La seducción del director general romance Capítulo 11

Blanca acababa de llegar a la entrada de la base militar cuando una Land Rover de aspecto familiar se detuvo junto a ella. La ventanilla tintada del auto estaba abajo.

Gael la miró con severidad y le hizo un gesto:

-Sube.

Era una orden irrefutable, por lo que Blanca abrió la puerta y subió al asiento delantero. Permaneció en silencio mientras se apoyaba en la puerta del auto y el ambiente estaba muy tenso.

-¿Cómo debo transferirle el dinero? -preguntó Blanca con inquietud.

No le dirigió una mirada directa y su mirada era fría. Luego, dijo:

—No acepto sobornos.

—Esto no es un soborno. Es para los cosméticos —explicó

Blanca.

—Si no le gustan, solo tírelos —respondió el hombre en un tono gélido. No parecía que estuviera bromeando.

Blanca encontró su comportamiento extraño y no le gustó su actitud tiránica:

-Me está poniendo en un aprieto. Eso significaría que he aceptado sus cosas gratis, lo cual es inapropiado ya que no hay nada entre nosotros.

Gael la miró y preguntó:

-¿Quiere que haya algo entre nosotros?

Blanca se quedó sin palabras.

Detectó signos de coqueteo en su respuesta y eso la hizo sentir aún más incómoda:

—Estoy casado.

-¿Cree que no lo sé? -Gael miró hacia delante mientras seguía conduciendo.

Blanca no pudo averiguar lo que el hombre estaba pensando, así que miró por la ventana con frustración—. Hágame un favor -dijo Gael con voz grave.

Era una frase declarativa. Blanca guardó silencio y frunció los labios.

»¿No va a preguntarme de qué se trata? -dijo Gael.

—Ya que me pide ayuda, debe ser algo de lo que soy capaz. Aunque no recuerdo lo que pasó aquella noche, supongo que debe haberme ayudado. Naturalmente, yo también debo ayudar en lo que pueda -dijo Blanca con presteza.

Fue una respuesta muy formal que marcó una distancia entre ellos.

-Sea mi novia -dijo Gael. Blanca se sorprendió y lo miró con incredulidad-. Hágase pasar por mi novia. -Gael añadió y la miró—: Para asistir a una reunión.

-Estoy casada, así que no creo que sea conveniente que me haga pasar por su novia -le recordó Blanca.

Los labios de Gael se crisparon un poco.

—Y es justo porque está casada que no tengo que preocuparme de que se enamore de mí. ¿No es así?

Blanca hizo una pausa mientras pensaba que lo que había dicho tenía sentido. No se enamoraría de una mujer casada. De lo contrario, esa noche, ya habrían... Blanca se aclaró la garganta. «¿En qué estaba pensando?».

Solo entonces, su teléfono sonó. Era Lidia.

—¿Cómo va tu cita con ese soldado? —Lidia preguntó con un tono muy alegre.

Había algún problema técnico en el teléfono de Blanca, pues temía que Gael escuchara su conversación, por lo que respondió con torpeza usando una voz suave: -¿Qué cita? No digas tonterías.

—¡Sin duda te haría pasar un buen rato! Ja, ja, ja! —Lidia se rio.

Como había prometido hacerse pasar por su novia, esa intimidad era aceptable. Aunque era falsa, tenían que hacer que pareciera convincente. Juntos, subieron al crucero.

Samuel Yáñez caminó a paso ligero con las manos en los bolsillos. Su mirada se dirigió a Blanca y luego miró a Gael: -¿Estaba bien ayer?

-Mhmm -respondió Gael. Su agarre en el hombro de ella se hizo más fuerte mientras la acercaba.

Samuel enarcó una ceja y suspiró:

-Parece que mi hermanita va a tener un ataque al corazón esta noche. Entre, lo han estado esperando.

Gael abrazó a Blanca mientras entraban. El barco zarpó y se tambaleó un poco. Blanca perdió el equilibrio y estuvo a punto de caerse, pero él fue demasiado rápido como para llevar su mano a la cintura de ella y sostenerla con firmeza.

Justo en ese momento, Blanca sintió un cosquilleo en la cintura. Su espalda se puso rígida mientras le miraba fijamente.

-Dele un minuto y se estabilizará -dijo en voz baja, como si lo hiciera solo para protegerla.

Así que ella había estado midiendo al caballero con su propia medida mezquina.

-Gracias.

Continuaron caminando hacia el interior. El interior estaba diseñado como un minibar y había mucha gente. Todos ellos tenían una mirada de sorpresa, seguida de celos y de odio cuando vieron a la pareja entrar juntos y actuar de forma íntima.

Entre ellos, estaba la señora de enfrente, con un aspecto en particular hostil. Su sola mirada podía acribillar a Blanca en el acto. Blanca podía sentir su antagonismo.

—Permítame presentarle. Esta es mi hermana, Susana Yáñez. —Samuel los presentó con torpeza.

Susana observó a Blanca con una mirada desdeñosa y luego dirigió su mirada hacia Gael mientras decía:

—¿De verdad te conseguiste una novia falsa solo para engañarme? No es tu tipo.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La seducción del director general