Blanca no perdió tiempo y abrió los pantalones de la embarazada con unas tijeras. Las piernas del bebé ya estaban casi afuera. No había tiempo para realizar una cesárea. El bebé se asfixiaría si esperaban más tiempo.
-Por favor, tengan un poco de paciencia. —Blanca le inyectó la anestesia y le hizo un corte.-
La anestesia todavía no había hecho efecto del todo. La mujer embarazada sintió el dolor y gritó:
-¡P*rra, te voy a demandar! ¡Perderás tu trabajo como médico!
-Puedes demandarme después de que el bebé nazca sano y salvo. Estaré en espera de ello -dijo con indiferencia Blanca.
Al final ayudó a dar a luz al bebé sin problemas y cortó el cordón umbilical de manera limpia.
—¡Búa... Búa! —El bebé lloró con fuerza.
Blanca dejó escapar una sonrisa de alivio mientras miraba a la mujer embarazada. La mujer ya se había desmayado. Blanca frunció el ceño. De inmediato dejó al bebé en el suelo y revisó a la mujer.
-¡Oficial! -gritó preocupada.
Gael miró a Blanca. Había gotas de sudor en su frente. Tuvo un mal presentimiento en sus entrañas.
-¿Qué ocurre? -peguntó Gael.
-Su presión arterial es baja. Tenemos que administrarle un goteo y hospitalizarla para controlar su estado -informó Blanca.
Gael miró a los matones y dijo sin dudar:
-Dejen que se vayan. Yo seré su rehén.
Los tres matones se miraron entre sí. El hombre de la cabeza rapada del equipo miró la hora en su reloj.
-Quedan cuarenta minutos para que llegue el avión. Si dejamos que se vayan y que tú te quedes, ¿no acabaríamos con una bomba de tiempo en nuestras manos?
-Me quedaré —dijo Blanca. Gael miró a Blanca confuso, pero ella se limitó a sonreír un poco y le dijo al hombre-: Date prisa y llévalos al hospital o ambos morirán.
-¡Ninguno de ustedes se va a ir! -gritó el hombre de la cabeza rapada.
Blanca miró al hombre.
—Mantener a una mujer recién parida inconsciente, a un bebé que espera ser alimentado y a un soldado bien entrenado aquí contigo también sería una carga, ¿no?
—Deja que se vayan —dijo el hombre más viejo y alto.
El hombre con la cabeza rapada asintió y se hizo a un lado. Gael miró a Blanca sin decir nada. Llevó a la mujer en la espalda y al bebé en brazos mientras se marchaba rápido.
Los hombres de afuera respondieron de inmediato.
Dejaron escapar un suspiro de alivio al ver que la madre y el niño salían sanos y salvos.
-Llévenlos al hospital. -Gael los entregó a los soldados.
Desvió su mirada hacia la sala 801 y ordenó:
-Teniente Saldaña, prepare a los francotiradores.
-Jefe, ahora que han sido rescatados, nuestro trabajo ha terminado aquí. Puede tomarse un descanso y dejar esto al equipo antidroga. El Teniente Saldaña dijo de manera respetuosa.
—¿Cómo voy a descansar si el rehén sigue adentro? —le gritó con frialdad al Teniente Saldaña.
Este último no podía entender por qué el Jefe estaba tan enojado. Al igual que no entendía por qué él quería participar en esa misión de forma personal.
-Entonces, me encargaré de los francotiradores de inmediato -dijo el Teniente Saldaña mientras asentía.
-Si tiene que elegir entre sacrificar la seguridad del rehén o dejar escapar a los matones, elija lo segundo.
Al Teniente Saldaña le pareció todavía más extraño ahora. El Jefe siempre se había mostrado firme y nunca cedía ante los terroristas.
«¿Por qué actuaba de forma tan extraña esta vez?».
El tiempo pasó.
Gael estaba de pie junto a la ventana, contemplaba la oscuridad de la noche.
Tuvo un pequeño accidente cuando fue a una misión especial hace tres años. Le inyectaron una extraña y poderosa droga y lo dejaron a su suerte. Mientras se sentía al borde de la muerte, ella había aparecido y él la tomó sin contenerse.
Gael bajó de un salto la escalera, moviéndose tan rápido como un rayo.
En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba apoyado en la pared. Su fría mirada recorrió la sala de estar.
El hombre con la cabeza rapada estaba en la sala de estar, mientras que los otros dos estaban en el dormitorio.
Se agachó, sacó su cuchillo y se lanzó hacia el hombre con los ojos clavados en él. El matón vio a Gael. Pero antes de que pudiera emitir un sonido, ya estaba tendido en el suelo.
008 y 101 se acercaron de inmediato para ocuparse del cuerpo.
Gael hizo algunas señales con la mano a 008 y 101 y éstos asintieron con la cabeza.
En silencio, quitaron las cortinas. ¡La sala de estar se llenó de luz! Los francotiradores ya estaban preparados.
Gael apoyó la espalda en la pared mientras se dirigía al dormitorio y miraba adentro. Blanca estaba sentada en la cama, con la mirada perdida. Un tenue y extraño aire de melancolía la rodeaba. Cualquiera se apiadaría de ella si la viera así.
—Jefe, ¿por qué está todo tan tranquilo afuera? —El matón de cabello claro dio unas cuantas fumadas a su cigarrillo y se rascó la cabeza con agresividad.
El matón más viejo miró el hermoso rostro de Blanca. Su mirada se desvió hacia su pecho y tenía una mirada siniestra.
-El helicóptero llegará en media hora. ¿Quieres divertirte mientras esperas?
El matón de cabello claro se dio cuenta de lo que quería decir su Jefe y miró a Blanca.
-Esta mujer tiene una figura increíble y un rostro hermoso.
¡Ayudémosla a disfrutar de sus últimos momentos!
Tiró su cigarrillo a un lado y se lanzó hacia Blanca. Gael entrecerró los ojos y estuvo a punto de correr y entrar, pero la mujer sujetó con calma una jeringa en su cuello y dijo con frialdad:
-Acércate más y no tendrás ni siquiera un rehén.
—Adelante, te reto. —El matón de cabello claro estaba empeñado en salirse con la suya.
Blanca se clavó la aguja en el cuello. Al ver eso, Gael sintió como si le apuñalaran el corazón mientras una intención asesina surgía en sus ojos.
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