Haciéndolo mío romance Capítulo 60

—¿Por qué me trajiste aquí? ¡El sol todavía brilla! 

Lo volteé a ver con cuidado, él era bastante aterrador cuando se enojaba. 

—¿Ya te olvidaste para qué es esta casa? ¿Para qué otro motivo te estaría trayendo aquí si no fuera para tener sexo? 

Miguel fue descarado en decir eso y me empezó a llevarme hacia el piso de arriba antes de que pudiera decir algo. Yo sabía lo que él estaba a punto de hacer, por lo que empecé a oponer resistencia por la razón de que no estaba de humor como para hacerlo con él, en especial cuando los dos estábamos tan enojados de esa manera.  

Si eso fuera en una mejor situación, yo no me hubiera opuesto a sus deseos; pero en esa ocasión que estaba actuando de una manera tan irrazonable, él me había hecho enfurecer demasiado, así que me quité sus manos de encima y empecé a retirarme.  

—¡Tú no vas a ningún lado, Andrea! 

Miguel se enojó aún más por mi resistencia, por lo que me alcanzó y me sostuvo de la muñeca con todas sus fuerzas, lo que me provocó fruncir por el dolor mientras intentaba escaparme como pudieras; sin embargo, entre más me resistía, más apretado me agarraba la muñeca hasta que llegó un punto en el que sentí que mi muñeca estaba al borde de romperse.  

—¿Qué demonios estás haciendo, Miguel? ¡Me lastimas! —grité a todo pulmón al estar enojada. 

«¿Qué acto de injusticia hice en él el día de hoy? ¿Por qué me está haciendo esto?» 

—¡Jum! ¡Esto es lo que mereces por resistirte! 

A pesar de que Miguel no me soltaba, sí dejó de apretar demasiado cuando escuchó mis gritos de dolor.  

Yo no podía hacer absolutamente nada en contra de su enorme fuerza, mi resistencia fue inútil y me arrastró hasta la puerta en cuestión de minutos. Mientras me mantenía sostenida con una mano, fue capaz de abrir la puerta con la otra mano y llevarme adentro. Una vez dentro del dormitorio, me colocó contra la pared y empezó a invadir mis labios con los suyos en forma de besos; yo intenté alejarlo con todo mi ser, pero él solo incrementaba su fuerza e intensidad para romper mis actos de resistencia. Miguel colocó mis brazos encima de mi cabeza y empezó a manosear con brutalidad mis pechos hasta saciar sus deseos. Mis ojos quedaron rojos por este tipo de humillación mientras lo observaba con ira. 

«¿En verdad seré violada por Miguel en este preciso momento?» 

—¡Déjame ir ya, Miguel! ¡Habías prometido que lo nuestro se acabaría una vez que tuviera novio! ¡No puedes ir en contra de tu promesa! —le grité en completo asco mientras intentaba liberarme de él.  

—Ya te lo dije, Andrea. Te permitiré que tengas novio, ¡pero no ahora! 

Miguel me miró con frialdad mientras decía eso y en su voz se escuchaba una arrogancia dominante. Ese comportamiento irrazonable me había hecho enojar hasta el alma, lo miré directo a los ojos mientras le gritaba: 

—¿Qué demonios es lo que quieres, Miguel?  

—¡Quiero tu cuerpo! ¡Aún no he tenido suficiente de él! 

—No hay nada. ¿Qué clase de relación podríamos tener? —miré hacia otro lado cuando hablé, pues intentaba ocultar lo nerviosa que estaba.  

Sentí una sensación de incomodidad extrema cuando escuché el nombre de Miguel, pero también me llené de ira cuando me invadió el recuerdo de cómo él por poco me violaba. Era de esperarse que Natalia no creyera ni una sola palabra que le dijera, pues ella sabía lo terrible que yo era mintiendo; me pudo leer como un libro.  

—¿Estás segura? En ese caso, ¿por qué te llevó con él hace unos momentos? Yo sé que ustedes dos estuvieron juntos por una noche, pero dijiste que no había nada entre usted dos después de eso, ¿recuerdas?  

Lo único que pude pensar que ocurrió fue que Raúl la llamó y le contó lo que pasó, lo cual solo me dejó disgustada. Aunque haya aceptado en intentar salir con él, eso no le da el derecho de notificar a mi mejor amiga sobre mis asuntos privados. 

—¿Eso fue lo que te dijo Raúl? —fruncí el ceño y dejé salir un largo suspiro, luego continué. —Le daré una explicación adecuada más tarde. 

—Soy tu mejor amiga, Andrea. ¿Hay algo que tú no puedas contarme?  

Pensé que ya habíamos acabado de hablar de Miguel, pero Natalia insistía en seguir hablando al respecto. Dejé salir otro largo suspiro señal de rendición y le di una mirada seria para poder explicarle: 

—Mira, Natalia… Miguel y yo no somos más que extraños, por lo que yo tampoco tengo la menor idea de por qué me tomó de esa manera. 

Hice un enorme esfuerzo para poder contener todo mi enorme enojo cuando recordé lo que él me hizo hace poco.  

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