La venganza de un grande romance Capítulo 43

Penélope Sosa frunció el ceño al escuchar eso:

—Cariño, ¿por qué no me esperas fuera? —le preguntó a Nataniel Cruz en voz baja.

Nataniel Cruz miró a Navarro:

—De acuerdo —aceptó.

Linda Baltazar y Nataniel Cruz salieron del despacho de David Navarro y la primera cerró la puerta detrás de ella y le dijo al hombre que la acompañaba que no se entrometiera, sin importar lo que sucediera:

—El director Navarro odia que se interrumpan sus reuniones de trabajo —explicó Linda Baltazar. Después se marchó, dejando a Nataniel Cruz solo en el pasillo.

De vuelta al despacho, David Navarro le dijo a Penélope Sosa que se sentara, la miró de forma coqueta y le dijo:

—Hice mi tarea sobre su proyecto, señora Sosa. El Centro de Comercio de Oriente es crucial para el desarrollo de la ciudad, por lo que los bancos locales como nosotros debemos darle nuestro máximo apoyo.

Penélope Sosa sonrió y preguntó:

—¿Puedo preguntar cuánto me puede prestar el banco para este proyecto? Estamos bastante escasos de dinero.

David Navarro le dedicó una sonrisa desagradable:

—Eso depende de mí. En cuanto a los detalles, bueno... eso dependerá de lo apasionada que sea.

Penélope Sosa se quedó inmóvil:

—¿De lo apasionada que sea?

David Navarro le miró el cuello de la camisa con nostalgia y se rio:

—Para ser sincero, cuando te conocí, pensé que eras la más sexy de todas.

De la boca de David Navarro brotó sangre que transportaba trozos de dientes rotos y su cuerpo hinchado dio un par de vueltas antes de caer al suelo:

—¡Estás... estás buscando problemas, muchacho! Tengo treinta años de entrenamiento en artes marciales en mi cinturón... —David Navarro se levantó del suelo y se arremangó, preparándose para iniciar una pelea con Nataniel Cruz, sin embargo, antes de que pudiera ponerse en posición, éste ya le había lanzado una patada voladora al pecho.

Su cuerpo, con sobrepeso, salió volando por los aires como una bomba, aterrizando con un fuerte golpe sobre la mesa que la hizo caer y se esforzó por volver a ponerse en pie. Los empleados y los guardias de seguridad del banco acudieron corriendo a comprobar el alboroto.

Leonel Hernández, el presidente del banco, se sorprendió al ver a David Navarro tirado en el suelo y fue entonces cuando se dirigió a los guardias de seguridad y les ordenó:

—¡Rápido! Detengan a esos dos.

Los guardias de seguridad del lugar sacaron sus bastones eléctricos y se acercaron a Nataniel Cruz, pero éste último se limitó a mostrarles su teléfono en la cara:

—¡Es muy valiente! Señor Presidente, venga aquí y responda a la llamada.

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