La seducción del director general romance Capítulo 2

-Te acompañaré adentro. -Gael cambió de opinión tres segundos después.

La soltó y la hizo retroceder un paso.

-¡No, no puede! -dijeron todos.

El Teniente Saldaña le recordó:

-Jefe es demasiado peligroso que entre. Si el Subcomandante se entera, ¡no seremos capaces de explicárselo!

-Deja de decir tonterías. Es igual de peligroso para cualquiera que entre. ¡Permanezcan a la espera! -ordenó Gael con determinación.

-Pero Jefe... -Justo cuando el Teniente Saldaña iba a decir algo, Gael le lanzó una fría mirada.

El Teniente Saldaña se calló de inmediato y asintió con impotencia:

»Sí, Señor.

Gael agarró a Blanca del brazo y tiró de ella hacia la habitación 801. Blanca llamó a la puerta, mientras él la tomaba de la mano. Sentía como si una corriente eléctrica fluyera por el dorso de su mano. Ella la retiró agitada. No estaba acostumbrada a que la tocaran los hombres.

Gael la miró con frialdad en respuesta a su rechazo. Encendió la grabadora de su teléfono y dijo sin demostrar ninguna emoción:

-Antes de entrar, diga sus últimas palabras. Si muere, se lo enviaremos a su familia.

-Envíeselo a mi marido. -Blanca dijo indiferente mientras tomaba el teléfono de Gael-. Sergio, espero que no nos volvamos a encontrar en la próxima vida. Dona todo mi cuerpo. No me importa si se utiliza para disecciones o trasplantes de órganos. Espero no volver a verte. -Blanca terminó de grabar y devolvió el teléfono a Gael.

Él le dirigió una mirada extraña.

-¿Hay algo más que quiera decir?

La mirada de Blanca se suavizó un poco:

-Dele todo el dinero que me queda a mi madre. Si es posible, espero que pueda cuidar de ella.

-Por supuesto —prometió Gael.

Blanca se sintió aliviada y miró a la puerta:

—Ya podemos entrar.

-La mujer que está secuestrada dentro es la novia de un alto funcionario, así que debemos garantizar la seguridad de ella y de su bebé. No estará en peligro hasta que yo lo esté. Tiene mi palabra -dijo Gael con voz profunda.

Blanca se detuvo y puso su mirada fija en sus ojos. Sintió como si se hubiera asomado a un abismo profundo e interminable. También se sintió un poco melancólica. Un tipo demasiado atractivo le acababa de decir: «no estarás en peligro hasta que yo lo esté».

Aunque fuera un desconocido, una promesa así debía darle calidez al corazón de cualquiera. En especial cuando su corazón se sentía insensible y frío en ese momento.

-No tengo miedo. -Blanca mostró una ligera sonrisa-.

Pero, aunque así fuera, gracias.

-Ni lo diga -dijo Gael.

Jaló a Blanca detrás de él y llamó a la puerta.

La puerta se abrió despacio.

-Deja que la mujer entre sola -dijo la persona que estaba en el interior.

-Necesita un asistente para poder realizar la operación.

Seremos solo nosotros dos. -Gael negoció.

—No. ¿Quién sabe qué tretas podrían hacer?

-¿Y dejar que tu único rehén muera? -dijo Gael con frialdad.

Su tono era tan dominante y poderoso que haría estremecer a cualquiera. La persona dudó durante unos segundos.

-Bien, tienes agallas. ¡Entren!

Gael empujó la puerta y entró. Una pistola le apuntaba a la cabeza. Blanca lo miró con preocupación, pero su expresión no cambió.

El hombre que tenía la cabeza rapada registró a Gael y no encontró ningún arma en él.

»Será mejor que no intentes nada raro. -Guardó su arma.

—Me duele. ¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme! —El grito de la mujer embarazada llegó desde el dormitorio principal.

Vació el aire de la jeringa y se preparó para inyectar a la mujer con ella.

Gael la agarró de la muñeca y la miró con preocupación en los ojos. Sabía la importancia de satisfacer a la persona más importante. Su terquedad le ocasionaría una vida llena de pleitos legales.

-Haz lo que ella dice. Ella es nuestra prioridad -le recordó Gael.

Blanca trató de soltar su mano, pero no lo consiguió. Se enojó y lo miró de manera fija a los ojos.

-¡Soy ginecóloga-obstetra! ¡Es mi responsabilidad ayudar a dar a luz al bebé! Si algo sale mal después, me haré responsable de ello. ¿Tanto miedo tienes a que te hagan responsable?

Gael se quedó un poco sorprendido. No tenía miedo de asumir la responsabilidad, pero le preocupaba que pudiera pasarle algo a ella. Le soltó la mano y le dijo con frialdad:

-Haz la operación. Di que te lo he ordenado. Luego le haré una visita al Director de tu hospital.

Blanca se agachó mientras se ponía los guantes de látex y dijo a los matones:

—Necesito que todos salgan, por favor. Voy a realizar la operación ahora.

—No, el rehén debe estar en nuestras manos en todo momento. ¡Operarás frente a nosotros!

-¿Crees que ella puede correr en este estado? -A Blanca le preocupaba que el cuerpo de la mujer embarazada quedara expuesto por completo.

Al escuchar eso, los matones apuntaron sus armas a Blanca:

-Una palabra más y te dispararé.

Gael se puso delante de Blanca,

-Si le disparas, ninguno de ustedes podrá escapar.

Los matones dudaron.

-¡Doctora, el bebé está por salir! ¡Aaaay...!

Había una mirada penetrante en los ojos de Gael. Era inútil discutir. Abrió el armario y sacó una sábana verde. La extendió y protegió a Blanca y a la mujer embarazada.

—Te mantendré cubierta. Realiza la operación —dijo Gael de manera decisiva.

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