Lilia era la persona más desconcertada entre todos, pues creía que no tenía sentido que Benjamín, que valía más de 1000 millones, se inclinara ante Nataniel. Éste último guardó la tarjeta negra:
—No creo que eso ocurra, pero estaría bien que la despidieras. —Evidentemente, se refería a Lilia.
Benjamín se apresuró a hacerlo:
—Estás despedida. Cobra tu sueldo en contabilidad y vete. —Lilia no pudo contener las lágrimas por más tiempo, pues sabía que no podía hacer nada para revertir la situación. Estaba en un callejón sin salida.
Por otra parte, Mía se encargó del procedimiento y les dio una matrícula temporal y al final, salieron en un M760Li xDrive mientras Benjamín los despedía.
En el camino de vuelta, se hizo un silencio incómodo en el auto, pues tanto Penélope, en la parte delantera, como el resto de la familia, en la parte trasera, se dudoso reticentes a hablar del elefante en la habitación.
Nataniel sonrió a Penélope mientras conducía:
—Parece que tienes algo que decir.
Penélope dejó escapar un zumbido juguetón:
—¿Qué más nos estás ocultando?
—Nada. Siempre respondo a sus preguntas con sinceridad.
—Bien, deja que te pregunte esto. ¿De dónde sacaste todo ese dinero?
Nataniel le hizo un guiño descarado:
—Ah. Soy el gran General del Norte. El dinero no es nada más que números para mí.
—Bueno, está bien... Como todos saben, estuve en el ejército durante unos años. Una vez salvé la vida de un multimillonario en una misión. Así que me dio la tarjeta como muestra de gratitud. No estoy seguro de cuánto dinero puedo gastar con ella, pero pensé que comprar un BMW no debería ser un problema.
Nataniel se detuvo suavemente para orillarse antes de volverse hacia Bartolomé y Leila:
—Mamá, papá, Peni. Sé que les he hecho la vida imposible estos años y no puedo agradecerles lo suficiente por perdonarme. No solo me permitieron estar con Penélope y Reyna, sino que me aceptaron en su familia. Por eso, ser un padre, marido y yerno responsable es lo menos que puedo hacer. Mi trabajo es protegerlos y eso significa que nadie puede abusar de ustedes o humillarlos, nunca.
Bartolomé y Leila le habían guardado rencor a Nataniel cuando se presentó por primera vez, sin embargo, su percepción de él cambió después de que salvó la vida de Alfredo. Y ahora, con esa declaración, no hacía falta decir que estaban contentos de que él fuera ahora parte de la familia. Leila fue sincera con él:
—Tal vez teníamos prejuicios contra ti, pero me alegra saber lo amable y generoso que eres de verdad. A partir de ahora, somos una familia.
—Sí. Estoy segura de que harás muy feliz a Penélope —añadió Bartolomé.
Penélope empezó a sonrojarse, pues sus padres finalmente reconocían a Nataniel como su yerno oficial después de conocerlo. Se giró entonces con timidez hacia Nataniel, que no dejaba de sonreír:
—¿Por qué te pones así? Nunca dije que quisiera ser tu esposa.
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