Capítulo treinta y tres
Una semana después...
¡Lo hemos conseguido!
Tenemos la ubicación exacta de la del norte gracias a Lorena y sus técnicas de seducción a cierta persona. Imagino las cosas que debió haber hecho y mi cara forma una mueca de asco al mismo tiempo que todos los pelitos del cuerpo se me erizan.
Debo decir que las cosas, desde que llegó ella a ayudarme, han ido viento en popa, tanto las localizaciones como saber el número exacto de habitantes por grupo.
Aunque...
Te parece sospechoso, ¿no es así?
Sí, no entiendo como es que unos grupos tan precavidos le den información a una recién llegada.
Ya, a mí tampoco me cuadra.
En fin, sabemos la localización de todas, y cuando digo todas, son todas. Len ya me llevo a su pequeño asentamiento y la verdad diría que no son más de treinta personas viviendo en pequeñas casitas de madera hechas por ellos mismos para sobrevivir, hasta sentí pena porque entre los tres grupos no hacen más personas que en nuestra manada y mira que entiendo que somos una gran manada, pero la cantidad de buenos guerreros casi iguala a los tres clanes.
Vuelvo y te lo digo. ¿No te parece que hay algo raro aquí?
Ya sé, pero, ¿qué puedo hacer? No es como si fuera fácil meter las narices en todo, hago lo que puedo a mi ritmo.
¿Qué pasó con la tipa que íbamos a hacer nuestra amiga? Resultó que indirectamente nos miró de una mala manera y no lo intentamos, porque sabíamos que era perder el tiempo, pero igual tendríamos que sacar la información como fuese y así fue como Lorena hizo algo que no debía hacer.
Al menos lo mío con él es... Diferente.
O eso quiero creer yo.
Las gotas de lluvia chocan con más velocidad y los árboles se mueven de un lado a otro ante la tormenta que está azotando con fuerza, el olor a tierra y hojas mojadas pega de lleno en mi nariz y sin pensarlo aspiro fuerte llenando totalmente mis pulmones, aferro las sábanas negras a mi cuerpo sintiendo el frío correr por mis venas. Suspiro —estoy lejos de casa —susurro.
Y con más razón ahora debo decirlo, porque mi padre tomo la decisión de anunciar que era una traidora para que mis hermanos no me buscarán y arruinarán nada, además de que se le dijo eso a la manada por el hecho de que había escapado y herido a la madre de las gemelas, y, por supuesto que ellas si saben lo que está pasando, pero no pueden decir nada por órdenes de mi abuelo.
Al menos eso fue lo que me contó Lorena por encima.
Así que no puedo volver así por así, tengo que llegar con alguien de la familia a casa, de lo contrario soy mujer muerta. Es norma general de que se decapite a quien ha cometido traición y si los guerreros no saben que sucede, puede que me atrapen y me maten por la cara.
Me siento hasta el cuello en agua.
Cosas que no encajan, preocupaciones de buscar información, ahora soy una traidora en ambos bandos y como si fuese poco también tengo que estar al pendiente de Lorena, porque a mi maravilloso padre se le ocurrió mandar a hechizar a la persona con la que ella está y no sé si mi pelirrojo puede ver esas cosas.
Mi pelirrojo... Ese es otro problema.
Al menos me gusta que lo admitas y lo reconozcas.
Cállate, por favor.
Ya no puedo negar que no me importa. Cuando mi compañera me habló sobre el plan de matarlo junto con todos lo único en lo que pensaba era en su rostro y también, en como decirle a ella que no quería hacerlo por motivos ajenos al corazón.
Aún no se lo he dicho, pero pronto lo haré, me temo que ella tendrá que hacerlo por mí, porque no tengo el valor suficiente para verlo morir y no sé porqué, pero, de alguna forma, pensar en eso me dan unas punzadas al corazón que me hacen querer aguar los ojos de verdad.
Aferro los brazos a mis piernas encogidas hasta mi pecho.
No te enamores de mí.
—Adelante.
—¿Qué hay de todas las cosas que hemos pasado? ¿Qué hay de las cosas lindas que me has dicho? Cuando me has protegido, cuando me has ayudado —muerdo mis labios —¿nada de eso importa?
Él mira fijamente la lluvia cayendo por un momento hasta que decide hablar —tengo que ir a cazar —levanta su cuerpo —espérame dentro — sacude mi cabello y deja un beso en mi mejilla dejándome atónita.
—Contestame —hablo bajo antes de ver como sale empapando toda su ropa —¡CONTÉSTAME! —grito y lo jalo de la camisa, pero se me hace imposible detenerlo.
Gira —No seas terca, entra ahí dentro —pasa una de sus manos por su cabello.
—Quiero que me contestes, solo pido eso.
—NO —grita y sus ojos viajan a un costado en el suelo —no importa, no me importas —suspira.
Lo suelto y siento como mi corazón se quiebra en mil pedazos dentro de mi cuerpo, retengo las ganas de llorar y trago grueso ante el nudo que no me deja ni respirar bien, no lo aguanto más y mis ojos se empiezan a cristalizar.
—¿Qué hacen aquí afuera? —escucho la voz de Neal cerca y retrocedo, sin dejar de mirar a Len, para buscarle —¿Len? ¿Zuani? —giro para ver el rostro de Neal, pongo mis manos en su mejilla y sin pensarlo dos veces estampó mis labios con los suyos, me suelto al sentir que es suficiente y mis ojos van a esos rojos de él.
Forma puños con sus manos y sus músculos se tensan visiblemente —Neal, vete antes de que haga algo de lo que me pueda arrepentir —dice y este le obedece sin rechistar, alzo mi cabeza bien en alto cuando lo veo observarme de pie a cabeza y acercarse lentamente.
No doy ni un paso a ceder —Tú dijiste que yo no era de importancia, entonces eso tampoco debe importarte, ¿cierto? —ruedo mis ojos y me doy la vuelta —me largo, para mañana ya no tendrás a una molestia contigo.
—Zuani —advierte y sigo mi camino tranquilamente hasta el cuarto, entro y al intentar cerrar la puerta él es más rápido y coloca su pie para que no lo haga, cierra detrás de él y esos ojos rojos brillan en la total oscuridad con el sonido de la lluvia de fondo.
Muerdo mis labios y veo hacia un costado en la pared para no dejarme llevar por los sentimientos —me voy —digo —está más que decidido y si me tengo que ir a pie, lo hago, pero me voy —levanto la mirada —no pienso pasar un segundo más contigo —camino hasta pasar por su lado y es cuando siento su mano agarrar mi brazo.
—Te quiero.
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