La mejor agente de la oficina, Gina, les dio el mejor servicio y acompañó a la familia de Nataniel y Penélope a diferentes casas hasta que se decidieron por una de ellas y el hombre pagó la totalidad de su compra anterior.
La mayor ventaja de mudarse a Jardines del Río era que sus propiedades estaban listas para ser utilizadas. Su eslogan era: «Lo único que falta eres tú». «Una casa completa de cinco estrellas a la que te puedes mudar con una maleta».
Nataniel había sugerido mudarse allí porque necesitaban urgentemente un nuevo lugar. El precio de mercado de la casa de campo era de ochenta millones, pero solo le cobraron diez.
La familia de Nataniel y Penélope tenía claro que el descuento procedía de Darío. Después de los dos incidentes, Darío había aprendido a comportarse de manera muy prudente con Nataniel, ya que no podía permitirse el lujo de volver a hacerle daño.
A Nataniel le gustaba manejar los asuntos con rapidez y decisión. Además, la demolición del Barrio Oriental iba a comenzar en unos días. Era el mejor momento para mudarse.
Inmediatamente después de haber comprado la casa, Nataniel se puso en contacto con los encargados de la mudanza y empezó a hacer las maletas. Esa misma tarde se instalaron en su nuevo hogar. Penélope, junto con sus padres y su hija, se sintieron como si fuera un sueño.
Habían empezado el día en un viejo apartamento y habían salido a comprar en un auto destartalado y en cuestión de horas, acabaron en una lujosa casa de campo con un llamativo auto estacionado en el exterior.
Prepararon una elaborada comida para celebrarlo, pero su fiesta de inauguración fue sencilla. No incluyeron a ningún invitado, solo estaba la familia que saboreaba ese dulce momento, juntos. Después de tomar unas copas con Nataniel, Bartolomé anunció con alegría:
—Todo esto es gracias a ti, Nataniel. No puedo imaginar cómo estaría nuestra familia sin tu ayuda.
Bartolomé y Leila no eran el tipo de padres que apreciaban mucho el dinero, pero su deseo para Nataniel era que no viviera a costa de la riqueza ajena, por no decir que la malgastara.
Habían visto a numerosos individuos obtener una riqueza repentina, gastándola de manera frívola y ninguna de sus historias acabó bien. Lo decían para animar a Nataniel y ahora que era su yerno, se preocupaban por él, pero éste miró a Penélope con su habitual sonrisa cálida:
—No te preocupes. Mientras Penélope y yo trabajemos juntos, nada podrá detenernos. Nos convertiremos en una pareja poderosa, nos aseguraremos de que esta empresa prospere y demostraremos que todos se equivocan.
Las mejillas de Penélope se pusieron rosadas. «¿Quién dijo que somos una pareja? Todavía no he dado mi consentimiento».
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