Era claro que Natalia no creía en mis palabras por la manera que me miraba.
—Andrea, somos mejores amigas, y no me gustaría que ocultaras cosas de mí —dijo con seriedad.
Fui tentada a contarlo todo respecto a lo que hay entre Miguel y yo cuando vi su rostro lleno de preocupación, pero al final decidí no hacerlo; ella solo me daría mi lección por los actos sin vergüenza que había cometido.
—Natalia, estás pensando demasiado sobre este asunto, te estoy diciendo que no hay nada, en lo más mínimo, entre él y yo; además, como tú dijiste, somos mejores amigas, ¿por qué te mentiría?
A diferencia de lo calmada que era mi apariencia, dentro de mí había un pánico que arrasaba como un incendio; hice mi mejor esfuerzo por mantener mi compostura en frente de la mirada vigilante de Natalia para que así no me descubriera. Después de un tiempo, ella suspiró en señal que se había rendido.
—No te voy a obligar a que me cuentes si no lo quieres hacer, pero sí tengo un pequeño consejo para ti: conoce tus límites. Si en verdad quieres algo con Raúl, entonces te sugiero que ya no te acerques a Miguel.
Pude deducir, a través de su consejo, que ella había averiguado de cierto modo mi relación con él.
—Gracias, Natalia. Te lo aprecio mucho.
Esa noche, mientras estaba recostada sobre mi cama, no pude dejar de repetir en mi cabeza lo que Miguel me había hecho durante el día.
«¿Por qué motivo me llevó lejos de Raúl? ¿Estaba siendo celoso o simplemente posesivo?»
Me molestaba con solo recordarlo, así que sacudí mi cabeza determinada a que necesitaba dejar de pensar demasiado en la manera que se comportó. Yo ya me había decidido que lo más importante en este momento era poder asentarme en algún lugar y con alguien adecuado para mí; además, era claro que no existiría un futuro entre Miguel y yo. Me quedé dormida al poco tiempo.
En el transcurso de los próximos días regresé al trabajo como siempre y daba al parecer que Miguel había desaparecido por completo, tampoco había recibido llamadas de él. Hubo algunos momentos en los que me sentí tentada a llamarlo, y, durante esos momentos, me tenía que hacer recordar que no debía actuar con tan poca vergüenza. Y después de considerar la manera en la que las cosas terminaron entre él y yo, no había razón alguna por la que debería atraerme problemas.
De hecho, tampoco había recibido ninguna llamada de Raúl y me preocupé de que haya perdido a mi candidato para el matrimonio al no saber nada de él. Pero, a decir verdad, estaba más preocupada con todo el alboroto de tener que encontrar a otro buen hombre que en no poder seguir teniendo más citas con él.
Tomé mi teléfono, pero pensaba mucho si debía llamarlo. La última vez que lo vi, él había sugerido que intentáramos salir como pareja; había pasado tiempo desde aquel entonces y aún no sabía nada de él.
«¿Será por lo que pasó con Miguel el otro día?»
Mientras que mis pensamientos volaban, mi corazón se llenó de una enorme inquietud. Respiré hondo un par de veces y asumí el coraje para llamarlo. Se podía escuchar del otro lado de la llamada que Raúl estaba un tanto sorprendido de escuchar mi voz, él no esperaba que yo iniciara una llamada.
—Señor Valdez, ¿estaría disponible para poder verse conmigo?
Cada segundo se sentía como una hora mientras esperaba por su respuesta.
—Claro, la veré en el mismo café al que fuimos.
Eso salió mejor de lo que esperaba. Yo había tomado por sentado que él había perdido interés en mí debido a la falta de comunicación y me sentí más aliviada cuando escuché que aceptó a vernos tan rápido.
«No puedo permitir que se entere de los nuestro.»
—Es que… no me dieron la impresión de que sea una relación de jefe y empleado cualquiera.
Era obvio que mi explicación no lo había convencido.
—Señor Valdez, si usted no puede confiar en mis palabras, entonces le sugiero que llevemos lo nuestro hasta aquí. Es probable que no seamos el indicado el uno para el otro.
Sin importar lo validas que hayan sido sus preguntas, a mí no me gustaba que se dudara de mí; toda esta situación me estaba enfadando.
Miguel también me había interrogado antes con la misma mirada dudosa.
«¿Por qué debo de estar atrapada entre ellos dos?»
Puede que mi respuesta haya salido más agresiva de lo que quería, pues Raúl entró en pánico mientras decía:
—Andrea, por favor no malentiendas mis intenciones. ¡No es que no confíe en tu palabra! Es solo que quería conocerte mejor, ya que estamos en camino al matrimonio.
Pude suponer que él en verdad quería salir conmigo cuando noté su esfuerzo por mejorar la situación; podía creer que llené todos los cuadros que Raúl estaba buscando llenar para una pareja para el matrimonio.
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