—Ya estoy aquí, ¡ahora sal!
La voz de Miguel resonó a través de la llamada al segundo que se conectó, y me dejó sin la oportunidad de decir algo; lo único que escuché después de que habló fue el tono de que la llamada se había desconectado. En ese momento me molesté y permanecí con la mirada fija a mi celular.
«¿Cuál es su maldito problema? ¡Él nunca le da la oportunidad a la otra persona de hablar en cada llamada! ¡Aj! ¡Pero qué cretino es!»
Ahora que me había molestado por su actitud, decidí dentro de mi corazón que no iba a obedecer sus órdenes.
«Oh bueno, él se puede quedar esperando todo lo que quiera, ¡ya que ni siquiera se molestó en dejarme hablar antes de que colgara el teléfono!»
A pesar de eso, yo sabía que nunca tuve las agallas que se requerían cuando se trataba de Miguel y, después de solo cinco minutos, me empecé a sentir impaciente.
«Él es el tipo de persona que odia tener que esperar por alguien más, por lo que puede ser que se marchara si yo seguía demorando.»
—¡Argh! ¡Andrea, eres tan débil que ni siquiera puedes mantener tu posición en un asunto tan corriente! —me estaba burlando de mi reflejo en el espejo mientras le apuntaba con el dedo, después decidí salir de casa.
Cuando llegué a la reja de acceso a la comunidad, fui recibida con un auto deportivo de marca Cadillac de color plateado, el cual se encontraba justo en medio de la reja.
«¡Vaya, no se ha ido, aunque lo haya hecho esperar por tanto tiempo!»
Dejé salir un largo suspiro de alivio.
Por alguna extraña razón, una sonrisa se formó en mi rostro en el momento que miré el auto de Miguel; me dirigí lentamente hacía el asiento del pasajero, pero no me subí de inmediato. Miguel venía vestido de un traje negro que hacía lucir su apariencia distanciada aún más sombría en contraste del fondo negro. No podía ver el aspecto de su mirada, pues había un par de enormes gafas de sol que le tapaban la cara.
—¿Hay algún motivo por el que quisiera verme? —hice mi mejor intento por sonar ecuánime mientras miraba su perfil tan bello.
—¡Sube!
Miguel frunció el ceño y fijó su mirada en mí, estaba disgustado por no haberme subido al auto después de haber tardado por tanto tiempo. Su voz era fría y sin el más mínimo indicio de una emoción.
—¿A dónde piensa llevarme?
Me sentí obligada a dar un paso atrás después de recordar el incidente que tuvimos la otra vez.
«No me subiré al auto si él planea en someterme por la fuerza una vez más. No soy tan estúpida.»
—¿Desde cuándo te hiciste tan preguntona, Andrea?
Miguel se quitó las gafas y enfocó sus ojos negros como la noche que emanaban su fastidio sobre mí; al mismo tiempo, podía ver que estaba molesto.
—Yo siempre he sido así, es solo que usted no lo había notado antes. Señor Sosa, ¿con qué propósito viene usted a buscarme en pleno fin de semana?
Fui directa al grano pues no quería seguir parloteando con él, yo sabía que tenía que dejarle claro que nuestra relación se había acabado ahora que yo tenía novio. Aunque yo no quería hacerlo, era claro que no podía mantener una relación tan inadecuada con él cuando estaba saliendo en ese momento con Raúl. No puedo negar que sonaba descarada y horrible por haber sido amigos con derechos con él; no obstante, siempre y cuando me haya decidido en salir con alguien más, yo le seguiría tratando con cariño sin importar los sentimientos que tenía hacia él.
—Sube, y hablaremos. Tampoco me molesta meterte yo mismo si es que sigues demorando. Además, no creo que quieras que otras personas se enteren de nuestra relación en un lugar tan público, ¿o sí?
Él siempre fue muy imperioso al grado que nunca pude tomar la delantera contra él; a veces me sentía verdaderamente molesta por haberme acobardado en cada una de las ocasiones en las que fui testigo de su ira.
—¿En verdad te has decidido en salir con ese abogado llamado Raúl Valdez? —Miguel preguntó después de un breve silencio y sin emoción alguna en su rostro.
Mi corazón dio un salto cuando escuché el nombre de Raúl y miré furiosa a Miguel.
—Miguel Sosa, ¿investigaste sobre él? —aunque lo haya dicho como una pregunta, yo estaba tan segura de que jamás había mencionado el nombre de Raúl enfrente de él. La única posibilidad para que él supiera su nombre era que lo haya investigado.
—¿Y qué si lo hice?
Miguel me volteó a ver de manera despreocupada y habló con un tono de voz plácido; no obstante, podía sentir con claridad la furia que estaba guardando en su mirada.
—¿Cómo pudiste hacer eso? ¿Qué derecho tienes como para investigar sobre él?
Aunque yo ya lo había logrado adivinar, la ira dentro de mí creció como una caldera cuando lo escuché admitirlo.
«Lo que yo tengo con Raúl es asunto mío, ¿qué derecho tiene como para investigar sobre él? ¿Qué clase de relación tiene conmigo como para sentirse comprometido a hacer eso?»
—Andrea, ¿me estás reprochando?
Miguel pisó el freno antes de fijar sus ojos en mí con una mirada abrasadora por la ira mientras que esperaba por mi respuesta. Yo sabía que se había enojado mucho, pero ya no me importaba a ese punto. Él me había provocado primero después de todo y, a pesar de que mantenía relajado mi comportamiento, yo también tenía mis límites.
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