Capítulo diecinueve
—Quiero que me expliques con qué permiso le hablaste sobre nosotros, sabes que esto te traerá problemas, ¿cierto? —Laia se levanta—¿eres consiente de lo que hiciste?
—Sí, lo soy, ¿y qué? —la enfrenta —tú a mí no me puedes hacer nada—habla desafiante —no eres nada mío.
¿CÓMO?
¿Escuché bien?
¿Le dijo que no es nada suyo?
—Len—advierte Laia —no digas más de lo que te puedas arrepentir luego.
Este deja salir una risa seca y su mirada se vuelve totalmente filosa —¿eso es una amenaza? —muerde sus labios y mira en otra dirección —porque no tengo ningún problema —regresa su mirada a ella —en desaparecerte justo ahora.
—Estás jugando con fuego, Len.
Las pisadas cerca nos ponen en alerta y observo en distintas direcciones los ataques que podrían haber—ZUANIIIIIII—la voz de Abigail resuena en mis oídos y no me toma ni un minuto estar entre sus brazos —Lo siento, amor. Lo siento. Len me contó lo que pasó y quedé asustada por lo que podría haberte pasado en esa semana —me despega de ella y examina el golpe en mi cara —esos malditos hijos de perra —susurra.
—Así que estuviste una semana allí —la voz de su madre hace que tense mis músculos —sin embargo esos golpes parecen recientes—dice —que curioso...
Sonrío internamente. Con que eres una víbora, eh.
No me sorprende que lo seas porque sabía que me iba a encontrar con personas así, pero ciertamente yo lo soy más que tú.
Bajo un poco mi cabeza y dejo mi vista ida en el suelo —Estuve una semana metida en una celda desde que me agarraron—bajo mi voz poco a poco— Me tocaron, me golpearon, vi cosas sumamente extrañas que no me explico y al final cuando no quería más me pegaron y quede inconsciente, cuando desperté estaba metida en un hueco con cadáveres por todos lados y bichos y gusanos, el olor... Fue horrible —quiebro mi voz y me escondo en los brazos de Neal.
—Tranquila, ya no te pasará más eso, estaré todo el tiempo contigo—siento las manos de Mery acariciar mi cabeza —madre, no quiero escuchar otra vez que hagas todas esas supersticiones absurdas.
—Pero...
Siento un beso en mi cabeza y la rodeo con mis brazos—No quiero escuchar nada más.
Jaque mate.
—Neal —habla Len interrumpiendo el silencio —lo que te propondré no te va a gustar, pero es la única salida que le veo a esto ahora —volteo a verlo —es probable que a ti, a madre y a Alexander los estén buscando para matarlos por todo lo que hemos causado, por lo tanto ella no está segura con ninguno de los tres.
—¿me estás diciendo que la quieres alejar de mi lado? Ni de puta coña.
—Piensa un poco, por favor. ¿Qué pasaría si te atrapan con ella? La van a matar sí o sí. Al menos deja que se venga conmigo unos tres días, ya que soy el único que no han visto... saben que hay un cuarto por rescatarla, pero no saben quien es, por lo tanto estará más segura conmigo.
Gruñe en respuesta —no confío en ti, Len.
—Lo sé, pero no le haré nada que ella no quiera —me observa y se encoge de hombros —es decisión tuya después de todo, pero solo diré que si te encuentran no vengas pidiendo ayuda porque ya suficiente tuve con meter mi culo en esta mierda.
—Si ya tuviste suficiente, ¿por qué quieres llevártela por tres días? —el tono de Abigail suena desafiante.
—Me rindo, haz lo que quieras —da media vuelta —pero ten en cuenta que yo no te voy a ayudar si estás en problemas.
—No necesito tu ayuda —escupe —ni la de nadie más para cuidarla.
Él sonríe irónico —que curioso —regresa a su posición inicial y aplaude lentamente — ¡¿lo dice un tonto que no pudo defenderla cuando aparecieron los perros ante él?! —los brazos de Mery me aprietan con fuerza y me suelto de su cuerpo, pongo mis manos en su cintura para alejarla un poco, pero es imposible —y ni siquiera te estás dando cuenta de que justo ahora la estás lastimando —Len me señala y ella reacciona, me suelta y doy dos pasos hacia atrás buscando aire.
Neal me suelta y bajo la mirada al suelo intentando mantener la compostura para no soltarle un guantazo. Tranquila Zuani.
Solo fue un beso.
Un frío recorre mi espalda y rápidamente siento los brazos tensos de Len mientras corre a toda velocidad entre los árboles. Su rostro mantiene una pose ruda y sus ojos brillan entre negros y celestes, su mandíbula se enmarca de vez en cuando, tiene el ceño fruncido, sus labios forman una línea recta y sus dedos aprietan mi piel bajo su tacto.
Llevo mis brazos a su cuello y él baja por un segundo la mirada— ¿Estás enojado? —pregunto, pero no lo digo.
Los aullidos ahora se desvían en otra dirección y cada vez se hacen menos audibles, poco a poco los árboles se hacen más densos y coposos, el limo cubre la mayoría de rocas y parte de árboles mientras que las hojas tapan casi toda la tierra dejando casi invisible el camino.
¿Dónde estamos? No conozco este lugar.
Él reduce un poco sus pasos hasta llegar a una gran casa de dos pisos, camina con cuidado hasta las escaleras de madera negra y me deposita sobre estas, me mira fijamente a los ojos y resopla, se gira y revuelve su cabello cobrizo, se detiene por un momento y voltea a verme sobre su hombro.
Es más que obvio que algo le frustra, algo le molesta y con esta tensión... Es un poco complicado saber que es.
Muerdo mis labios —¿Len? —doy un paso fuera de la casa —Len, ¿estás bien? —cruzo mis dedos unos con otros.
Ignora mi pregunta y camina hacia el primer árbol que ve, estrella su puño contra este una y otra vez, se cansa y recuesta su cabeza del tronco. Cierra sus ojos —no te acerques a mí.
Hago caso omiso y me aproximo a él, mi corazón repiquetea fuerte con cada paso que doy hasta estar a centímetros, pongo mi mano sobre su hombro y abre sus ojos repentinamente, me jala hacia el árbol con todas sus fuerzas y los nervios se apoderan de mi cuerpo entero, veo sus ojos brillosos e instintivamente bajo la vista a sus labios al sentirlo tan cerca, pasa la lengua delineando el inferior y vuelvo a subir la mirada con mis mejillas a punto de explotar.
Esto es demasiado para mi corazón.
Intento salir de su alcance, pero una de sus manos me retiene y es cuando siento sus húmedos labios chocar con los míos en una sincronía perfecta.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Chica Dhall ©