La verdad de nuestra historia romance Capítulo 100

Roxana se detuvo y miró sobre el hombro con confusión. Luciano tenía el ceño muy fruncido.

—Son las cuatro de la mañana y solo ha dormido un poco, así que no dejaré que regrese a casa sola. Además, ¿qué le diré a Ela? Prometió que no se iría. Si se despierta y no la ve, sin duda que se irritará y puede que se escape a su casa. Todavía está débil, ¿y si se vuelve a enfermar?

Cuando lo escuchó, Roxana hizo una mueca. No quería quedarse allí después de la pesadilla, pero, aun así, le había prometido a Estela que se quedaría a pasar la noche.

—No se preocupe. Ela solo la necesita ahora. En el futuro, no dejaré que perturbe su vida si no es por un asunto importante —declaró con molestia al percibir su dilema y, tras hablar, le soltó la muñeca.

A Roxana le pareció extraño lo que dijo, ya que sentía que se burlaba de ella sin ningún motivo y sintió una sensación inquietante.

Estela se dio vuelta como si hubiera percibido que Roxana se había ido. La niña palmeó la cama y se quejó en voz baja. Tras escucharla, los dos se giraron para mirarla y Roxana no pudo atreverse a romper la promesa.

—Le haré compañía a Ela, señor Fariña, pero no creo que sea apropiado que usted se quede cuando duermo —dijo después de vacilar.

Era evidente que quería que se fuera. La habitación quedó en silencio y Luciano se enfureció más.

—Bueno, por favor, cuide de Ela —respondió de forma poco amistosa y luego se fue de la habitación con furia.

Tras cerrar la puerta, Roxana suspiró con alivio y volvió a recostarse al lado de Estela. La niña se acercó como si estuviera buscando calidez, lo que enterneció a Roxana y abrazó a la pequeña. Estela esbozó una sonrisa mientras suspiraba con comodidad en los brazos de su madre; Roxana estaba conmovida. La ansiedad que había sentido por la pesadilla de más temprano desapareció y de a poco se quedó dormida.

Catalina golpeó la puerta para llevarle ropa limpia. Luego, Roxana ayudó a Estela a cambiarse la ropa. Cuando terminaron, Catalina quería llevar a la niña al baño para que se asee, pero se rehusó a que la llevara.

—Señorita Jerez, ¿puede llevar a la señorita Estela al baño? —Catalina entendió la intención de la niña y se la dio a Roxana.

Roxana estaba acostumbrada a ayudar a sus dos hijos y aceptó con rapidez. Luego, la llevó al baño y, después de higienizarla, le hizo una trenza. Mientras se la hacía, Estela se animó y miró el espejo con intensidad; no se movió ni un poco de la silla.

Luciano estaba de pie fuera del baño, vestido con un traje. Tenía los botones desprendidos, así que era evidente que se acababa de despertar y de asearse. Miró en silencio mientras Roxana le hacía una trenza.

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