—¿Que no le diga a Natalia? ¿Intenta hacerme su cómplice? —mostré una señal de disgusto y me quedé viendo a Jaime para luego preguntarle con amargura. En verdad que no podía comprender cómo es que él me estaba pidiendo que guarde el secreto, qué descarado de su parte.
—Señora García, sé que fue erróneo de mi parte, pero le digo que no fue mi intención hacerlo. Fue solo una infatuación, le prometo que esto no volverá a suceder y que cambiaré mi forma de ser.
Dado que yo no tenía la más mínima intención de ayudarlo, Jaime empezó a ponerse cada vez más nervioso y, en desesperación, empezó a hacer promesas, pero yo ya no le iba a creer más.
—La última vez tú me dijiste lo mismo, dándome promesas de que no iba a volver a suceder. Solo han pasado unos días desde ese incidente, Jaime. En esa ocasión, te dije que no te permitiría hacer algo que fuera a lastimar a Natalia.
Cuando dije esa última oración, el aspecto de mi rostro se hizo tan frío como el hielo y lo único que logré cuando lo miré a los ojos fue enfadarme más.
—Señora García, yo estaba perdido y no pude apreciar lo que tenía, por favor ayúdeme una última vez. Trataré a Nati como es debido y no volveré a engañarla con alguien más. Se lo pido por favor.
Mientras que Jaime hablaba, él sostenía mi mano con mucho sentimiento y me veía con ojos suplicantes. Yo lo miraba con desprecio mientras que retiraba mi mano con fuerza.
Daba al parecer que este tal Jaime era una peor persona que Josué, quien había admitido estar engañándome en el momento que yo descubrí su infidelidad; Jaime fue descubierto con las manos en la masa en dos ocasiones y, aun así, se atrevió a pedirme suplicando que lo mantuviera en secreto. Era claro que él era mucho más descarado de lo que pensé en un principio.
—Esta vez no te ayudaré a mentirle, ¡le voy a decir que la has traicionado y haré que vea el tipo de sinvergüenza que en verdad eres!
Me levanté con agresividad y miré a Jaime con enojo y, sin la más mínima consideración por los demás comensales a mi alrededor, empecé a alzar la voz. Ese café estaba bastante lleno, y cuando los que nos rodeaban escucharon lo que dije, muchos de ellos voltearon sus miradas en nuestra dirección, pero la mayoría estaban fijas a Jaime. Pronuncié mis palabras con perfecta claridad, así que todos entendieron lo que Jaime había hecho. Muchos lo voltearon a ver con desdén y desprecio.
Jaime pudo sentir las miradas de todos caer sobre él. Al principio, él se sentía con culpa, pero cuando vio las miradas de desdén de aquellos que lo observaban, su mirada hacia mí se llenó de enojo.
—¿Qué es lo que quieres, Andrea? Esto es un asunto entre Natalia y yo, ¡esto no te incumbe!
La actitud de Jaime cambió de repente, él me estaba suplicando con toda sinceridad hace unos momentos para que no le contara nada a Natalia, pero ahora él estaba furioso hacia mí. Este tipo de hombre no se puede reparar y si Natalia seguía junto a él, era claro que iba a sufrir.
—Natalia es mi mejor amiga, por lo que sus asuntos son mis asuntos. Tú la has engañado y traicionado, y no permitiré que sigas haciendo esto. ¡Un pedazo de basura como tú no merece el amor de Natalia en lo más mínimo!
Natalia era una simple chica de buen corazón. ¡Fue tan trágico para ella vivir su primer amor con una escoria como Jaime! ¿Cómo puede ser que una basura como Jaime pueda merecer todo el amor que Natalia le había dado?
—Tú no tienes derecho a decidir qué merezco y qué no, Natalia me ama demasiado como para dejarme ir y yo sé que incluso si ella se llegara a enterar de que yo le fui infiel, ¡ella seguiría conmigo!
Jaime se paró con agresividad y me miró con la intención de retarme y con un aspecto de triunfo en su rostro. Él estaba consciente de lo mucho que Natalia lo amaba y esa era la razón por la que él la engaño sin preocuparse por las consecuencias; a él no le importaba si Natalia se enteraba de su verdadera naturaleza.
En mi racha de ira, sostuve el vaso de café más cercano y arrojé todo su contenido en su cara.
—¡Malnacido!
—Andrea García, pero ¡qué haces!
—Hola.
Después de contestar la llamada, las palabras se atoraron en mi garganta y no pude decir nada más.
—¿En dónde estás? —del otro lado de la llamada, pude escuchar la profunda y atractiva voz de Miguel, la cual no había escuchado en varios días; me estremecí una vez más.
—Estoy en la casa de Natalia —estaba nerviosa, así que sostuve el teléfono en mi mano y contesté.
Yo sentía algo en contra de él desde el día en el que por poco me tomaba por la fuerza, pero no podía evitar no extrañarlo en ocasiones; aun así, lo que pasó ese día fue algo muy inaceptable.
—Quiero verte. Iré a recogerte en veinte minutos —su voz se escuchó a través de la llamada una vez más, lo cual me dejó impactada.
—¿Para qué quieres verme?
Podía sentir mi corazón en la garganta y le pregunté un tanto nerviosa, pero la única respuesta que recibí fue el tono de ocupado; Miguel me había colgado la llamada antes de que pudiera terminar de hablar. Eso no es muy caballeroso de su parte.
Fruncí el ceño y no pude evitar maldecirlo en mi cabeza una y otra vez. Me sentía emocionada a pesar de que se supone que él y yo ya no debíamos vernos.
Dejé mi celular en el sofá y me apresuré a cambiarme de atuendo, luego me puse un poco de maquillaje no muy llamativo. Veinte minutos después, recibí otra llamada de Miguel; yo estaba emocionado, pero contesté la llamada mientras fingía estar relajada.
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