujer estaría dispuesta a acostarse con un hombre asqueroso y repugnante como tú? 

Ahora que las cosas habían llegado tan lejos, decidí ser sincera y no me importó que acababa de quemar mis propios puentes. No importaba lo poderoso que fuera porque con tan solo pensar en tocar a ese hombre viejo y pervertido me daban náuseas. Y aún más que me pidiera tener relaciones con él. 

—¿Cómo te atreves a decir que soy un hombre asqueroso? Andrea García, a partir de mañana, no tienes que regresar a la oficina. ¡Estás despedida! —estalló el hombre, furioso por el desdén en mi tono. 

—No me iré sin un aviso formal del departamento de recursos humanos. ¡Mañana iré a la oficina como de costumbre!  

Dije cada palabra con frialdad y terminé la llamada enseguida. Ahora que había desquitado todas mis frustraciones, por fin pude animarme y suspirar de alivio. Después de todas las palabras despectivas de mis colegas y el sinfín de trabajo por parte de mi superior pervertido, hace mucho que se había vuelto insoportable para mí. 

Miré de reojo a Miguel, quien estaba sentado a un lado de mí sin moverse. Para mi sorpresa, no había ni el más mínimo cambio en su expresión; era como si no hubiera escuchado la conversación que tuve por teléfono. 

«¿Qué le sucede? Con su inteligencia, debería poder adivinar lo que César le estaba pidiendo en base a nuestra discusión de hace un momento. ¿Por qué no tiene ninguna reacción? ¿Eso quiere decir que no le importa?» 

Me sentí molesta al pensar en ello, pero luego de considerarlo más, pude entender por qué no le importaba; después de todo, solo teníamos una relación sexual.  

«Sé que no tengo derecho de desquitarme con él, pero ¿y si de verdad pierdo mi trabajo? No fue fácil para mi poder entrar a Dicha Dichosa...» 

Al ver que mi actitud se había suavizado, Miguel no siguió complicándome las cosas. Sin embargo, no pude dejar de sentir esa inquietud que sentía cada que estaba a su lado. Sus labios formaron una sonrisa seductora mientras me miraba de pies a cabeza. Pero yo dudaba que pudiera ver algo porque estaba bien envuelta con la manta.  

—Tu ropa todavía no se ha secado, así que ¿por qué no aprovechamos el tiempo para hacer otras actividades? 

Me quedé aturdida al escuchar sus palabras. Por un momento, no pude entender lo que estaba tratando de decir.  

—¿Qué... qué tipo de actividades?  

Me sentí intimidada por su mirada sutil; tragué saliva y comencé a balbucear de forma incoherente. 

—¿Qué clase de actividad crees que podemos hacer? Andrea, ¿de verdad no sabes o solo estás fingiendo? No hace falta que finjas ser inocente frente a mí —añadió en un tono tranquilo. 

«¿Fingir ser inocente? ¿Eso es lo que piensa de mí?» 

—Que quede claro una cosa ¡no estoy fingiendo y no tengo necesidad de hacerlo! Solo tenemos un acuerdo sexual. ¿Cuál es el punto de fingir inocencia? —refuté mientras lo miraba con frialdad. 

—Bueno, pues si no estas fingiendo, entonces sé más razonable. Vayamos arriba y continuemos con nuestra sesión de anoche —resopló con una repentina mirada sombría en su rostro.  

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