La Chica Dhall © romance Capítulo 30

Capítulo veintinueve

¡¿LA PUERTA NO ESTABA CERRADA?!

Al parecer no...

Intento bajarme, pero Len aprieta mi cintura con su brazo impidiendo que realice mi cometido, una de sus manos se posan en mi mejilla y me hace mirarlo fijamente, delinea mi labio inferior con el pulgar y veo de reojo la reacción Neal quien aprieta sus brazos fuertemente sin hacer ni un movimiento.

¿Acaso no dirá nada?

Junto mis cejas y sacudo mi cabeza saliendo de la hipnosis del pelirrojo pongo mis brazos en su pecho con fuerza tratando de salir de su alcance, sin embargo lo único que logro es recibir una sonrisa de su parte.

Está loco.

Gira su cuerpo hacia la puerta y alza sus cejas —¿estás enojado? —Len habla con burla y atrae mi cabeza a su hombro —porque la verdad es que lo que estás viendo es real... Ella es mía.

—Detente —la voz de Neal poco a poco se difumina —no lo hagas.

—¿Por qué no debería hacerlo? —suelta Grayson con autoridad —¿es porque no quieres que la toque a ella o porque no quieres que ella me toque? ¿Cuál de las dos ideas te enoja más?

—Sabes perfectamente porque es... —habla Abigail entre dientes —no tienes que hacer esto.

—No, no lo sé y Zuani tampoco lo sabe —suelta mi cabeza y me levanta un poco hacia arriba para que pueda voltear a ver a Neal —Verdad que no lo sabes.

Junto mis cejas —Yo ni siquiera sé de qué están hablando.

—¿De qué están hablando? Todos están esperando abajo las órdenes —Laia hace acto presente en la habitación y da un suspiro —Len, ¿no te dije que después de todo esto le dijeses a Neal sobre tú y ella? ¿Escuchaste algo de lo que te dije allá abajo?

—No, y sinceramente no me interesa mucho lo que digas, además interrumpes una fabulosa conversación entre tu hijo y nosotros.

Mete a Abigail dentro y ella cierra la puerta, se encamina hasta quedar a escasos pasos —No te has dado cuenta de que ella —me señala a la cara —te ha cambiado, Gray. De hecho todo ha cambiado desde que ella ha llegado y no lo quieres ver, pero sabes que es así —intenta tocar el brazo de Len y este retrocede, Laia alza sus manos en forma de rendición —entiendo, —se separa de nosotros —pero, cuando ella no sea lo que tú pienses ya será demasiado tarde para que regreses con nosotros.

Sonrío internamente. Para ese entonces estarás muerta, loca decrépita.

—Salgamos de aquí, Neal —posa una de sus manos en el hombro de su hijo —no tenemos nada más que ver —intenta girarlo, pero este sacude la mano de su madre de su hombro y me mira fijamente.

Acorta la distancia entre nosotros y sus ojos se llenan de lágrimas —nunca creí que fueses tan perra —niega dejando salir sus lágrimas.

La risa de la víbora mal hecha llena la habitación y decide entrar en la conversación —Pero, contestame esto —se cruza de brazos con una posición arrogante —¿Por qué él no se ha separado de nosotras al llegar aquí? El ha podido hacerlo, sin embargo no lo ha hecho, ¿por qué?

—Porque no tenía a donde ir, pero encontró ese grupo del que tanto hablan y se instaló —giro para ver sus ojos —¿o me equivoco? —vuelvo a mi posición original —y si no es así, es porque ustedes le hicieron algo para tenerlo siempre, que no dudo que lo hiciesen porque si mataron a su familia pueden hacer lo que sea para mantenerlo cerca.

—Muy humana, pero eres lista debo admitirlo —asiente —y fuerte al parecer, dime Zuani —habla con voz acusadora —¿cómo es que hace horas atrás lograste desestabilizarme solo con tus piernas justo cuando te estaba ahorcando?

Alzo una ceja. ¿Esta loca quiere ponerme en contra de él? Pues no lo conseguiras, mi ciela.

—Se llama instinto de supervivencia, y si vuelves a tratar de matarme haré todo lo posible para no morir —digo sin vacilar.

Sonríe —Como si la persona que está detrás tuyo no te defendería, es una victoria clara para ti porque lo tienes a él.

Miro al chico de ojos negros de reojo por encima de mi hombro y me encamino a la puerta, la abro todo lo que puede y le doy el paso a la vieja —Tú y yo, ahí abajo —señalo con la cabeza —sin que nadie se meta y finalmente te enseñaré lo que el cuerpo puede hacer cuando se siente acorralado y en peligro de muerte.

Niega y se posa en frente de mí —No sabes de lo que estás hablando, pensaba que eras inteligente, pero la verdad es que me equivoque.

Hago un amago de sonrisa ladina y giro mi cabeza hacia el pasillo, paso la lengua por mi labio inferior y regreso a verla —Nunca juzgues a un libro por su portada.

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