Cerré mis ojos y me obligué a no pensar sobre esas cosas. Todo el cansancio acumulado de los últimos días finalmente me alcanzó, por lo que caí dormida poco tiempo después.
El sol ya brillaba con toda intensidad al momento que desperté la mañana siguiente, pero podía quedarme dormida por un rato más porque era fin de semana. Di un vistazo rápido al despertador y me percaté que eran las diez de la mañana; me estiré con mucha pereza en mi cama pues no deseaba salir de ella todavía. Es probable que quedarse dormido en los fines de semana sea todo un lujo para cada trabajador de oficina en el mundo. Justo en el momento que estaba a punto de volver a dormir, recibí una llamada de Raúl.
«No se supone que nos veamos hasta en dos horas más… ¿Por qué me está llamando tan temprano?»
Contesté su llamada de cualquier modo a pesar de que estaba un poco fastidiada por haberme llamado.
—Todavía falta bastante tiempo para nuestra cita, señor Valdez. ¿Podría preguntarle por qué me está llamando tan pronto? —pregunté con amargura.
—Oh, yo solo le quería preguntar si le gustaría que yo fuera a recogerla a su domicilio más tarde.
Raúl sonaba un poco nervioso y emocionado al mismo tiempo,
—Eso no será necesario, llamaré por un taxi para que me lleve más tarde.
No pude contener sentirme un poco disgustada por la idea de que él viniera a recogerme, así que rechacé su oferta sin pensarlo dos veces.
—De acuerdo. La esperaré en el lugar que acordamos.
En su tono de voz se escuchó su decepción al decir eso, pero no le di mucha importancia.
Ya que el sueño me abandonó después de colgar la llamada, decidí salir de la cama y ponerme un vestido de colores claros para luego aplicarme maquillaje que lo complete. Natalia me recordó que diera todo mi esfuerzo cuando me vio salir de la casa, así que le giré los ojos antes de dirigirme al café Starbucks a encontrarme con Raúl.
El interior del sitio estaba muy bien decorado, y mi cita ya me estaba esperando dentro en el momento que llegué.
—Una disculpa por hacerlo esperar —dije con una pequeña sonrisa mientras me sentaba en el asiento contrario a él.
—No se preocupe, después de todo es normal que los hombres esperen a las mujeres.
Pude notar lo sorprendido que estaba en sus ojos cuando me vio, y simplemente sonreí como respuesta sin decir una palabra.
Después de lo que parecía ser un largo silencio incómodo, Raúl me volteó a ver y me preguntó con timidez:
—Yo pienso que somos bastante adecuados el uno para el otro, señorita García. ¿Estaría usted interesada en llevar las cosas un paso más adelante?
Pero claro, su pregunta estaba completamente dentro del marco de expectativas dado que había dejado claras sus intenciones cuando me llamó la noche anterior. A pesar de que yo no sentía nada por un extraño como él, no podía negar que él era también un candidato apropiado para el matrimonio.
Después de haberlo reflexionado un poco, decidí intentar salir con él.
—Yo había atendido a la cita a ciegas con la intención de poder casarme, señor Valdez. Si eso es lo mismo que usted está buscando, entonces creo que podríamos empezar a salir juntos y ver cómo nos va después —dije con tranquilidad y sin mostrar emoción alguna en mi rostro.
Me giré con rapidez y vi que Miguel estaba parado al lado de un auto, dándome una mirada despiadada. Habían pasado muchos días desde la última vez que lo vi y, debido a la confusión y el pánico dentro de mí, estaba temblando sin control.
«¿Qué está haciendo él aquí?»
Miguel empezó a dirigirse hacia mí mientras que yo seguía impactada, él se me quedaba viendo. Raúl se percató que algo estaba mal y preguntó con el ceño fruncido:
—Señorita García, ¿quién es él?
—Él… Él es mi jefe… —expliqué con mi vista hacia el suelo debido a mi vergüenza.
«Ahora que por fin encontré a un buen candidato con el que me podría casar, ni loca le podía contar sobre la relación inapropiada que tengo con Miguel.»
—¿Estás segura de que eso es todo lo que soy, Andrea? ¿Solo tu jefe? —Miguel me interrogó sin piedad, pues se había enfurecido más aún cuando escuchó mi explicación.
En mi estado de pánico, dirigí mi mirada hacia otra parte para evitar su mirada penetrante.
«¿No se supone que íbamos a pretender ser completos extraños en público? ¿Qué razón tendría para acercarse a mí de esa manera? ¿Acaso no teme que nuestro secreto salga a la luz?»
—¿Qué estás haciendo aquí, Miguel? —estaba nerviosa cuando le pregunté, pues yo no sabía por qué había aparecido de la nada de esa manera.
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