La Chica Dhall © romance Capítulo 31

Capítulo treinta

—Solo lo haré si Len no interfiere —se cruza de brazos.

Volteo a ver al pelirrojo quien alza una ceja sin una pizca de humor —No.

Laia levanta sus manos y niega irónica —Precisamente lo que pensé —me da la espalda —no tengo nada más que hacer aquí.

—No. Si que tienes —pateo su espalda haciendo que esta caiga de lleno al piso de madera con un sonido ensordecedor —¿esto es suficiente?

Te estás metiendo en problemas a posta, no hagas nada raro, de lo contrario empezarán a sospechar de ti.

La vieja de un brinco está nuevamente de pie y con sus ojos rojos a más no poder, mueve su cuello de un lado a otro y deja salir sus garras —Me las vas a pagar, mocosa.

Un calor intenso me recorre la espalda y siento mi corazón bombear sangre rápido, los instintos de lucha florecen en mi interior y pongo mi cuerpo en posición de ataque. Es la primera vez que voy a tener un combate cuerpo a cuerpo con un vampiro que no es mi hermano Yannick, y la verdad, sé siente muy bien la adrenalina corriendo por mis venas.

Sonrío cínica —Mocosa la que te parió —digo sin titubear.

—Me hartaste —agarra mi cabello con fuerza y me lanza fuera del cuarto, estabilizo el cuerpo rápidamente y examino cual será su próximo movimiento, giro brevemente la cabeza hacia las escaleras y retrocedo hasta estar cerca del borde.

Necesito, al menos, tirarla para tener más ventaja.

Tiro a correr hacia ella y me agarra de la camisa de Len, me levanta todo lo que puede cual muñeca de trapo con ambas manos y enredo mis pies sobre su cuello, utilizo su peso para desestabilizar su equilibrio y la hago dar la vuelta, Laia entierra sus uñas en mi piel al estar sin mucho aire y siento ese típico hormigueo cuando tu cuerpo cae al vacío, cubro mi cabeza contra los escalones y caigo encima de ella al estar abajo por completo, me separo bruscamente, pero la vieja es más rápida y me agarra de la pierna haciéndome heridas profundas, me jala hacia su cuerpo aún en el piso y grito de dolor cuando siento sus uñas atravesar mis nervios, muevo mi mano sola y le suelto un guantazo en el pecho que la hace quejarse, estiro mi pierna libre y cuando creí que la situación cambiaría a mi favor, el pelirrojo, saca la mano de Laia de mi pierna y me separa de ella colocandome detrás de él, su mano atrapa el cuello de ella y lentamente la levanta del piso, sus pies abandonan la madera y Grayson ladea su cabeza enojado.

—Parece que estás de suerte con la muerte —la aprieta con más fuerza —Dame una razón para no matarte.

—Porque yo la necesito —dice Abigail y Len suelta una risa sarcástica.

—Me importa una mierda si la necesitas o no.

Laia aferra sus dedos a la mano de él —Soy la única que te puede decir quién mató a Alexander —este tensa su mandíbula y la deja caer al suelo, pasa una de las manos por su cabello y se detiene a mi lado.

—Quiero que salgas y expliques lo que está pasando, si te preguntan por mí diles que estoy ocupado —observa la sangre casi fresca corriendo por mi pierna y se agacha para revisar la herida, levanta la mirada —¿te duele?

Muerdo mis labios y asiento sin dudar —sí, duele, y mucho ahora que lo pienso.

Suspira y me toma en brazos, sube las escaleras en silencio y el camino por el pasillo se me hace el más eterno con su mirada celeste fría.

Está enojado, puedo sentirlo.

Entra y cierra la puerta de una patada, va hasta la cama y me deposita sobre esta, gira dándome la espalda y posa sus brazos en forma de jarra —dime donde aprendiste esos movimientos.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Chica Dhall ©