Miguel mantenía una mirada tan fría que provocó que una sensación gélida recorriera por mi espalda. Por alguna razón sentía una sensación de culpabilidad, como si le hubiera hecho algo malo.
Raúl se percató de la incomodidad que surgía entre nosotros dos, así que se colocó a mi lado y, mientras que mantenía su mano estirada hacia adelante, dijo:
—Que tal, me llamo Raúl. Soy el novio de Andrea.
Sus palabras hicieron que mi corazón se detuviera por un segundo debido a que el pánico me invadió aún más.
«Maldita sea, ¿por qué tenía que decir Raúl que él era mi novio? ¡Nosotros solo habíamos acordado que intentaríamos salir juntos! ¡Ni siquiera nos habíamos puesto de acuerdo si íbamos a hacer esto algo oficial ni nada parecido! ¿Ahora cómo se supone que confrontaré a Miguel?»
El rostro de Miguel se oscureció cuando escuchó las palabras de Raúl, él nada más se quedó viendo con poca emoción hacia la mano estirada de Raúl y sin decir una palabra. Raúl retiró su mano después de unos segundos de silencio incómodo y permaneció callado.
—Y-y bueno… ¿Qué ocurre, Miguel? —fui tímida al preguntar pues estaba esforzándome en no hacer contacto visual con él; lo único que logré fue echar más leña al fuego, ya que su enojo aumentó mientras que su aura fría se intensificó.
—Necesito hablar contigo. ¡Ven conmigo! —Miguel me gritó de repente cuando la tensión había llegado a su límite.
—¿P-podríamos hablar de esto en otra ocasión? Este no es un muy buen momento para mí…
La actitud dominante de Miguel me estaba estresando, dado que no quería que Raúl se enterara de nuestra relación. No fue fácil para mí encontrar a un hombre decente como él, por lo que en verdad iba a ser una lástima si lo perdía de esa manera.
—¿Intentas hacerme enojar, Andrea?
Nunca me había atrevido a decirle que no a Miguel por ningún motivo, así que esta fue la primera vez que en realidad rechacé una petición suya y, como era de esperarse, lo hice enfurecer como nunca.
—Miguel, yo…
Pensé en decir algo, pero Miguel me tomó del brazo antes de que pudiera terminar de hablar y empezó a llevarme hacia su auto.
—¡Oye! ¿Pero qué estás haciendo, Miguel? ¡Estoy en medio de una cita! —exclamé molesta cuando sentí el dolor por la fuerza con la que me sujetaba.
«Raúl es un abogado y ellos son inteligentes, ¡así que es de esperarse que se dé cuenta de que algo no está bien en mi relación con Miguel! ¿Qué haría si él descubriera que Miguel y yo tenemos una vergonzosa relación como “amigos con derechos”?»
Había tanta ira en la mente de Miguel que se negaba a escucharme y me metió a la fuerza al auto; acto seguido, aceleró y dejando atrás a Raúl, quien observaba con el ceño fruncido desde lejos.
«Ya debe de estar sospechando algo sobre nosotros en este momento…»
—¿Qué estás haciendo, Miguel? ¡Raúl va a pensar en algo si me llevas de esta manera! —le grité mientras lo miraba enojada.
Miguel piso el freno hasta el fondo cuando escuchó el sonido de derrape, lo que causó que me sacudiera hacia al frente cuando el auto se detuvo por completo. Me le quedé viendo con los ojos bien abiertos debido al miedo y al impacto, me preguntaba qué fue lo que hice para hacerlo enojar tanto.
—Yo nunca voy en contra de mi propia palabra. Te permitiré que encuentres un novio y que te cases, ¡pero no aún!
Después de eso, Miguel encendió el auto antes de que yo pudiera responderle y aceleró una vez más; estaba conduciendo con tanta velocidad que, al mirar por la ventana, mis nudillos se pusieron blancos.
«¿Cómo es que puede conducir tan rápido? ¿Acaso este hombre no siente miedo?»
—¿A dónde me llevas, Miguel? Se supone que todavía estoy en una cita con ese hombre.
Es probable que estaba demasiado enojado como para voltear a verme, pero aun así podía sentir el enojo salir de su cuerpo mientras que conducía en silencio.
«¿Por qué motivo estropearía mi cita a propósito? ¿Qué hice para hacerlo enojar tanto? Puede ser que… ¿Acaso está celoso porque me vio en una cita con otro hombre?»
Ese pensamiento me trajo una breve sensación de felicidad, pero no tardó mucho para que ese sentimiento desapareciera en el instante que recordé que yo nunca le había agradado desde el principio.
«¡No hay manera en la que él pudiera estar celoso! ¡Debo de estar pensando las cosas demasiado!»
El auto se detuvo de repente unos diez minutos después, fruncí el ceño cuando vi la casa a la que Miguel me había dado las llaves para usar.
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